El 4 de septiembre de 2020, Chile conmemora 50 años del triunfo de la Unidad Popular, proceso político que llevó al poder a Salvador Allende, primer presidente socialista en la historia que gana por la vía electoral. Hoy, cuando el país de la estrella solitaria enfrentará un plebiscito en octubre para reformular su Constitución, los chilenos evocan la vigencia del pensamiento y acción de Allende y del programa de gobierno de la Unidad Popular.
En los años setenta la concepción principal del programa revolucionario de la coalición popular chilena consistía en conseguir la “democracia económica”, replanteando el rol central del Estado en la economía y un reconocimiento formal de que la política burguesa no es capaz por sí sola de cumplir aquella tarea. El pensamiento de Allende completaba el esquema tomando ciertas conclusiones de Marx relativas a una necesaria “supresión de las clases sociales, la socialización de los medios e instrumentos de producción y el derecho a la propiedad privada en lo que a “bienes de uso y consumo” respecta.
En lo económico, la producción planificada caracteriza una sociedad socialista en Chile de esos años, capaz de producir bienes de uso que son distribuidos según la cantidad de trabajo realizado y aportado por cada hombre. El programa del gobierno de Salvador Allende se proponía utilizar la legalidad existente; el gobierno, como producto de la vía electoral institucional vigente, inició un proceso de transformaciones sociales bajo el supuesto de que Chile era una excepción a la regla. El presidente Allende en entrevista de televisión realizada por un canal europeo, manifestaba: “Por los cauces legales, vamos a hacer una revolución (…) hemos dicho que vamos a cambiar el régimen capitalista para abrir camino al socialismo, porque sabemos perfectamente bien que el socialismo no se impone por decreto”.
La tesis de que Chile era una “excepción” en la historia social mundial, sin embargo, no coincidía con los hechos históricos y procesos políticos del siglo XX vividos en el país. La historia chilena registraba una guerra civil, golpes de Estado, dictaduras militares, inestabilidad política, sangrientas matanzas del Estado contra el movimiento obrero y campesino. El pueblo chileno en respuesta había protagonizado huelgas generales a inicios de siglo XX, revueltas obreras y populares en los años 50 y 60 con protagonismo del campesinado que realizó masivos levantamientos en el campo.
A inicio de la década del 70, el 4 de septiembre de 1970, Allende llega al poder con un “gobierno popular, antimperialista y democrático” que contó con el apoyo de los trabajadores, su fortaleza real, donde la correlación de fuerzas a su favor en elecciones sindicales, cerca del 70% de los votos, era muy superior a las del proceso electoral.
Según la Constitución chilena la candidatura ganadora debía ser ratificada por el Congreso dominado por la oposición a la Unidad Popular. El frente político de izquierda integrado por fuerzas marxistas, cristianas y progresistas, logró un acuerdo con la Democracia Cristiana plasmado en la firma de un “estatuto de garantías” que posibilitó el apoyo de la DC a la Unidad Popular en el parlamento. Allende fue ratificado como presidente electo, y posicionado el 4 de noviembre de 1970 como primer mandatario de Chile. En el ínterin la oposición puso en marcha un plan para impedir el ascenso de Allende. El presidente estadounidense, Richard Nixon y las transnacionales norteamericanas, cuyos intereses estaban en juego, implementaron el crimen político en un operativo llevado a cabo por la CIA que culminó en el secuestro y asesinato del Jefe del Ejército, general René Schneider, con el objetivo de hacer reaccionar a las FFAA en un intento golpista. Simultáneamente, se puso en acción una guerra psicológica, con presión económico financiera, sobornos y desestabilización callejera del régimen de la Unidad Popular recién inaugurado.
Allende en el poder ratificó la vocación democrática de su gobierno y en la práctica entendía al socialismo “a la chilena” como una forma perfeccionada de la democracia, principio que inspiro la Vía Chilena al socialismo. Allende lo expresaba en los siguientes términos: .“La democracia política es infecunda en la hora actual, la democracia económica y social es un imperativo.”
La visión era clara. La Unidad Popular reconocía que el socialismo no significaba ruptura de la democracia y del Estado de derecho, sino su plena realización al no renunciar a su carácter revolucionario, poniéndola al servicio de las mayorías y de la lucha de clases. Allende concebía una revolución latinoamericana profundamente humanista, a fin de que la compartan y comprendan la gran mayoría de los ciudadanos, al preocuparse de la realidad, de la vida opaca y gris, sin destino ni juventud del hombre común latinoamericano y darle un futuro de trabajo, salud y educación. Allende planteaba que si “en lo económico la tarea consistía en realizar una política de guerra, los chilenos debían tener conciencia de que en el campo político había que afianzar el poder de los trabajadores, como mayor garantía de la democracia, de la libertad y del pluralismo”.
Bajo dicha inspiración los cambios de orientación de la Unidad Popular fueron tan profundos y afectaban de tal modo al funcionamiento del sistema económico, que era imprescindible actuar conforme a un plan participativo y descentralizado. Para lograr y consolidar los resultados económicos, sociales y culturales era vital controlar una parte importante de los excedentes generados. Para cumplir ese objetivo se constituyó una fuerte área de propiedad social y mixta de la economía. La estrategia implementada, en un primer momento, consistió en disminuir las disparidades incorporando masivamente a la población a los procesos de cambio por la vía de la participación popular, de un gran aumento del empleo y de un sustantivo aumento real de sueldos de los estratos de menor ingreso. Una de las tareas inmediatas fue la construcción del área de propiedad social de la economía con el objetivo de reemplazar el modo de producción capitalista mediante un cambio cualitativo de las relaciones de propiedad y de producción. Se iniciaba en Chile una transformación radical en las relaciones de trabajo y en el modelo organizativo, priorizando al hombre de trabajo y su labor creadora por sobre el capital. Este proceso tuvo un significado humano, político y económico sin precedentes, al incorporar grandes sectores laborales a un sistema de propiedad colectiva. Aquello se logró mediante negociaciones, compra estatal de acciones, intervenciones y requisiciones de fábricas con la prioridad de terminar con los monopolios nacionales o extranjeros en el país.
En esa línea de acción Chile dio un paso trascendental con la nacionalización del cobre, principal recurso natural de exportación, proceso que se cumplió a pocos meses de iniciado el gobierno de Salvador Allende, en diciembre de 1970. La respuesta de las empresas transnacionales norteamericanas que explotaban el cobre chileno no se hizo esperar. El gobierno de Richard Nixon orquestó un boicot mundial y provocó una baja sustancial en los precios del cobre en el mercado internacional.
En lo político, la Unidad Popular tenía el desafío de avanzar hacia el socialismo aun habiendo conquistado solo el Poder Ejecutivo. Había que consolidar fuerzas en el parlamento cuya oposición al gobierno era frontal, con todos los medios posibles para frenar al Programa de UP, incluyendo el apoyo de la prensa, acusaciones constitucionales contra ministros y bloqueo de los presupuestos estatales.
La contrarrevolución estaba en marcha con diversas acciones desestabilizadoras callejeras, paro de transportistas y violencia terrorista, incluido ataques a la casa presidencial. En el tercer año del gobierno de Allende -1973- estaba ya desplegado un amplio plan golpista con movilización civil y militar. El 29 de junio de ese año se hizo un ensayo de golpe con la participación de más de 400 efectivos militares que cercaron con tanques de guerra el palacio presidencial para medir la respuesta del régimen. El gobierno de Allende respondió con la movilización popular y con la denuncia internacional de los planes golpistas de la oposición derechista auspiciado por el gobierno norteamericano. Apegado al régimen legal, Allende anunció la realización de una consulta popular para los primeros días de septiembre para que sea el pueblo quien decida si quiere avanzar en los cambios sociales o abortar el proceso revolucionario. A partir de ese instante la reacción opositora buscó la salida militar a la crisis y le puso fecha al golpe de Estado para el 11 de septiembre de 1973.
En el asalto militar al poder resultó muerto Salvador Allende y se inauguró un régimen de terror con la represión masiva y muerte de miles de chilenos y millones de exiliados que abandonaron el país. Pinochet en el poder usurpado por la fuerza de las armas proclamó una Constitución, aun vigente en Chile, en la que se santificó las diferencias sociales, los privilegios de clase y el dominio de los monopolios en la economía, mientras que en lo político se dio paso a una dictadura que proscribió todos los derechos sociales y ciudadanos de los chilenos. Se había puesto fin a la revolución chilena con un golpe de Estado militar que impuso una dictadura terrorista que gobernó el país durante 17 años bajo la represión, la tortura y muerte.
Hoy día Chile se encuentra frente a un plebiscito que deberá ratificar o cambiar la Constitución vigente, el próximo mes de octubre. La tradición de lucha del pueblo chileno inspirado en el ejemplo y los principios de la Unidad Popular, enfrenta la inmejorable oportunidad de provocar un cambio hacia un Estado progresista y democrático. Esta vez el legado histórico de Chile, simbolizado por el ejemplo de Salvador Allende, abre las grandes alamedas por donde transite el hombre libre en el país de la estrella solitaria.