Hoy se conmemoran 50 años de que el pueblo chileno eligiera a Salvador Allende Gossens como el primer presidente socialista que llegaba al poder por elección popular el 4 de septiembre de 1970. Allende en la historia ocupa el lugar del médico que dedicó su vida a la lucha revolucionaria desde muy temprana edad y que la brindó, generosamente, combatiendo en el Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973. Las puertas de la historia de abren para recibir en sus anales al revolucionario consecuente, al Presidente mártir, al militante ejemplar que dejó una impronta de paradigmática trayectoria política. Sobre Allende se ha dicho y escrito mucho, y no hay duda de que se haya convertido en el líder revolucionario que encarna en su persona los más altos valores humanos, ideológicos y políticos.
La figura de Salvador Allende trasciende su tiempo histórico, la época convulsa de los años setenta para un continente y un país como Chile, que protagonizó uno de los procesos revolucionarios más singulares en la historia de la humanidad. Allende no adviene a su tiempo por mera coincidencia, su presencia es el fruto de una vida militante y de las condiciones históricas particulares de un país convulsionado por la injusticia, en cuya respuesta surge la presencia de Salvador Allende como el adalid de las transformaciones revolucionarias que lidera en su patria.
Salvador Allende Gossens había nacido en el seno de una familia de clase media el 26 de junio de 1908 en Santiago de Chile. Hijo de Salvador Allende Castro, abogado extrovertido y reconocido por sus reuniones sociales en las que siempre era el centro de atención y de Laura Gossens Uribe, una católica devota. El abuelo de Salvador Allende fue Gregorio Allende Garcés, luchador en las guerras de Independencia chilena, desde donde forjó una tradición política nacionalista hacia sus herederos.
Salvador fue el tercero de seis hermanos. Sus primeros diez años de vida los pasó en la ciudad norteña de Tacna y a los 11 años se mudó junto a su familia a la ciudad de Iquique. Ahí no estuvo mucho tiempo, ya que a los pocos meses partió a Santiago, para estudiar en el Instituto Nacional. En 1922, y con tan solo 14 años, se movió con sus padres a Valparaíso, lugar donde pasó la mayor parte de su juventud y adolescencia y el lugar donde terminó sus estudios escolares en el Liceo Eduardo de la Barra.
Corría el año 1939. Allende se encontraba reunido en una logia masónica cuando comenzó a temblar. Todo el mundo en Santiago salíó a las calles y fue en ese momento en el que Hortencia Bussi, se cruzó con Salvador. Un grupo de amigos en común los presentó en medio del desastre natural y fue así que este encuentro fortuito los unió para siempre. Juntos tuvieron tres hijas: Carmen Paz, Beatriz e Isabel.
Beatriz se convirtió en uno de los confidentes políticos más cercanos de su padre. Militante en la izquierda extrema, Beatriz fue un puente entre su padre y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Ella permaneció a su lado en la Moneda el día del golpe hasta que él la obligó a abandonar el asediado palacio presidencial. Marchó al exilio en Cuba con su esposo, un diplomático cubano, que dirigió el Comité de Solidaridad Antiimperialista chileno con sede en La Habana.
Isabel también siguió el camino de su padre hacia la política socialista después de estudiar sociología en la Universidad de Chile. Al igual que su hermana Beatriz, corrió a la Moneda el 11 de septiembre de 1973, mientras se desarrollaba el golpe, y abandonó el edificio solo cuando Allende se lo ordenó. Siguió a su madre al exilio en México y regresó a Chile en 1989. Fue elegida, como socialista en la Cámara de Diputados en 1994, se convirtió en senadora en 2010 y, en marzo de 2014, fue elegida la primera mujer presidenta del Senado.
Las biografías de Salvador Allende afirman que su despertar político empezó en su adolescencia, tras conocer a Juan Demarchi, un carpintero que llega a Chile a inicios del siglo XIX y que creía fuertemente en las ideas anarquistas. Demarchi le mostró una filosofía de vida revolucionaria y lo sumergió en la vida de la lucha social. Ambos se juntaban a jugar ajedrez, y a pesar de la diferencia de edad, compartían largas conversaciones sobre cómo debería ser el Estado chileno.
Salvador Allende, a sus 18 años de edad, decide estudiar medicina en la Universidad de Chile, en 1926. En la universidad su vocación política se hace más fuerte. Su compromiso médico por mejorar la salud de los pobres lo fueron llevando al socialismo, hasta que en sus jornadas de medicina práctica, al ver la pobreza en Chile, aprende que definitivamente ese es su camino a seguir. Participa en Avance, un grupo de estudiantes compuesto en gran parte por socialistas y comunistas que intentaron llevar a la Federación de Estudiantes de Chile a la izquierda. Esta fue, sin duda, su consagración en los movimientos sociales y políticos. Sus compañeros de esa época recuerdan la capacidad del joven Allende para captar la atención de la gente, a través de una increíble oratoria.
Corría el año 1933 y el Partido Comunista de Chile sufría una crisis: ex miembros expulsados, miembros del partido descontentos y un grupo de socialdemócratas decidieron alejarse y formar su propio partido político, el Parrido Socialista que se convertiría en el nuevo hogar político de Salvador Allende. Con solo 28 años, se embarcó en la primera campaña política y fue así que a su corta edad se convierte en parlamentario de la Cámara de Diputados. Un año después de este primer triunfo, el Presidente de la época, Pedro Aguirre Cerda, lo nombra Ministro de Salud. En esta nueva responsabilidad, el joven Allende se hizo cargo de una comisión de expertos que examinó las leyes de seguridad social y discapacidad de Chile y presentó una propuesta de mejora. En 1945, Salvador Allende obtiene un escaño en el Senado, tras su paso como Ministro. En el senado, Salvador Allende continúa abogando por los derechos de los trabajadores y los campesinos, el fortalecimiento de los programas de bienestar social y la nacionalización de las compañías de cobre de propiedad estadounidense. En el Senado se convirtió, en 1954, en presidente de la Comisión de Salud y fue elegido vicepresidente de la cámara alta, y en 1966 presidente de los senadores.
La lucha de Salvador Allende por alcanzar la presidencia de Chile lo hace recorrer un largo camino en diversas campañas fracasadas. El año 1951 la coalición Frente del Pueblo, recién formada en Chile y que unía a los partidos Comunista y Socialista, eligió a Salvador Allende como su candidato presidencial. En 1958, socialistas y comunistas se volvieron a unir, esta vez en la coalición Frente de Acción Popular (FRAP), y eligieron por segunda vez a Salvador Allende como candidato. En esta segunda oportunidad estuvo cerca de alcanzar la Presidencia (perdió por solo 33.000 votos). Tras dos derrotas, Allende no se rindió. Aún en el Senado, siguió haciendo campaña por todo Chile y difundió sus ideales con elocuencia y personalidad. Hay una anécdota que resume muy bien sus valores: en una parada de campaña, una mujer campesina se agachó para besar el dobladillo de sus pantalones y Allende, muy molesto y avergonzado le dijo a sus compañeros políticos: “No soy un mesías y no quiero serlo, quiero ser visto como una opción política, un puente hacia el socialismo”
El FRAP elige a Allende una vez más en 1964 como su candidato presidencial, pero esta vez la política chilena se encontraba en un escenario completamente distinto: La revolución cubana había movido influencias en todo América Latina y Chile no era la excepción. El camino del socialismo ahora encontraba una opción real en la gente.
Tras su tercera derrota en 1964 hacia la presidencia, Allende no se rindió y estaba convencido de que en las próximas elecciones lograría que el socialismo ascendiera al poder por la vía democrática. Una nueva coalición se estaba formando, la Unidad Popular, que ya no solo tenía a los socialistas y comunistas, si no que también integraba al Partido Radical. Allende, luego de intensas gestiones por la unidad de la izquierda marxista y sectores cristianos, logró ser el candidato de la Unidad Popular en 1970.
Era la medianoche del 4 de septiembre de 1970 cuando le informaron a Salvador Allende que con un 36,6% de la votación se ubica en primer lugar de las elecciones presidenciales, superando al candidato de la derecha, Jorge Alessandri, por 39,000 votos de los casi 3 millones emitidos.
Con un discurso de victoria frente a miles de personas que lo acompañaron en ese momento, Allende dijo: “Solo soy un hombre, con todas las debilidades de un hombre. Acepto la victoria no como algo personal. Le debo este triunfo al pueblo de Chile que estará conmigo cuando ingrese a La Moneda. Cuando entre en La Moneda cumpliré el compromiso histórico de hacer realidad el programa de la Unidad Popular”. El 24 de octubre, el Congreso confirmó al candidato de la UP como el nuevo Presidente de Chile.
Allende siempre tuvo claro sus objetivos políticos: apoyar a los productores nacionales por sobre las empresas multinacionales; apoyar las pequeñas empresas por sobre los monopolios; y entregar tierras a los campesinos para que las trabajaran. Durante la mayor parte de su primer año en la Presidencia, esta estrategia funcionó en gran medida según lo planeado. El Congreso votó por unanimidad para nacionalizar el cobre, a través de una reforma constitucional en julio de 1971, y para fines de año, el Estado controlaba más del 80% de la producción total en minería.
El gobierno aceleró sustancialmente el proceso de Reforma Agraria y financió programas que Allende había defendido desde la década de 1930: distribución de leche a familias pobres, atención médica y educación, seguridad social y vivienda. Las primeras expropiaciones industriales comenzaron a fines de 1970, y las empresas ingresaron al sector estatal, a través de una variedad de mecanismos, pero principalmente la compra de acciones. A principios de 1972, el gobierno popular había adquirido alrededor del 70% de sus empresas industriales seleccionadas y un porcentaje similar del sector bancario.
Allende convocó a un grupo de tecnólogos chilenos y británicos para construir un sistema informático para administrar, en tiempo real, el creciente número de empresas del sector estatal, con la intención de aumentar la participación de los trabajadores en la administración y aumentar la eficiencia en un momento en que Chile tenía solo cincuenta computadoras en el país.
Por un tiempo pareció tener éxito con sus reformas. Si bien los gastos en servicios sociales casi se duplicaron con respecto al promedio de 1965-1969, disminuyó el desempleo y las familias más pobres comenzaron a ver los beneficios. Aún así, los sectores más ricos, no estaban nada conformes con lo que ocurría en el país. Chile, no obstante, comenzaba a dar los primeros pasos hacia una sociedad mas justa y solidaria, eran los albores del socialismo chileno. El sueño de Salvador Allende comenzaba a ser realidad.