A propósito de hoy, 25 de septiembre, fecha en que se oficializa el día de Manuela Sáenz, Jonatás y Natán, mediante una Resolución del Consejo Metropolitano de Quito, han transcurrido casi 30 años, cuando una mañana con Nela Martínez visitamos y recorrimos la Hacienda Catahuango, la antigua propiedad de la patriota quiteña.
Faltaban dos o tres meses para la publicación de la primera edición de mi novela “Manuela” (octubre 1991), y caminábamos los dos conversando por los corredores solitarios y abandonados de la casa. Hablábamos acerca del destino incierto que tenía esa casa de hacienda ─en ese momento administrada por la Curia y la Fundación Matilde Álvarez de Fernández Salvador─, cuyas condiciones de aislamiento y deterioro eran notorias, y la desidia e inoperancia de las “autoridades competentes” (incompetentes) formaban parte del mayor de los desafíos para resolver un destino patrimonial. Ese fue el tema central de nuestra conversación sobre los proyectos posibles que giraban alrededor de la casa de Manuela Sáenz, en Amaguaña alta. Mantengo muy presente lo que Nela me dijo esa mañana: “Esta debería ser una casa latinoamericana para las mujeres, un lugar de reunión, de eventos importantes, de investigación, de cultura, de historia y trabajo”.
Después de que han transcurrido casi tres décadas de ese episodio, esa misma casa, que debió hace mucho tiempo ser recuperada, restaurada y puesta en valor como patrimonio histórico, continúa solitaria y en silencio. Me dijeron hace un par de años que fue parcialmente restaurada, pero que su destino de uso y propiedad era incierto, porque Catahuango estaba enredada en litigios y asuntos legales, sobre los cuales ahora desconocemos su desenlace. Paradójicamente estaba involucrada la Curia, una de las entidades opuestas al pensamiento de Manuela y de Nela.
Hace unos cinco o seis años, la prensa difundió la noticia (una crónica roja histórica y patrimonial) de que se había realizado una operación policial para desalojar a invasores de tierras que se habían tomado la hacienda Catahuango. Esa nota de prensa hablaba de la pérdida y destrucción de una buena parte de los legajos y otros documentos históricos antiguos ─escrituras y otros papeles de la hacienda a los que tuve acceso en 1989, durante mi investigación para escribir “Manuela” ─, que hasta entonces habían permanecido guardados en el estante de una de las habitaciones de la casa de Manuela Sáenz Aizpuru. Después de esa noticia, no se supo más de lo sucedido en esa hacienda patrimonial.
De acuerdo con lo que menciona la Resolución del Consejo Metropolitano de Quito, a partir de este 25 de septiembre de 2020, la hacienda Catahuango será objeto de atención especial, recuperación y promoción como patrimonio histórico de los quiteños, para lo cual será planteada una intervención integral de este legado histórico y arquitectónico que se encuentra localizado en la parroquia de Amaguaña.
Estaremos atentos para saber qué sucederá al fin con esta historia confusa que ya forma parte del espíritu de la heroína quiteña, y también del sueño que tuvo Nela Martínez en sus avatares políticos y literarios antes de que se iniciara la incertidumbre de este milenio.