El mundo de la fantasía está de luto. Ha muerto Quino creador de Mafalda. Pero además, estamos de luto los amantes de esa fantasía inteligente provista de exquisita imaginación. Y evocando al dibujante argentino Joaquín Salvador Lavado -Quino- nos preguntamos con Mafalda, la pequeña que creo hace 56 años, ¿Cuántas cosas puede tener adentro un lápiz? La respuesta la tendría acaso Quino desde aquella noche en 1935 en Mendoza, en que sus padres lo dejaron a él y a sus dos hermanos al cuidado de un tío para ir al cine. El tío, dibujante publicitario, para entretener a sus sobrinos comenzó a hacer dibujos.
Quino con tres años de edad se dio cuenta de que él también dibujaría la vida, en la vida. Sin sospechar que, junto a su vocación, nacía una leyenda que duraría más de medio siglo dibujada en viñetas, traducidas a más de 35 idiomas y publicadas en libros escritos e ilustrados por su labor inagotable, hasta que uno de cada dos argentinos tuvieran un libro suyo. Esa labor creativa se interrumpió a la muerte de Quino, a sus 88 años, luego de un accidente cerebro vascular que lo afectó hace unos días.
Quino había comenzado a dibujar a los 6 años de edad, rodeado de una infancia donde la fantasía estuvo presente como una realidad tangible y sublimada por sus padres andaluces y republicanos que oían la radio con noticias de la Guerra Civil española y una abuela que les narraba historias comunistas. A los 10 años de edad, Quino pierde a su madre aquejada por un cáncer, tres años más tarde también pierde a su padre por un infarto, entonces queda al cuidado de su tío que lo motiva en el oficio del dibujo. Inicia su carrera como dibujante viajando varias veces a Buenos Aires a tentar suerte en revistas, periódicos y agencias publicitarias que no muestran mayor interés por sus caricaturas. En la capital sobrevive en pensiones compartidas con otras personas, persistiendo en encontrar un trabajo que mejorara su situación.
En noviembre de 1954, a sus 22 años de edad, consigue que la revista Esto es, publique uno de sus dibujos, acompañado de una sentencia: “Revélase un nuevo dibujante argentino de penetrante ingenio en la línea lacónica”. Ese sentido suyo de sincretismo y brevedad gráfica sería su estilo por siempre. Agudeza y síntesis era la fórmula que surgía premunida de creatividad como en uno de sus célebres dibujos de dos monjes que trabajaban la tierra y alzan la hoz y el martillo, entrecruzados en el aire, escandalizando a su superior. Otra de sus voladuras quedaría plasmada en la reproducción del Guernica de Picasso que dibujara en una de las paredes de su estudio. Cerca del cuadro colgaba un cartel que decía: “Por razones de timidez no se aceptan reportajes de ninguna índole”. Renuencia que corroboraría años más tarde al reconocer que eligió dibujar “porque hablar me cuesta bastante”.
Su carrera continuaba con esfuerzo y es en 1957 que es contratado por la revista Rico Tipo para la que realiza caricaturas políticas. Años más tarde, en 1962, es presentado por un amigo en la agencia publicitaria Agens que estaba tras un profesional que dibujara una historieta para la línea de electrodomésticos Mansfield de Siam Di Tella, próxima a lanzar al mercado. El nombre de la caricatura principal de la historieta debía comenzar con MA, como la marca, y representar una familia de la clase media argentina. Es cuando Quino propone la figura y el nombre de Mafalda. La campaña nunca salió al aire, pero nacía el personaje de tira cómica más célebre de Latinoamérica. El nacimiento estuvo asistido por un amigo de Quino -el periodista Julián Delgado- que le pidió una caricatura para publicar en el semanario Primera Plana. Quino buscó en un cajón de su escritorio de donde salió la nena Mafalda, para ser presentada a los directivos de la publicación.
Mafalda se estrena en sociedad en un ejemplar publicado en Primera Plana el 29 de septiembre de 1964. Como dato anecdótico la caricatura sería publicada por última vez en el semanario Siete Días, el 25 de junio de 1973, y Quino muere al día siguiente de la fecha de su primera aparición, cincuenta y seis años después, luego de publicar 1.928 tiras cómicas protagonizadas por la pequeña que fueron traducidas a más de 10 idiomas.
Durante su existencia de más de medio siglo, Mafalda imprimó su personalidad de exquisita agudeza e ironía, como la emblemática conversación en la que le enseña a Miguelito que el tolete de un policía es “un palito de abollar ideologías”. La caricatura morocha argentina vivió en el papel de revistas, periódicos y fue impresa en tazas, camisetas, agendas y en artículos de venta en tiendas de artesanos y en aeropuertos internacionales. La nena mendocina representa el aspiracional de lo que queremos conseguir socialmente en nuestros países. Quino concibió un personaje típicamente argentino, pero tan universal como logró ser. Mafalda nace en el seno de una clase media, tiene padres y un hermano. Vive situaciones cotidianas frente a las cuales su agudeza formula preguntas y da respuestas cargadas de ironía crítica de la sociedad de su entorno. En diálogo con su madre agobiada por los quehaceres domésticos de lavar, planchar, limpiar la casa, le pregunta qué haría si viviera, mientras tanto su padre compra pastillas para calmar los nervios.
Mafalda debuta en la televisión, en canal 11 de Buenos Aires, pero su creador considera que ya estaba transformada en una “una versión edulcorada” de su personaje original. Quino reconocería más tarde que dibujar tiras cómicas era “una esclavitud muy grande”, a las que dedica la mayor parte de su tiempo investigando el comportamiento de sus lectores en cartas que leía a diario, y donde decía encontrar la pauta de la vida cotidiana. Quino no tuvo hijos con Alicia, su esposa, y siempre se resistió a que le dijeran que era padre de Mafalda, para eso le había creado una familia a la nena: “tengo miedo de arruinarle la vida a alguien que ni le he pedido permiso para crearlo”, dijo alguna vez.
Quino fue un personaje de alguna manera censurado. Sus escritos en España fueron reprimidos cuando la dictadura el franquista ordenó tapar la portada de sus libros. Entonces manifestó públicamente su rechazo a la medida. En Argentina un ministro le solicitó a Mafalda para una campaña de prensa y Quino se negó. A los pocos días un grupo armado rompió la puerta del ascensor de su departamento, Quino decide abandonar el país y radicarse en Milán, Italia, donde permanece varios años con su esposa. En esa ciudad, años más tarde, Umberto Eco fue maestro de ceremonias durante la celebración del 30 cumpleaños de Mafalda. En Milán, Mafalda se convierte en un personaje protagónico de una publicación de UNICEF, una edición internacional de la Declaración de los Derechos del Niño. Mafalda aparece por última vez en una caricatura proclamando “sí a la democracia, sí a la justicia, sí a la libertad, sí a la vida”, subida en un banquito.
En Argentina, Quino obtuvo el reconocimiento de su país, así como en España en la época democrática. La prensa lo resume así: “Fue el primero de los argentinos en ser distinguido con la Medalla del Bicentenario. Fue reconocido por la Ciudad de Buenos Aires, por la Provincia de Buenos Aires y por su Mendoza natal. Recibió el Konex de Platino. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara lo premió con La Catrina, su reconocimiento a la Historieta. La Universidad de Alcalá de Henares le dio el Premio Quevedos, de los más importantes para el humor gráfico hispanoamericano. El Festival Internacional de Cómic de Angulema organizó el 50° aniversario de Mafalda. España le dio el Premio Príncipe de Asturias”.
Para muchos, Mafalda sobrevive a su creador. Pero en tiempo pretérito que profetiza en su tierra: “Fue corto animado y largometraje televisivo. Fue envoltorio para caramelos ácidos y juego para computadora cuando los juegos venían en disquetes. Fue propuesta como Ciudadana Ilustre porteña en 1988 pero, dada su condición de ficción, el proyecto no fue aprobado. Fue cara de campañas para promover la lactancia materna. Es mural en el pasaje que conecta el tren subterráneo A con el D en Buenos Aires, y una plaza en Colegiales lleva su nombre. Cuando se cumplieron cuarenta años de su creación, cada uno de los diez libros que compilan sus viñetas diarias llevaban, sólo en Argentina, dos millones de ejemplares vendidos.”
Alguna vez le preguntaron a Julio Cortázar qué pensaba de Mafalda y respondió: “No tiene ninguna importancia lo que yo piense de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”. La pequeña caricatura se volvió referente de los latinoamericanos. Un ícono de cuánto podemos reflexionar para ser mejores y que nos recuerda en su famosas viñetas: “¡Buen día! ¿Ya se han abolido las injusticias terrestres?”, o sentada al lado de la radio que trae noticias angustiantes de la guerra de Vietnam, diciendo: “Quiero felicitar a los países que conducen la política mundial”, y en la viñeta siguiente remata: «Así que espero que alguna vez haya motivos”.
Mafalda la más célebre creación de Quino se convirtió en el espejo en el que vernos. Coincidir con su pensamiento se volvió un ideal. Nadie nos inventa lo que nos inventó Quino: un paradigma de cambiar para mejor. Y todo eso estaba adentro de su lápiz. Ni más, ni menos.