No puede haber derrumbamiento de las reglas de ciertos juegos políticos en un país, sin que arrastre a las voces que hacen posible la amplificación mediática de dichos hechos. Chile mostró no ser la excepción cuando miles de chilenos gritaron el 18 de octubre del 2019 que el país había despertado del letargo posdictadura, alentados por la juventud que saltando los torniquetes del metro inició el estallido social que reveló un descontento generalizado. No fueron treinta muertos, eran treinta años de insatisfacción social. Los chilenos estallaron no solo en contra de la precariedad económica que viven desde hace décadas, también se revelaron en contra de la farsa que les vendió el periodo post dictadura de que Chile era el jaguar de América que había cruzado las puertas del desarrollo, el milagro económico continental. Un mito grosero construido por un discurso político empresarial en la prensa obsecuente, emitida para el consumo de una población vulnerable a las mentiras. Una población que se mantuvo dormida durante años hasta que despertó y encontró la ocasión de cuestionar también a la prensa chilena tan adicta a reproducir los resuellos del poder durante y después de la dictadura. Cómplice del ocultamiento de la verdad, la prensa se ganó el repudio de los chilenos que constataron cómo la televisión, radios y periódicos silenciaron múltiples atropellos a los derechos humanos en Chile en sus espacios informativos convertidos en la trivialización de la noticia.
Las principales expresiones de rechazo se dieron en contra de la televisión nacional que, sin otra explicación luego del estallido social de octubre, culpó a los manifestantes que llamó delincuentes y saqueadores, de haber convertido el paraíso que era Chile en un territorio de guerra. La prensa entregada al poder, justificó la decisión del gobierno de Piñera de decretar un Estado de Excepción con tropas en la calles, toque de queda y represión para imponer la desmovilización a la ciudadanía.
Pese a los esfuerzos del gobierno, las calles de Santiago se vieron copadas por más de un millón y medio de manifestantes y miles en el resto del país. La prensa no tuvo otra alternativa que redactar de nuevo el discurso beligerante y dijo que los que protestaban en las calles no eran “vándalos, delincuentes y criminales», sino “chilenos que sueñan por un país más justo”. Sin embargo el viraje del discurso mediático, lleno de lugares comunes, la ciudadanía perdió el temor ante las cámaras de televisión en las calles y se negó, a viva voz, a ser entrevistada por los reporteros de los canales, en rechazo a los contenidos de los noticieros. Chile despertó en octubre del 2019 y eso implicó el despertar de las audiencias. Los propios gremios periodísticos hicieron un llamado a los editores de canales, emisoras y periódicos para que dieran respuesta a la ciudadanía y procuraran recuperar la confianza en los medios informativos. La gente exigía información fidedigna emitida con responsabilidad, sin tergiversaciones, manipulación, o distorsión de los hechos.
Se exigió a la prensa no criminalizar a los movimientos sociales mediante comentarios tendenciosos y decir la verdad sobre las reales causas políticas, económicas y culturales de la movilización ciudadana que mostraba el descontento popular. La norma constitucional vigente fue insuficiente, puesto que solo advierte del peligro de la intervención del Estado en los medios, pero nada dice acerca del derecho de la población a estar bien informada.
En la conmemoración mañana, 18 de octubre, del estallido social de hace un año a pocos días del plebiscito, resulta imprescindible insistir en la urgencia de cambiar la reglas del juego constitucional y con ello dar paso a un nuevo orden informativo que garantice el derecho a la información, que limite al poder e impida la concentración mediática. A partir de esa iniciativa hacer posible nuevas formas de democracia inexistentes en el país. Esta prerrogativa es esencial para fortalecer la expresión de pluralismo ideológico en un país sesgado por el ocultamiento a la verdad. Un nuevo sistema de información que refleje la nueva realidad chilena camino a un reencuentro con un cauce democrático anunciado por el despertar de octubre.