El 12 de octubre, fecha en que se supone los habitantes del continente europeo entraron en contacto con habitantes de un continente poblado por pueblos y culturas ancestrales, pierde todo significado en el tiempo. Historiadores críticos al hecho de conmemorar esta fecha como “el día de la raza”, por considerarla con fuerte sesgo racista desde la mirada hispana, plantean que el reconocimiento a los derechos propios de los pueblos indígenas no permite una generalización étnico cultural que justifique la celebración.
El encuentro, por los demás violento, que dio lugar a la imposición cultural ibérica a manos de un puñado de conquistadores españoles en territorios del actual continente americano, es negado por una historiografía surgida del mestizaje. El debate sobre el sentido de la celebración colonialista del 12 de octubre ha provocado cambios desde una celebración eurocentrista, hasta la reivindicación de las culturas originarias de nuestros territorios. En la actualidad son escasos los países sudamericanos que conmemoran el “día de la raza” o, en otras palabras, el día de la hispanidad alusivo a la raza o cultura hispanoamericana que supuestamente surgió en el siglo XVI fruto de la transculturización forzosa entre los pueblos indígenas americanos y el español.
El propio concepto del vocablo “hispanidad”, propuesto en la década de los años veinte por el sacerdote español residente en Argentina, Mons. Zacarias de Vizcarra, ya en ese entonces era considerado “poco feliz y algo impropio”, al punto que paulatinamente fue reemplazado por el de “español” en la propia España, mas no en algunos países de nuestra región que siguen usándolo. El historiador Juan Paz y Miño señala que el término de Hispanidad proviene de la celebración de España, “que es una fecha de recuerdo del inicio del coloniaje, no es una celebración”. Mientras que para el catedrático afroecuatoriano Félix Preciado, en la actualidad los nombres de Día de la Raza o Día de la Hispanidad no tienen significación. Este fue un concepto acuñado para celebrar la ocupación de España en los territorios que hoy son nuestras repúblicas. Y el Día de la Raza es otro eufemismo, para seguir glorificando una supuesta superioridad de los europeos sobre los americanos, fundado en lo racial».
Bien hace Paz y Miño al reflexionar en tormo a las polémicas históricas que «podría pensarse que son términos del pasado. El problema es que tienen una faz muy actual. Basta considerar las propuestas de reformas laborales planteadas por el alto empresariado, que no cree en esenciales derechos para los trabajadores; y observar, además, que durante el levantamiento indígena y popular de los primeros doce días de octubre de 2019, entre las más acomodadas cúpulas sociales y económicas del país, pero particularmente en Guayaquil, hubo expresas voces de clasismo y racismo, que veían una “horda peligrosa” que amenazaba sus propiedades, su paz y su democracia, así como a indígenas que lo que debían hacer es “regresar a sus páramos».
Mas allá de las desaveniencias semánticas, la realidad histórica de América Latina muestra a un continente que cada día debió tomar conciencia de su condición, cuya independencia de la corona española no significó para algunos historiadores, una auténtica liberación, ni menos la conformación de una nueva sociedad construida con valores distintos al modelo feudal heredado del conquistador que hubiera dado lugar a formaciones sociales diversas.
Al cabo de 500 o más años de la llegada de Colón a nuestro continente, y luego de dos siglos de “independencia” y organización de la institucionalidad republicana, Latinoamérica muestra un panorama nada alentador. Según referencias actuales de un documento del Banco Mundial titulado Pobreza y prosperidad compartida, 29 millones 100 mil habitantes de la región viven con menos de un dólar y 90 centavos al día. Ese mismo informe constata que en América Latina hay 26 millones 400 mil desempleados, lo que aumentó con pérdida de 3 millones 700 mil trabajos desde el inicio del periodo de cuarentena por el Covid-19.
Este continente al que todavía le falta tomar cabal conciencia de su realidad histórica, que aun vive en la herencia “hispana” conmemorando fechas desprovistas de significado emancipador de los rezagos del pasado, se apresta para enfrentar un futuro desolador en los próximos años cuando 5 millones de 200 mil latinoamericanos serán empujados a la pobreza extrema. En términos globales, los índices del Banco Mundial apuntan a que habrá 150 millones de personas más en pobreza extrema en los dos años siguientes. Esto implica que ocho de cada 10 nuevos pobres serán de países de ingreso medio de nuestro continente.
Es hora de revisar nuestra historia, en los hechos y en los anales de una historiografía que registra acontecimientos que no reflejan la realidad de lo que somos y de lo que aspiramos ser, de cara a un futuro que amenaza con repetirse como tragedia cuando no como farsa.