En la “Historia de Guayaquil” (publicada en 2008), que el Municipio de esta ciudad distribuye gratuitamente, se hace referencia (págs.. 77 y 78) a la Revolución Obrera y los Movimientos Sociales, en estos términos:
A mediados de 1922 se afirmó la crisis económica. Creció el descontento de los trabajadores <<que –influenciados por la novelería izquierdista proveniente de la Unión Soviética- organizados en diferentes gremios laborales empezaron a exigir mejoras salariales, la reducción de las horas de trabajo y, sobre todo, la incautación de giros internacionales para evitar la especulación con su venta, asunto del que ellos poco o nada conocían>>. En los primeros días de noviembre estalló la huelga general de trabajadores. Los “politiqueros” aprovecharon “para intentar poner fin al gobierno constitucional del Dr. Tamayo”. La situación hizo crisis el 15 de noviembre de 1922. “Parecía que todo Guayaquil no se compusiera más que de masas proletarias”.
“Lamentablemente, mezclados entre los trabajadores hizo también su aparición un gran número de delincuentes y anarquistas criollos que, enceguecidos por las noticias de la revolución rusa, intentaron desarmar a las fuerzas policiales, apostadas por obvia precaución en diversos lugares de la ciudad. // Vinieron luego las incitaciones para asaltar los almacenes y en la Av. 9 de Octubre se inició un desenfrenado saqueo que obligó a la policía a realizar disparos al aire, primero, y luego al cuerpo de los asaltantes. // Ese día, el ejército y la policía reprimieron violentamente las acciones vandálicas y de saqueo que se ocultaban tras la manifestación popular, dando pie a que el escritor Joaquín Gallegos Lara escribiera y publicara su novela “Las cruces sobre el agua”, que en definitiva no es más que eso, una novela de denuncia social y política, que no refleja la realidad histórica de ese día. // La tragedia de Guayaquil pudo haberse evitado si el gobierno hubiera atendido prontamente las reclamaciones de los trabajadores y, sobre todo, si no hubieran aparecido los “heroicos y sacrificados dirigentes clasistas y politiqueros”, que a la hora de la verdad son siempre los primeros en salir corriendo y los últimos en dar la cara”.
Sin embargo, la verdad histórica va por otro lado: los empresarios de las primeras fábricas de Guayaquil mantenían a sus trabajadores en pésimas condiciones laborales y lo mismo ocurría en las haciendas cacaoteras. Gremios artesanales, asociaciones de trabajadores de distinto género y organizaciones como la Confederación Obrera del Guayas (COG) y particularmente la Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana (FTRE) encabezaron la huelga general, después del éxito de los ferrocarrileros de Durán. Guayaquil fue paralizada. La oligarquía se negó a atender las demandas obreras, aunque logró que los trabajadores incluyeran en sus demandas la “incautación de giros”, una reivindicación de los comerciantes importadores afectados con la subida del dólar.
El 15 de noviembre de 1922, la impresionante manifestación de trabajadores en la ciudad fue reprimida a sangre y fuego. El responsable directo fue el gobierno de José Luis Tamayo (1920-1924), abogado bancario y representante directo de estos intereses. Para ocultar el acontecimiento, en aquellos mismos días se dijo que se había reprimido a “prostitutas” y “delincuentes”. La plutocracia guayaquileña aplaudió semejante mortandad que había salvado la “propiedad privada”, contra las “excesivas” demandas de los trabajadores, supuestamente infiltrados o influidos por el “comunismo” soviético; y saludó el haberse puesto fin a los “saqueos” y el “vandalismo”.
Tuvo que llegar la Revolución Juliana (9 de julio de 1925) -que igualmente es considerada por la visión oligárquica como “ignominiosa” para Guayaquil-, para que acabara el dominio plutocrático y se atendiera las demandas obreras, pues por primera vez fue esta Revolución la que reconoció derechos laborales como el contrato individual, salario mínimo, sindicalización, huelga, contrato colectivo. Tales derechos quedaron expresados en la Constitución juliana de 1929, pionera en proclamarlos. El Código del Trabajo de 1938 reconoció los derechos y principios laborales que la misma oligarquía nacional atacó, por entonces, como “comunistas”.
Entre otras obras, los testimonios directos de lo sucedido en Guayaquil, recordados por algunos dirigentes y protagonistas a quienes todavía se pudo consultar, se encuentran en los 2 tomos del libro “El 15 de Noviembre de 1922”, publicados en 1982 por el INFOC y la Corporación Editora Nacional.