La detención de Abdala Bucaram tiene diversas interpretaciones. Para unos se hace justicia dirigiendo las investigaciones en la dirección correcta de la pista del capo de la corrupción costeña. Para otros, se trata de un show mediático montado con propósitos políticos por el propio gobierno. Quienes así piensan sostienen que, luego del arresto de Bucaram en su domicilio, “lo que debía ser una gran operación de relaciones públicas terminó en fiasco. La detención de Abdalá Bucaram Ortiz, una acción que Ecuador espera desde 1997 debía servir para que la gente vea a una María Paula Romo y Diana Salazar que actúan, que tras el asesinato del testigo clave el patriarca de la mafia no iba a quedar impune, más aún luego de los audios difundidos en el feriado”.
Lo cierto es que la detención del ex presidente lo victimiza y lo convierte de vociferante político en ciudadano conculcado en sus derechos. La imagen del anciano semidesnudo sorprendido en su cama por la policía armada de metralletas, mientras Abdalá dormía con su esposa es una imagen terrorista que impacta en la conciencia del televidente. Canal Uno, supuestamente alineado al bucaramismo, hizo una completa y lacrimosa reseña de lo que llamó “el atropello a los derechos humanos” del político guayaquileño. Y no es para menos, la policía que montaba vigilancia al domicilio de un sujeto que porta un grillete electrónico en su tobillo ¿tenía necesidad de entrar rompiendo puertas con un contingente excesivo armado hasta los dientes para detener a un hombre de tercera edad con problemas cardiacos, según los partes médicos? Evidentemente que no, y esa es la imagen que trascendió en la prensa que se prestó para registrar cada detalle en las cámaras. Teleamazonas, una vez más, puso la caja mediática amplificadora al mensaje subliminal del gobierno. Y la treta funcionó, un ciudadano escribe en redes sociales: “No quedó de otra que solidarizarse con uno de los peores criminales políticos que ha conocido Ecuador, y lo hizo prácticamente todo el espectro político del país. Pero el hecho demostró a la perfección a la verdadera mafia, de la que Bucaram forma parte por supuesto, pero es el cuarto actor y recientemente traicionado”.
Un toma y daca que comenzó, según propias denuncias parlamentarias, cuando a Bucaram y su círculo le entregaron los dos hospitales más grandes de Guayaquil, los del IESS. A cambio los roldosistas y sus fuerzas de choque debían estar a disposición del Gobierno. Eso sucedió cuando Rafael Correa regresó al país para la campaña del NO, en 2018 y los Bucaram rodearon el aeropuerto de Guayaquil, ante la vista y paciencia de la Policía, para amedrentar a los correistas.
El país observa con estupor que ante las denuncias parlamentarias que mencionan a María Paula Romo como la repartidora de los hospitales del seguro social en Guayaquil a Bucaram y su gente, y las casas de salud de Manabi a Daniel Mendoza, no haya prosperado ninguna investigación fiscal en la dirección de aclarar la presunta vinculación de la ministra de gobierno con la corrupción hospitalaria.
En esa trama salta a la palestra la fiscal Diana Salazar, con una amplificación mediática envidiable que la convierte en histriónico personaje de la “justicia” que lleva a la cárcel a quien le conviene, menos a los precisos denunciados con pruebas de convicción suficiente.
Quisieron convertir en un vía crucis el arresto de Bucaram y su posterior comparecencia a la formulación de cargos en el Cuartel Modelo, no sin antes victimizarlo como un paciente cardiaco atropellado en sus derechos. ¿De quién es el “éxito” periodístico de la cobertura, de los canales que acudieron con sus cámaras o del gobierno que montó el espectáculo? La humillación a Bucaram silenciado en sus arrebatos verbales quedó en la retina de los televidentes. La puesta en escena permitió al gobierno distanciare de Bucaram preservando la imagen de Romo su principal supuesto enlace con el político guayaquileño.
La detención de Bucaram, más que una diligencia de la justicia, es una parafernalia oficial que deja entrever los resquicios de una bien concebida estructura delictiva de delincuencia organizada, en la que Bucaram es una pieza ya inservible en la trama de corrupción que ha llevado al país a su peor descomposición.