En quienes siguen creyendo que Estados Unidos es un ejemplo de civismo, racionalidad política y convivencia cívica en paz, la noticia causará sorpresa: En el escenario electoral norteamericano está presente la violencia política en diferentes formas y manifestaciones.
La información que trascendió en círculos periodísticos internacionales señala que es el propio presidente de la nación del norte, Donald Trump, quien “promueve sistemáticamente” la violencia, y que son “las fuerzas del orden las que han acrecentado la brutalidad policial” contra minorías, grupos y movimientos de diversa índole en los EE:UU. El clima de beligerancia que se vive en plena campaña electoral provocó la declaratoria de estado de sitio en diversas ciudades norteamericanas, mientras que en Michigan y Virginia fueron desmantelados varios planes terroristas.
Un ambiente de caos domina el escenario político en Estados Unidos y la percepción de inseguridad crece entre los habitantes de un país en el que, abiertamente, se habla de la posibilidad de vivir una guerra civil. La indefensión de los ciudadanos provoca un incremento sustancial en la demanda de armas de fuego que en territorio estadounidense están al alcance del ciudadano común.
A pocos días de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, la tensión social crece, y el comportamiento de milicias de extrema derecha es uno de los factores predominantes que influye en el desenlace de los acontecimientos violentos que se vive en territorio norteamericano. En estos días un informe del observatorio de milicias señala que, al menos, 80 agrupaciones armadas se mantienen activas a nivel nacional con presencia en 34 estados de la nación. Su objetivo manifiesto es desplegar una serie de acciones buscando crear “un ambiente desestabilizador” en aquellos lugares en donde puedan incidir en los resultados electorales. Su objetivo final es asegurar que Trump se mantenga en la Casa Blanca.
Un estudio realizado por la organización no lucrativa estadounidense, Armed Conflict Location and Event Data Project (ACLED) señala nuevas revelaciones acerca del comportamiento de los grupos paramilitares armados en el escenario electoral. La investigación denominada “La milicias de extrema derecha y las elecciones en Estado Unidos”, tiene el propósito de identificar los estados con alto riesgo de violencia que pueda comprometer la seguridad y normal desarrollo de los comicios. El informe del estudio establece que las milicias pueden clasificarse en tres grupos: mainstream o corriente principal, los right-wing street movements o movimientos callejeros de extrema derecha y los right-wing libertarian groups o grupos libertarios de extrema derecha. Todos actúan fuertemente armados contra sectores progresistas a quienes consideran sus principales enemigos y lo hacen con el presidente Trump como una de sus fuentes de inspiración. Estos grupos marginales de la legalidad coordinan, no obstante, acciones con las fuerzas del orden a nivel local y consideran que los policías y militares son sus aliados. Mantienen estructuras jerárquicas en su organización y declaran como objetivo “preservar la seguridad publica y cuidar lo negocios”. El estudio describe organizaciones como el grupo Three Percenters, de mayor peligrosidad, The Oath Keepers, Civilian Defense Force y American Contingency, todas actúan al margen de la ley.
Sus motivaciones ideológicas son de diversa naturaleza, por ejemplo Three Percenters se basa en la creencia de que solo un 3% de los residentes de las trece colonias tomaron las armas contra los británicos. Ese grupo se crea después de la elección de Obama como presidente, y tiene fuertes vínculos con la organización racista Ku Klux Klan. Su formación responde a una reacción política extremista a la presencia de Obama en la presidencia de los EE.UU con el fin de proteger al país de enemigos internos y eternos. Entre sus miembros reclutan a ex efectivos, miembros retirados de las fuerzas armadas y policías y actúan con mayor protagonismo en Kentucky y Texas. Los grupos Civilian Defense Force y American Contingency fueron creados recientemente con el objetivo de realizar contraprotestas en Pensilvania, Wisconsin y Arizona. Según el estudio de ACLED, las milicias denominadas como movimientos callejeros de extrema derecha, son las más peligrosas y con mayor capacidad de provocar disturbios por su elevado nivel de violencia que muestran en las calles. Han sido identificadas las organizaciones Proud Boys y los Patriots Prayer, ambas creadas en septiembre del 2016 en el contexto de la campaña presidencial de Trump, y a las que el mandatario norteamericano pidió “dar un paso atrás y estar preparados”, lo que fue interpretado por sus miembros como “prepárense para la guerra”, según su líder el cubanoamericano, Enrique Tarrio, residente en Miami y actual director de la organización Latinos por Trump, en la Florida.
El grupo Patriot Prayer, con base de operaciones en los estados de Washington y Oregón, se muestra muy activo en esos estados e incide en el incremento sustancial de la compra de armas de fuego registrado en los últimos días. Voceros de este movimiento no descartan que después del 3 de noviembre, día de las elecciones en los EE.UU, pueda producirse una guerra civil en el país del norte, ya que según declaraciones de sus integrantes, la conflagración es prácticamente inevitable. La investigación de ACLED llegó a establecer que durante el día de las elecciones podrían presentarse este grupo en la inmediaciones de los centros de votación con el claro propósito de intimidar a los votantes de minorías, de capitales de estados y pueblos localizados en la periferia de grandes ciudades y áreas suburbanas. El informe del estudio no descarta la presencia de personas individuales catalogadas como “lobos solitarios”, o grupos pequeños -no afiliados a agrupaciones extremistas- dispuestas a desencadenar acciones violentas en las calles norteamericanas.
Las elecciones presidenciales estadounidenses avizoran un panorama que contradice la convivencia pacífica en una nación que muestra manifestaciones cotidianas violentas y que amenaza convertirse, en plena jornada cívica, en un campo de batalla.