Las expresiones colonialistas adoptan diversas formas, unas burdas y otras más sutiles. La reciente decisión del museo Pitt Rivers, de la Universidad de Oxford, de retirar de sus exhibiciones una muestra de cabezas humanas de tribus ancestrales de Ecuador y de Perú, es reconocido por sus representantes como un “proceso de descolonización”. Sin embargo, la retirada de los cráneos reducidos en tamaño, tradición de la tsantsa guerrera de la nacionalidad Shuar en la Amazonía ecuatoriana, es histórica. Y la historia del centro está relacionada al imperialismo británico, por lo que Van Broekhoven, directora del museo, considera que no «puede rehuir conversaciones difíciles». La directora afirma que esta colección refuerza estereotipos de «salvajismo» y «primitivismo» en lugar de un entendimiento profundo de estas culturas.
La muestra de cabezas reducidas es una de las más importantes del museo Pitt Rivers, exhibida por más de 80 años, la misma que ha atrae al público por su carácter “impactante y macabra”. La colección forma parte de un conjunto de cabezas humanas del tamaño de una naranja, reducidas para conservarse como trofeos de guerra. Las piezas en cuestión fueron recolectadas por exploradores europeos durante sus viajes al continente sudamericano. La historia de las cabezas reducidas, al igual que la decisión de retirarlas, es un tema complejo.
La historia registra que una vez cortada la cabeza, los Shuar hacían una incisión en la parte posterior del cráneo y arrancaban la piel. Luego quitaban los ojos, los músculos y la grasa y en seguida cocían la piel humedeciéndola con agua caliente de río. Luego reducían los rasgos faciales con piedras al calor y reimplantaban el cabello. Consideradas como piezas “exóticas” por los exploradores europeos, esta práctica ancestral dio lugar a un comercio negro de cabezas. Una tsantsa podía llegar a costar más que un arma de fuego, considerada de alto valor en trueque. El lucrativo tráfico comercial de piezas estimuló las falsificaciones de cabezas, no solo de los Shuar sino de cadáveres robados en las morgues de la ciudad. El gobierno ecuatoriano puso fin al tráfico ilegal de piezas reducidas en la década de los años sesenta.
Términos claramente colonialistas eran empleados para referirse a esta costumbre cultural amazónica Shuar: en el imaginario popular occidental, películas y libros retratan a las culturas amazónicas como «horripilantes, asesinas, bárbaras e incivilizadas». Sin duda que la recolección de cabezas humanas podría considerarse como «parte del proyecto colonial» con el cual Occidente buscaba probar su superioridad sobre otras culturas y justificar el colonialismo.
Si bien la historia suele ser vista a través de los hechos, también es cierto que la historia está escrita por individuos. La historia de las cabezas reducidas fue escrita en los registros del museo británico por coleccionistas de élite; en su mayoría hombres blancos que fueron allí a reforzar sus ideologías, según reconocen los propios directivos de la institución. El tema abre un debate en torno al hecho de que si un museo debe o no guardar testimonios históricos “para recordar atrocidades”, como tantos museos occidentales que guardan muestras del exterminio nazi contra los judíos en el campo de concentración de Auschwitz. No es el caso del museo Pitt Rivers, muy vinculado a la expansión imperial británica y como tal, no exento del mensaje racista que implica el retiro de las piezas amazónicas de sus muestras.