A medida que el Covid-19 campea por el mundo cada día la sociedad aprende algo nuevo sobre la epídemia del siglo, y la humanidad se apresta a enfrentar una segunda oleada planetaria de contagios, surgen nuevos enfoques teóricos sobre esta enfermedad provocada por el virus SARS-CoV-2 en el ámbito médico y social. Diversos países se anticipan a recibir un segundo rebrote viral y están volviendo a restringir actividades sociales y ordenando cuarentenas.
Una gran paradoja es que el Covid-19 nos pone en la disyuntiva de protegernos del contagio del virus o reactivar las economías deprimidas por la inactividad en cuarentena. En otra palabras, sobrevivir o morir, sin términos medios. Frente a esta extrema alternativa está quedando en evidencia que las causas del mal superan a los síntomas en impacto social y económico. Por obvia razón, los llamados sectores vulnerables lo son no por razones estrictamente médicas sino por causas socio-económicas; es decir, el Covid es un virus que amenaza a todos pero de manera especial a los más pobres, sin condiciones ambientales de higiene, sin acceso a los sistemas de salud privados mientras los sistemas públicos colapsan. Bien se puede colegir que el Covid-19 es otra contradicción capitalista o, al menos, agudiza las contradicciones existentes en el sistema socio-político sustentado en la privacidad de la vida donde todo se compra con dinero, y derechos como la salud no son una prerrogativa humana, sino un negocio, propiedad privada a la que se accede según el estatus adquirido en la sociedad.
Por esta razón en medio de la disyuntiva entre reactivarnos económicamente o contagiarnos virulentamente, sobrevivir o morir, todas las estrategias para contener el avance de los contagios resultaron demasiado limitadas, según constatan los científicos. «Todas nuestras intervenciones se han centrado en cortar las vías de transmisión viral, para controlar la propagación del patógeno», en estos términos definió la situación Richard Horton, editor jefe de la prestigiosa revista científica The Lancet. La afirmación de Horton pone énfasis en una realidad hasta hace poco inadvertida o abiertamente negada por líderes mundiales capitalistas: si bien por una parte existe el SARS-CoV-2 que provoca el Covid-19, también hay una serie de enfermedades no transmisibles que interactúan en un contexto social y ambiental caracterizado por una profunda iniquidad.
Evidentemente, el contagio es mucho mayor en comunidades empobrecidas e impedidas de cumplir con normas higiénicas y distancia social. Estas condiciones aumentan, exacerban el impacto de estas enfermedades -señala Horton- y por esta razón debemos considerar al Covid -19 no como una pandemia, sino como una sindemia. El término es un neologismo que combina los conceptos de sinergia y pandemia y fue acuñado por el antropólogo médico estadounidense, Merrill Singer, en la década de los años 90, y con el cual se explica que dos o más enfermedades interactúan de forma tal que causan un daño mayor que la mera suma de ambas.
Esta combinación hace que “el impacto de la interacción esté, además, facilitado por condiciones sociales y ambientales que juntan de alguna manera a las dos enfermedades o hacen que la población sea más vulnerable a su impacto». La interacción con el aspecto social es lo que hace que no se trate sencillamente de una comorbilidad.
Por eso es que en países como EE.UU o Brasil, con gobiernos neoliberales que no quieren quitarse la venda de los ojos para reconocer las condiciones sociales de sus regímenes excluyentes de iniquidad y pobreza, el Covid ha provocado un mayor impacto cobrando muchas más vidas de las previstas. Y por esta razón vemos que las estadísticas «oficiales» sobre contagios y muertes por el coronavirus son apenas una cruel y embustera jugarreta intelectual en boca de voceros inclinados a los modelos matemáticos, a la especulación tecnocrática, sin ver más allá de sus cálculos las implicaciones causales socioeconómicas.
En el consumo de drogas inyectables combinadas con enfermedades de transmisión -sida, tuberculosis- la combinación amplifica el daño. Del mismo modo que coexiste en el cuerpo el coronavirus que interactúa con una variedad de enfermedades preexistente como diabetes, cáncer, problemas cardíacos, entre otras, donde se observa un índice desproporcionado de resultados adversos en comunidades empobrecidas de bajos ingresos y minorías étnicas. Enfermedades como la diabetes o la obesidad que son factores de riesgo para el Covid-19, son más comunes en individuos de bajos recursos, concluye Tiff-Annie Kenny, investigadora de la Universidad Laval, de Canadá. Los científicos se preguntan si no es este el caso de la mayoría de las enfermedades y responden que, en cuanto a la interacción biológica, no es necesariamente siempre así.
De allí que la pandemia de Covid-19 no se resuelve únicamente “por la vía médica”, estiman investigadores que analizan la situación actual desde el marco conceptual de la sindemia. En el aspecto social, el elemento clave de una sindemia es que añade la interacción de las enfermedades.
Está comenzando una segunda ola de estallido social en América Latina y ocurre en el contexto de la sindemia del coronavirus. Esto significa que analizar la situación a través del enfoque sindémico, permite a los investigadores pasar de la aproximación de la epidemiología clásica sobre el riesgo de transmisión, a una visión de la persona en el contexto social. Esto implica un progreso en la respuesta político sanitaria que amerita dar a la enfermedad para frenar el avance y el impacto del coronavirus. Una posición compartida por muchos científicos que creen que en la lucha contra la sindemia Covid-19 es crucial poner atención a las condiciones sociales que hacen que ciertos grupos sean más vulnerables a la enfermedad.
La reveladora enseñanza es que si realmente queremos acabar con esta crisis sanitaria mundial cuyos efectos han sido devastadores en la población, en la salud y en la economía, o con futuras pandemias de enfermedades infecciosas como sida, ébola, SARS, zika o coronavirus, tenemos que abordar las condiciones subyacente que hacen posible una epidemia y ahora una sindemia. En otras palabras, atacar las causas no solo los síntomas. «Tenemos que abordar los factores estructurales que hacen que a los pobres les resulte más difícil acceder a la salud o a una dieta adecuada», señala Singer. El riesgo de no hacerlo es enfrentarnos con otra pandemia similar al Covid-19 en el poco tiempo que toma que una enfermedad existente escape del mundo animal y pase a los humanos. Richard Horton editor de The Lancet, es concluyente: «No importa cuán efectivo sea un tratamiento o cuán protectora una vacuna, la búsqueda de una solución para el Covid-19 puramente biomédica fracasará. A menos que los gobiernos diseñen políticas y programas para revertir disparidades profundas, nuestras sociedades nunca estarán verdaderamente seguras frente al Covid-19».