Lenin Moreno planteó el veto total al Código Orgánico de la Salud, en una suerte de flirteo político con el Opus Dei y los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica. Un juego necesario a ver si le devuelve en algo la imagen perdida en encuestas. Un manoteo de brazos desesperados, la secreta vanidad del político desgastado que no se resigna a asumir la realidad de su estatura popular.
¿A cuenta de qué, Lenin Moreno tiene necesidad de congratularse con los sectores más conservadores de la sociedad ecuatoriana? Acaso en busca de un epílogo menos bochornoso para su impopular gobierno. El gobierno de nadie. O de unos pocos que se quedan a bordo para lanzar un último salvacueros al mandatario mientras el barco se hunde en el oprobio de la historia.
El veto presidencial al proyecto del Código Orgánico de la Salud “causó sorpresa” entre algunos legisladores como el Presidente de la Asamblea Nacional, y a otros confirmó lo que ya se sospechaban, después de que hace un mes el Pleno de la Legislatura aprobara el documento con 79 votos a favor, 8 en contra y 48 abstenciones, tras 8 años en debate.
La ley en cuestión que garantiza la atención urgente y prioritaria de salud a todos los ecuatorianos venía siendo debatida desde el 2012 y ahora con el veto total del Ejecutivo debe esperar un año, al menos, para volver a debate parlamentario. César Litardo, principal del Legislativo, replicó en Twitter: «El pleno cumplió con su trabajo; no podremos tratar nuevamente este tema en un año».
Moreno presentó el veto total por cuanto, según sus asesores, “el proyecto de ley contiene un extenso desarrollo de temas de índole técnico en materia de salud que adolece de varias imprecisiones que van desde definiciones erróneas hasta una estructura institucional del Sistema Nacional de Salud poco clara en cuanto a competencias y responsabilidades. Además, señala en el oficio que este Código carece de una verdadera actualización en cuanto a enfoque y contenido, conforme los requerimientos”.
El coordinador del colectivo Imparables, que promovió el COS, Wilson Merino, señala que “la aprobación del Código Orgánico de Salud no es una conquista de la Asamblea Nacional ni de los legisladores que se tomaron 8 años para discutir una ley tan importante para el país”, sino que es el resultado de la “presión social y de la ciudadanía” que nunca claudicó a lo largo de estos años. “Uno de los ejemplos son las más de 159.000 firmas de respaldo que permitió a los Imparables, en el 2017, llegar a la Asamblea Nacional para presentar la primera iniciativa popular normativa en materia de Salud (Proyecto de Ley de Lucha Contra el Cáncer). Esto logró que la voz de la ciudadanía sea escuchada”. Si bien la aprobación del Código de Salud se da a destiempo, responde más a temas políticos, al proceso preelectoral y la falta de legitimidad que tiene la Asamblea Nacional frente a la aprobación de leyes importantes en estos cuatro años de gestión, señala Merino.
Es evidente que la presión social de diversas organizaciones de la sociedad civil (de mujeres, pacientes, etc.) han impulsado reformas y la inclusión de varios artículos en el proyecto. La conquista de este código también es gracias a ellas, que han estado desde siempre luchando en la progresión de sus derechos. Si el Código de Salud se ha aprobado es gracias a la resistencia de la ciudadanía, al no desmayar, al ser insistentes y empujar todo el tiempo para que este cuerpo normativo se debata. No obstante, hay muchos temas que quedaron por fuera y el mismo contexto de la pandemia empuja a replantear varios asuntos que respondan a la profunda crisis sanitaria que vive el país. Por lo tanto, de cara al futuro hay un sin número de desafíos que tienen que seguir motivando a que la ciudadanía siga participando y movilizándose en democracia por tener un Código de la Salud.
El veto presidencial total al proyecto del Código Orgánico de la Salud, viene a retardar inaceptablemente el derecho de la ciudadanía a contar con mayores recursos legales y económicos para la prevención y promoción de la salud pública en el Ecuador.