Este domingo 18 de octubre el pueblo boliviano asiste a las urnas para renovar el gobierno nacional, y lo hace bajo un clima de creciente tensión e incertidumbre, con alto nivel de coincidencia con las circunstancias que rodearon a las elecciones del 20 de octubre pasado, cuando el sitio web Behind The Back Door alertó sobre el golpe de Estado en gestación. Esa publicación coincide con otra de reciente circulación en el periódico británico The Morning Star que advierte sobre los «actuales planes militares para sabotear las elecciones».
Según detalla el analista Alfonso Gumucio, en Bolivia «hasta el más obtuso sabe que un voto por Luis Fernando Camacho podría hacer que el MAS gane en la primera vuelta en las elecciones del domingo 18 de octubre. Y la propuesta engañosa del «voto cruzado» solo le quitaría fuerza a Carlos Mesa en una Asamblea Plurinacional dominada por el MAS. La incapacidad de un simple cálculo numérico muestra la desorientación de quienes podrían favorecer al autócrata que gobernó catorce años aunque crean que votan por un líder regionalista». Este escenario posible aumenta el riesgo de una respuesta oficial fuera de la ley.
La información de prensa en tal sentido es ampliada en el sitio Kaosenlared.net basada en documentos filtrados que fueron proporcionados por la redacción de la Red de Comunicación Popular REDCOM. Los datos apuntan a que estaría en marcha una serie de acciones coordinadas “para sumir al país en una situación de caos, violencia e inestabilidad y forzar a la postergación de las elecciones”. La información señala que se preparan grupos paramilitares La Resistencia Juvenil Cochala, La Resistencia KM Cero y la Unión Juvenil Cruceñista, convocados por los llamados Comités Cívicos con el fin de “contrarrestar los actos violentos de los partidarios del MAS”. Todo estaría dispuesto para repetir el guión de las elecciones pasadas cuando estos grupos quemaron instituciones, agredieron a civiles y desconocieron los resultados de los comicios alegando fraude por parte de los masistas. El propio ministro de Gobierno, Arturo Murillo, reconoció que se ha comprado armamento “para defender la democracia al precio que sea”, invirtiéndose oficialmente 850 mil dólares en 2019 y 15 millones de dólares en el 2020.
La historia se repite esta vez en los medios de comunicación y redes sociales que se mantienen alineados con la derecha política del país, cuyos contenidos alientan una segunda vuelta electoral desconociendo la intención de voto ciudadano por el MAS. Ejemplo de ello es la acción de la empresa Ciesmori, cuyas encuestas por lo general minimizan las preferencias por el movimiento de Evo Morales. La totalidad de los estudios de opinión en Bolivia registran la tendencia a favor del MAS, mientras que las diversas estrategias mediáticas para proscribirlo han fracasado.
Lo que levanta la mayor sospecha de fraude entre los bolivianos es que Salvador Romero, presidente del Tribunal Supremo Electoral, designado por la presidenta Jeanine Añez, tenga una estrecha amistad con Carlos Mesa, candidato derechista. Romero es conocido por sus vínculos con el Departamento de Estado norteamericano, y Wikileaks reveló su relación con Philip Golberg, embajador estadounidense expulsado de Bolivia en el 2008.
El riesgo de fraude en las elecciones de este domingo en Bolivia aumenta considerando que el sistema de Difusión de Resultados, DIREPRE, nuevo método de conteo de votos no incluirá fotografías de las actas electorales, lo que impide corroborar los resultados de la mesa electoral específica. Solo se conocerá el computo general del colegio electoral y no el computo de cada una de las actas. La cadena de custodia de las actas y papeleteas electorales estará en manos de la policía y militares que dieron el golpe de Estado a Evo Morales, y son los mismos que han respaldado al gobierno de facto de la presidenta Jeanine Añez. En este proceso regresa como observadora la OEA con el mismo equipo que fue cuestionado en las elecciones pasadas en octubre del 2019.
Observadores afirman que si no se concreta el fraude electoral, en Bolivia se pone vigente la opción de un golpe de Estado y no descartan un desenlace con escenarios violentos, cuyos antecedentes se registran en el régimen de la presidenta Añez, acusado por organismos internacionales de “violación a los derechos humanos y métodos autoritarios”.
La gran interrogante en Bolivia hoy: ¿estarán dispuestas las fuerzas armadas a una intervención violenta, como en otras circunstancias históricas, masacrando a su propio pueblo? La respuesta la tienen los movimientos sociales que han renovado su capacidad de movilización en defensa de la democracia. La incógnita política boliviana debe despejar la duda si la derecha se arriesga a instaurar una dictadura militar sangrienta con apoyo norteamericano como en décadas anteriores.
El resultado electoral de este domingo en Bolivia es clave. De ello depende que el pueblo boliviano emprenda el camino de consolidación de la paz social o el de la ingobernabilidad con inestabilidad social y económica. La decisión de los bolivianos incidirá en el resto del continente sudamericano en la tortuosa ruta hacia la justicia y la democracia.