La historia la escriben aquellos que la sobreviven. Y es leída como episodios escritos por vencedores de gestas contadas conforme sus intereses. En la narración historiográfica existe una marcada tendencia a disputar protagonismos históricos y mostrarse imprescindibles en sus anales. La conmemoración del 9 de octubre de 1820, considerado por historiadores como “un acto cívico militar de gran importancia que permitía el avance de las luchas libertarias en América del Sur”, no está exenta de debate.
Para algunos estudiosos el 9 de octubre ”llegó a constituirse en el primer acto en firme que se dio con el ánimo de independizar a la Presidencia de Quito del domino español”. Quienes así piensan refieren los acontecimientos de ese episodio en los siguientes términos: La ciudad de Guayaquil era un puerto importante que contaba con una guarnición de 1.500 hombres, en su gran mayoría naturales de la provincia que simpatizaban con la causa independentista. En aquella época llegaban al puerto el Mayor Miguel de Letamendi y los capitanes Luis de Urdaneta y León de Febres Cordero, oficiales degradados del batallón Numancia por sus tendencias antirrealistas. El 8 de Octubre de 1820 los conspiradores deciden pasar de las ideas a la acción y la madrugada del 9 de octubre el capitán Febres Cordero toma el cuartel de Granaderos, sin encontrar resistencia alguna. Ese día se organiza una Junta de Guerra presidida por Luis de Urdaneta, se nombra a Olmedo como Jefe Político y al teniente Gregorio Escobedo como comandante militar. Finalmente, el 8 de noviembre los diputados de la provincia de Guayaquil se reúnen y conforman la Junta de Gobierno definitiva, compuesta por José Joaquín de Olmedo como presidente, Rafael Jimena y Francisco Roca como Vocales, y Secretario de Junta Francisco Marcos.
Existe una versión extendida de la historia en el sentido de que el eco de la revolución de octubre retumbó en todos los rincones de la patria, y los jóvenes criollos que organizaron las primeras tropas para intentar dar la independencia llevaron a los pueblos del interior nuevos alientos y esperanzas. Sin el 9 de octubre en Guayaquil, no habría el 24 de mayo en Quito. Esa es la controversia de los historiadores.
En virtud de la verdad histórica nada habría sido posible en el proceso independentista ecuatoriano sin el influjo del quiteño Eugenio Espejo, médico y periodista que concibió los fundamentos libertarios del país. Espejo, en noviembre del 1791, ayuda a fundar la Sociedad Patriótica de Amigos del País de Quito donde se discuten problemas agrícolas, educativos, políticos y sociales, además del desarrollo de las ciencias físicas y naturales. Esa es la fragua donde germinan las ideas revolucionarias y libertarias de la época que conducen a la Independencia ecuatoriana del yugo español. Allí reconoce origen el proceso revolucionario de Quito y la serie de eventos ocurridos entre 1809 y 1812 que tiene lugar en el territorio de la Real Audiencia de Quito, considerados como la semilla de los movimientos independentistas que terminaron por conformar la actual República del Ecuador.
Como antecedentes, la historia registra capítulos conocidos como Primer Grito de Independencia, Masacre del 10 de agosto de 1910, Segunda Junta de Gobierno y Estado de Quito. La ciudad de Quito, capital de Real Audiencia, había sido el escenario de varias revueltas políticas y levantamientos contra los españoles. Y en 1592 los quiteños se levantaron en la llamada Revolución de las Alcabalas contra los impuestos de aduana. Otro motín, la Revolución de los Estancos, tuvo lugar en 1765 por similares motivos. La población indígena desde sus organizaciones también protagonizó varios motines contra la Corona a lo largo de los siglos.
La primera Junta de Gobierno Autónoma que se creó en el territorio de la Presidencia de Quito dio inicio al proceso revolucionario que se extendería hasta 1812. Esta revolución, tuvo lugar en la ciudad de Quito el 10 de agosto de 1809, por la acción de un grupo de sublevados que formaron una junta de gobierno provisional. A este evento se le conoce en el Ecuador y países de la región como Primer Grito de Independencia Hispanoamericano.
Jorge Núñez Sánchez, director de la Academia Nacional de Historia, invita a una nueva lectura de la historia cuando sugiere que “la revolución del 10 de agosto de 1809 es solo comparable en importancia a la segunda etapa de ese esfuerzo de liberación nacional, que comenzó en Guayaquil el 9 de octubre de 1820 y culminó otra vez en Quito el luminoso mediodía del 24 de mayo de 1822”. La verdad histórica consigna que la victoria de Antonio José de Sucre en las faldas del Pichincha es el hecho que consolida el proceso libertario. Proceso que tiene apoyo de patriotas guayaquileños quienes, una vez que logran independizar a su ciudad del yugo español, establecen la Provincia Libre de Guayaquil dirigida por José Joaquín de Olmedo, dictan una naciente Constitución como Reglamento Provisorio de Gobierno y arman un ejército denominado División Protectora de Quito para buscar la independencia de los otros pueblos. El significado del 9 de octubre radica en el sentido de unidad de propósitos que anima a los protagonistas costeños y serranos a iniciar una gesta que influyó en la libertad, no solo del territorio nacional, sino además del continente sudamericano.