Se dice con frecuencia que el Estado mantiene una deuda endémica con la cultura y sus diversos actores y manifestaciones; que luego de abandonar los gobiernos sus obligaciones estatales, la cultura se la ha sumido en una larga noche de abandono, falta de recursos, ausencia de políticas. O peor, la implementación de una política de abandono que ha condenado al sector cultural a una crisis sistémica, sin precedentes en la historia del país. En la actual coyuntura, gestores, trabajadores y promotores culturales han confluido en un frente por la cultura, UNES-Cultura, con el propósito de conjugar creativamente ideas, propuestas e iniciativas que permitan concebir políticas culturales públicas que, eventualmente, hagan parte de un Plan cultural impulsado desde un gobierno progresista en el Ecuador.
Pavel Égüez, pintor muralista quiteño, ex Consejero Cultural de Ecuador ante los gobiernos de Brasil y Venezuela, integrante de UNES-Cultura, reflexiona frente a estos temas en un conversatorio con Sandra Segura de M-Sur que, de todos modos, echa luces sobre un tema trascendental para la vida nacional desde su visión de artista y promotor cultural.
Consultado acerca de cómo se concibe la cultura desde una mirada progresista, Égüez empieza reconociendo que a partir de un “modelo neoliberal implementado de manera perversa”, el sentido de lo público ha sido relegado, en cuanto a servicios y obligaciones únicas que solo el Estado puede cumplir, como por ejemplo implementar y encargarse de un Sistema de Nacional de Cultura, de museos, de bibliotecas o de servicios culturales que están contemplados en la Constitución del 2008. Como artista, gestor y trabajador de la cultura, Égüez pone énfasis en que “un plan de gobierno del progresismo, en el que la cultura tiene que ser algo trascendente, fundamental, no solamente transversal, sino que tiene que tener la simbología de lo que implica la lucha contra el neoliberalismo, y una propuesta fundamentalmente cultural”.
Égüez sostiene que las políticas publicas lo único que han hecho es “desmantelar el Estado, con recortes donde existe más de un millón de desempleados, cientos de miles de personas que por desempleo han tenido que salir de la seguridad social y en el campo de la cultura la crisis económica y la crisis de la pandemia han hecho que el sector esté atravesando los más difíciles momentos, un sector que se debate entre la precariedad y la angustia porque no hay políticas públicas que favorescan al sector cultural ante la situación que está atravesando».
-La mayoría de artistas entendemos que el país se había estado rehabilitando en sus instancias culturales, había crecido el nivel de emprendimiento en los 10 años anteriores y, de alguna manera, había un ambiente propicio para que se creen nuevos emprendimientos, todos esos emprendimientos culturales ante las políticas neoliberales están destrozados, denuncia Égüez.
En la actual situación, la vida de los artistas y de los gestores es absolutamente dramática porque no cuentan ni con un ministerio de Cultura que afronte estos difíciles problemas, ni con una política pública que, incluso, salve humanitariamente a los artistas, señala el pintor.
-Existen políticas y un discurso equivocado del ministro actual que hizo entender a la ciudadanía que invertir en arte era lo peor que se podía hacer en la pandemia. Es decir, ese discurso donde la ciudadanía reaccionó contrariamente a la inversión de lo público en el arte motivó que muchos artistas sean señalados, porque la política pública del ministerio fue absolutamente equivocada.
Égüez señala como ejemplo a Francia y Espáña, países en los que la pandemia ha hecho que se destinen enormes recursos para salvar la gestión cultural y la vida de los artistas, con enormes presupuestos, porque la cultura es vista como una actividad que no puede morir, una actividad que no está ligada a la mercancía, sino que está “ligada al infinito conocimiento humano”.
-La cultura no es una mercancía que se agota cuando uno hace una transacción, –puntualiza Égüez-, sino que cuando se genera cultura todos ganamos, los que hacen y los que reciben la simbología y la sociedad que se enriquece con todos estos valores que propicia la cultura. Son valores esencialmente humanitarios, valores que piensan en la libertad, la diversidad, la interculturalidad, como ejes fundamentales de la actividad cultural.
UNES-Cultura mantiene una acción de ruptura con todo lo que representa el actual gobierno que, según dicen, les ha llevado a los artistas a semejante precariedad. En tal sentido, han concebido un Plan de Gobierno sobre el sector de la cultura que lo entregarán al candidato progresista Andrés Arauz.
El Plan en sus aspectos esenciales se propone “refundar el ministerio de Cultura, con un ministro que lo deja en soletas, sin políticas públicas, que ha destruido toda iniciativa, que ha consagrado a la burocracia cultural y que no ha implementado nada a favor del sector cultural”.
–Creo que con un programa de un gobierno progresista, la cultura tendrá que ser un eje fundamental, porque de ahí surgen otros temas que para el progresismo son fundamentales. Por ejemplo, tenemos que pensar que la cultura tiene que enriquecer a toda la población. Tenemos que pensar en las responsabilidades públicas sobre, por ejemplo, temas como el sistema nacional de bibliotecas o de museos, como el plan del libro y la lectura que ha sido un fracaso en estos cuatro años de gobierno, señala Égüez.
El Plan cultural sugerido contempla programas que no están pensados para beneficiar solo a ciertos gremios de artistas o de gestores; por el contrario, se plantea la multiplicidad para llegar a todo el Ecuador y sus regiones. El proyecto sugiere políticas públicas pensadas no en pequeños sectores, sino en mayorías. Un ejemplo es lo que proponen en relación con una campáña de fomento del libro y la lectura, concebida no solamente pensando en las editoriales y escritores, sino en los 17 millones de personas para que tengan acceso al libro, que no debe ser costoso, ni favorecer su comercialización a ciertas “industrias culturales”, basadas en los preceptos de la llamada “economía naranja”.
En sus contenidos, el Plan incluye una reflexión del sector cultural sobre la Ley de Cultura, que en la Constitución señala derechos fundamentales que el Estado debe asumir como tarea trascendente. No obstante, durante 10 años los ministros de Cultura no tenían una ley, entonces cada ministro actuaba a su voluntad. La ley fue aprobada a fines del año 2016, pero el actual gobierno “no tomó en cuenta la ley”, según manifiestan los gestores culturales.
-La ley ha sido botada a la basura, – dice Égüez– ni siquiera se ha modificado el reglamento de cultura. Estamos caminando con una ley que puede tener algunos problemas y puede no gustar a todo el sector cultural, porque si bien es cierto se debatió mucho, la ley nunca contempló todos los requerimientos del sector cultural. Creo que tenemos que empezar a asumir una reflexión sobre la ley, si es que esta es una ley que no nos gusta tendríamos que reformar ciertas cosas, pero no podemos desbaratar la institución cultural, más bien tenemos que hacer lo que no ha hecho este gobierno, respetar una ley y cambiar un reglamento de cultura.
Uno de los aspectos prioritarios que plantea el Plan es el que dice relación con la seguridad social de los trabajadores de la cultura. En tal sentido, además, se propone fiscalizar al ministerio de Cultura que debe ser el organismo que fije políticas al respecto. Los artistas, gestores y promotores culturales deben estar amparados por la seguridad social. No obstante, según señalan los trabajadores de la cultura, “lo único que se ha hecho es quitarle la responsabilidad al Estado sobre el rol de la seguridad social en al ámbito cultural. No es suficiente decir “afíliese voluntariamente”, a un trabajador cultural que vive en total precariedad.
En sus aspectos institucionales, el Plan propone crear un Sistema Nacional de Cultura que fomente los servicios culturales, fortaleciendo la Casa de la Cultura con una actividad cultural permanente. En el plan se concibe al ministerio de Cultura, no como un gestor cultural, sino como un “ente planificador de políticas culturales”.
-Entonces si no lo ha podido hacer tendremos que refundar el ministerio y los servicios tienen que estar en la ciudadanía. El gobierno tendrá que generar esas políticas. Solo un gobierno progresista va a tener esa preocupación por el resto del país. Con estos terribles males de la pandemia y estos terribles males sociales y económicos que el gobierno ha desarrollado, solamente el arte y la cultura puede ser un espacio de recuperación de estos sentidos donde podamos llegar a niños, a jóvenes y ancianos, pero fundamentalmente la cultura tiene que llegar a los más pobres. Un país que no se encargue de dar servicios culturales a los más pobres no puede avanzar. Tenemos un compromiso de hacer un plan de gobierno cultural pensando en los más pobres, en donde tiene que llegar el libro, el cine, el teatro a los que más necesitan ahora la cultura, que están angustiados por este gobierno, señala Égüez.
El sector cultural tiene conciencia de que la existencia de un eventual gobierno progresista se encuentra desde ya con trabas al interior del CNE que ha impedido la postulación de algunos de sus candidatos. Pavel Égüez manifiesta que “desde el sector de la cultura lo único que podemos defender es la democracia, y esa democracia tiene que verse expresada en las urnas; necesitamos un proceso lo más transparente, un proceso que no esté viciado por estas formas de fraude anticipado”.
En tal sentido levantan la voz los sectores culturales progresistas para defender la expresión democrática desde su quehacer cultural, puesto que “el neoliberalismo tiene voceros desde la cultura muy importantes, y porque ademas esos voceros tienen una amplificación enorme a través de los medios que adulan al poder”. Esos voceros -dicen- cuando proponen sus tesis más conservadoras neoliberales los medios se los amplifican, desde la palabra de Vargas LLosa hasta escritores o periodistas ecuatorianos que son los intelectuales de la derecha neoliberal. En esta lucha los artistas e intelectuales progresistas se hacen presente para “no dejar que solamente sean las voces del neoliberalismo las que hagan el discurso sobre la cultura».
-Uno de los desastres de la política es que los políticos no saben nada sobre los temas culturales no tienen un bagaje cultural, no son públicos, no son lectores, no son espectadores del arte y eso hace que la cultura esté en un terreno fangoso donde, generalmente, los políticos se alejan de todas las manifestaciones culturales y se desentienden cuando se habla de este tema de políticas públicas. Al neoliberalismo no le interesa que haya fomento de la cultura, solo le interesa que la cultura sea expresada en estos grandes medios de comunicación y que la cultura esté en el tema de la cultura de masas, donde a partir de eso desarrollar una ideología que representa a ese neoliberalismo.