El 11 de septiembre en Chile se ha institucionalizado como la efeméride del golpe de Estado militar que derrocó al gobierno popular de Salvador Allende en 1973. Como toda fecha histórica, el 11 de septiembre adquirió elementos invariables en la memoria colectiva de los chilenos, pero este año, según coinciden diversos analistas, no será lo mismo. El cambio en la conmemoración viene dado por la crisis pandémica, los estallidos sociales que han tenido lugar desde octubre pasado y la espera del plebiscito por una nueva Constitución que tendrá lugar el 25 de octubre.
Si bien el carácter trágico de la fecha evoca el inicio de la dictadura militar de 17 años que dejó una secuela de millares de muertos y desaparecidos, sin que hasta hoy se aclare el destino de su paradero, la posibilidad de cambiar los rezagos de esa etapa de represión y violencia conservados en la Constitución pinochetista vigente desde 1980, genera nuevas expectativas en Chile.
Hoy día, el 11 de septiembre se conmemora en un contexto marcado por una fuerte polarización social en Chile. Cuando se recuperó la democracia en la década de los 90 existía un clima de consenso sobre la imposibilidad de nuevos quiebres democráticos. Hoy a medio siglo de esos hechos el consenso se ha diluido, afirman los analistas.
En todos estos años se han acumulado razones para no olvidar el proceso que antecede a la actual situación, y que hace que este 11 de septiembre sea una ocasión propicia para canalizar el malestar social. Hoy no sólo se cuestiona el Estado democrático convertido en eufemismo en Chile, además la pandemia ha generado un aumento del descontento entre diversos sectores de la población.
Los chilenos reclaman mecanismos reales de participación y expresión ciudadana bajo un innegable clima de desconfianza en las autoridades puestas en tela de juicio. A esto se suma la memoria de la dictadura y su herencia ideológica y política plasmada en la Constitución actual. La potencial reactivación del estallido social que en Chile no se diluye, está latente y espera la oportunidad de resurgir una vez que la pandemia lo permita.
El proceso político social en que se encuentra los chilenos, exige el establecimiento de un Estado que ampare y promueva los derechos sociales, políticos, económicos y pluriculturales. El Estado en este inédito proceso constituyente deberá levantar sus estándares hasta ahora conocidos y ser genuinamente democrático de principio a fin. El Estado tiene que ser y estar al servicio de todos, bajo un modelo de Constitución y orden público que persiga un desarrollo equitativo del país, con especial acento en los derechos fundamentales y pluriculturalidad.
El plebiscito de octubre es una oportunidad de catarsis social que permita eliminar de la sociedad chilena aquellos rezagos antidemocráticos del pasado dictatorial. Una oportunidad de participación desde la voz de las mayorías y de las disidencias. Este 11 de septiembre carga de sentido al plebiscito de octubre, como el inicio de una nueva historia para los chilenos.