Existe la tentación política de hacer aparecer a Donald Trump como un villano singular, culpable de todos los males de este mundo, empezando por los de su propia nación norteamericana. Y ese impulso tiene origen en los EE.UU, más aun en periodo electoral que inspira a los estadounidenses a expresar su rechazo a Trump en las encuestas que dan por ganador al demócrata Joe Biden.
El impulso de tratar de convertir las travesuras fiscales de Trump en una historia personal ocupa sin duda la primera plana de la prensa norteamericana, precisamente, porque es el tema de actualidad electoral en los EE.UU. Y además resulta un poderoso argumento en contra del presidente que busca la reelección en noviembre de este año. Pero es un argumento de campaña incompleto si solo se trata de posicionar a Trump como un villano singular, que si bien merece duras criticas por su gestión, no se puede olvidar el hecho de que es un sistema que está detrás del presidente. Una cultura política que permite a personas adineradas -como el propio Trump- estafar al país por una suma de 266 mil millones al año.
Las declaraciones de impuestos de Trump son solo un ejemplo escandaloso de la conducta de un charlatán vociferante, como de un sistema fiscal que fomenta dicho comportamiento, según constata Jacobin, una voz líder de la izquierda estadounidense, que ofrece perspectivas socialistas sobre política, economía y cultura.
La prensa norteamericana se pregunta ¿Cuánto se enriqueció Donald Trump en el 2017? La respuesta comienza constatando que Trump encabezó un proyecto de ley de recortes de impuestos masivos que fue duramente cuestionado por brindar beneficios a los más ricos. El asunto fue conocido mediáticamente como Corker Kickback, cuyas indagaciones buscaban conocer cuánto se enriqueció Trump con esa disposición específica que fue diseñada para beneficiar a los inversionistas inmobiliarios. El asunto fue un sucio trato entre el senador republicano Bob Corker, magnate inmobiliario que apoyó el proyecto de ley, y el equipo de gobierno de Donald Trump actuando desde la Casa Blanca.
Los políticos republicanos del Congreso y los magnates inmobiliarios podían enriquecerse con una disposición relacionada con el sector de negocios que controlan, sin importar el conflicto de intereses entre los intereses inmobiliarios y las responsabilidades gubernamentales del presidente Trump, principal proponente del proyecto de ley. En ese momento Trump, y hasta la actualidad, ha supervisado vastos imperios inmobiliarios, y los legisladores que redactan el proyecto en el Congreso, tienen decenas de millones de dólares en participaciones relacionadas con bienes raíces. La disposición con dedicatoria les permite a los propietarios de grandes complejos arquitectónicos deducir un porcentaje de sus ingresos “transferidos” de sus impuestos, señalan los expertos. He ahí la trampa.
La pregunta obvia es, a partir de la declaración de impuestos de Trump -que tributó poco más de 700 dólares- ¿exactamente cuanto se benefició personalmente con la ley tributaria que él mismo impuso?
Un informe proveniente de la Oficina de Presupuesto del Congreso norteamericano señala que entre 2011 y 2013, no se pagaron $ 381 mil millones en impuestos cada año en los EE.UU. Y una investigación reciente de la Universidad de Harvard muestra que el 1% superior de los perceptores de ingresos es responsable del 70% de la brecha fiscal. En otras palabras, la franja más rica de la población de los Estados Unidos de Norteamérica, está privando al público estadounidense de aproximadamente $ 266 mil millones de dólares en ingresos fiscales todos los años.
Un cálculo matemático simple demuestra que hay alrededor de 1,6 millones de hogares en el 1% superior, lo que significa que entre este grupo de ingresos, la tasa de fraude fiscal es de aproximadamente de 166 mil dólares por cada hogar. Esta brecha es el resultado directo de los enormes recortes que hicieron los republicanos al presupuesto de ejecución del Servicio de Impuestos Internos, que motivó la generosa caída en picada de las tasas de auditoría para los super ricos.
Las escandalosas declaraciones de impuestos de Donald Trump son un ejemplo imponente de la conducta de un estafador público, como del sistema fiscal que lo ampara. Esto motiva la interrogante política final, ¿está preparado el país del norte para sacar a Trump de la Casa Blanca, impedir las estafas masivas, sino también para cambiar el código fiscal para que ya no enriquezca más a los ricos y esquilme al pueblo estadounidense?