Quien olvida la historia está condenado a repetirla. Parece un epitafio pero es una alerta al país que nos recuerda que la historia se repite una vez como tragedia y otra vez como farsa. El país ha recibido con cierto escepticismo la alianza electoral del movimiento CREO y el PSC, alianza que representa un innegable regreso al pasado y que, al mismo tiempo, obliga a un ejercicio de la memoria colectiva para comprender los alcances de este hecho político sin precedente en las últimas décadas: el pacto de sectores oligárquicos del país, miembros de grupos económicos, empresas exportadoras y banqueros propietarios de entidades financieras y bancarias privadas. Todos ellos representados por dos organizaciones -movimiento Creo y Partido Socialcristiano-, cuyos antecedentes políticos los vinculan a hechos de funesta recordación en la historia ecuatoriana.
Una alianza que, en apariencia, refleja el sentido gregario de la oligarquía que se une cuando se siente amenazada, pero que lo hace esencialmente en defensa de sus intereses económicos formando una coalición que responde más bien a un pacto de negocios. Lasso busca la presidencia para gobernar en función de los intereses del sector bancario que representa, y Nebot consolida y encuentra apoyo de su aliado a su propuesta de consulta popular, mediante la cual quiere legitimar, entre otras cosas, la flexibilización del IESS y favorecer intereses comerciales del sector agroindustrial al cual se pertenece. No obstante, esa alianza que en el presente implica la defensa de intereses económicos sectoriales concretos, tiene una significación política que la frágil memoria puede hacernos olvidar.
La alianza liderada por dos de los políticos más fogueados y, por tanto, más duchos del país, tiene la connotación de un pasado al cual se pertenecen y representan históricamente. Para decirlo en dos palabras, Jaime Nebot y el Partido Socialcristiano tiene en su ADN la pertenencia a una organización que auspició y llevó al poder a León Febres-Cordero, cuyo regimen pasó a la historia y que los ecuatorianos y la comunidad internacional recuerdan por ser responsable de la violación a los derechos humanos y represión que implementó entre los años 1984-1988.
León Febres Cordero llevó adelante un gobierno de terror que puso al servicio de sus intereses a la fuerza pública para, a nombre de la estabilidad del Estado, aplicar una política de muertes extrajudiciales, torturas y desapariciones. Todavía en la memoria de los pueblos se mantiene vivo el sangriento episodio en contra de la agrupación Alfaro Vive Carajo, en el que fueron acribillados salvajemente, entre otros, los dirigentes Consuelo Benavides, Fausto Basantes, Arturo Jarrín; más tarde la desaparición de los hermanos Restrepo a manos de efectivos de la Policía Nacional y sus grupos especiales, hechos a los que se suman la conformación de escuadrones de la muerte en varias zonas del país, la brutal represión emprendida contra las manifestaciones estudiantiles y populares que se levantaban en contra de la política antipopular y neoliberal implementada por Febres Cordero y su gobierno y la política de torturas que emprendió en contra de los dirigentes. Los medios de comunicación y periodistas que no coincidían con el gobierno fueron duramente perseguidos. Treinta y siete emisoras fueron, momentáneamente, clausuradas en el período 1984-1988, para que no emitieran información en los momentos más conflictivos que vivió el país. Febres Cordero impidió que el canal 5, en frecuencia VHF, saliera al aire pese a que había cumplido con todos los requisitos legales.
Segun investigación de una Comisión de la Verdad en esa época el organismo registró 118 casos graves violaciones a los derechos humanos con un total de 456 víctimas, de las cuales 269 sufrieron privación ilegal de la libertad, 365 torturas; 86 violencia sexual; 17 desapariciones forzadas; 68 ejecuciones extrajudiciales y 26 atentados contra la vida. La represión del gobierno de León Febres Cordero tuvo como marco la Doctrina y Ley de Seguridad Nacional que fue expedida por el triunvirato militar (1976-1979). Esta doctrina, importada de los institutos militares de Estados Unidos de América y Brasil, partía de la tesis de que al interior de la sociedad había un enemigo interno, al que había que neutralizar o incluso eliminar. Esa es la cuenta que tiene que saldar el PSC con el país y con el pueblo ecuatoriano.
Guillermo Lasso, en cambio, por su flujo sanguíneo corre un torrente que empobreció al país durante el feriado bancario, cuya responsabilidad comparte con otros banqueros y políticos -Yamil Mahuad y Gustavo Noboa- que significó la ruina para millones de ecuatorianos. Lasso fue superministro de Economía del gobierno de Mahuad y vocal de la Junta Bancaria que tuvo activa participación en el feriado bancario. La crisis financiera produjo aproximadamente un 70% del cierre de las instituciones financieras del país. En 1999 el sucre perdía su valor por 195%. Las pérdidas económicas ascendieron a 8.000 millones de dólares. El ingreso per cápita del dólar había caído por 32% durante aquel año. El desempleo aumentó de 9% al 17% y el subempleo se incrementó del 49% al 55%. Fueron utilizados 1.6 mil millones dólares de los fondos del Estado para los bancos que quebraron. El medio circulante aumentó a una proporción anual de 170% para pagar a los depositantes de los bancos quebrados. El Estado asumió los costos a la población a través de diversos mecanismos, entre ellos, la reducción del gasto social y la elevación del costo de los servicios. La inestabilidad económica e institucional dio origen al mayor éxodo migratorio en la historia del Ecuador. La ola migratoria se concentró principalmente en el noreste de EE.UU, al igual que en España e Italia. En un reporte de 2008, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) informaba que de Ecuador habían migrado 1.571.450 personas. Según la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y el Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas, tan solo entre 1999 y 2007 emigraron de Ecuador un poco más de 950.000 personas, fenómeno social que dio lugar al peor drama familiar de los ecuatorianos en la historia del país.
Que la frágil memoria no nos traicione. Esa memoria huidiza de la que padecemos los pueblos y que ha sido la responsable de que seamos, de una u otra forma, cómplices de la repetición de nuestra propia tragedia histórica.