Un año más es un año menos, se suele decir en un aniversario de vida. Pero en el caso del Teatro Ensayo un año más de vida es eso, un año que se suma a una trayectoria que trasciende el tiempo. Y esa trascendencia viene entronizada con la memoria, con ese ejercicio de recreación que vence el mero registro cronológico para quedarse como paradigma perenne, atemporal. En esa labor de recreación Teatro Ensayo ha trabajado con esa otra memoria, la literaria, que consigna el sentido de lo acontecido en novelas, poesía, testimonio y crónica. Y lo hizo deliberadamente con un afán: “Siempre hemos trabajado pensando en que el teatro y las artes pueden contribuir al progreso y al cambio social”, según la aserción de Antonio Ordoñez.
Desde su fundación en 1964, el Teatro Ensayo desarrolló una propuesta artística marcada por la preocupación por las problemáticas sociales. “No solo hacemos arte por el arte”, dice Antonio Ordóñez, director de la agrupación. Recreando en las tablas obras literarias clásicas de Ecuador y Latinoamérica, así como con creaciones originales, el colectivo ha puesto en escena la denuncia, el testimonio de la discriminación social y racial, la esclavitud, la persecución y la injusticia de las que fueron y son víctimas las minorías sociales.
Al cabo de 56 años de labor artística, Teatro Ensayo ha llevado a escena piezas clásicas de la literatura ecuatoriana, entre otras, Huasipungo, de Jorge Icaza; Boletín y elegía de las mitas, de César Dávila Andrade; El Éxodo de Yangana, de Ángel Felicísimo Rojas; Los cuadernos de la Tierra, de Jorge Enrique Adoum; y Los minúsculos navíos navegando en la memoria, esta última basada en obras de Eduardo Galeano, Joaquín Gallegos Lara y Raúl Pérez Torres.
En un nuevo aniversario del Teatro Ensayo, Antonio Ordoñez reitera el leiv motive del colectivo: “El teatro tiene que servir para algo, siempre tiene que haber un compromiso. Queremos descubrir otras cosas, ya que el teatro no va hacer la revolución, pero va ayudar hacerla”.
Esa convicción radica en los genes del grupo desde su fundación en aquellos días del estallido social de los años sesenta, de la emergente presencia de artistas que habían puesto su gota de sudor para ayudar a cambiar el mundo. Ordoñez evoca, “nosotros nacemos en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en 1964. En ese entonces viene a Quito un experto de la UNESCO, Fabio Pacchioni, y se encuentra con los Tzántzicos, grupo cultural en el que militábamos; Fabio viene un poco a imponer modelos, pero se encuentra con el grupo y es él quien tiene que cambiar”.
En esa historia de constancia y apasionada vocación por las artes escénicas, el proyecto de Pacchioni de crear un teatro experimental se concreta con la creación del Teatro Popular al que integran también miembros del Teatro Ensayo. “El italiano traía el clásico método de Stanilawsky, -recuerda Ordoñez- pero nosotros experimentábamos con el método de Brecht que se convirtió en nuestra forma de ser como grupo de creación colectiva”. Ordoñez ingresa a la Escuela de Arte Dramático en Quito y complementa su formación en Santiago de Chile en los grupos ICTUS e ITUCH junto a realizadores de la talla de Miguel Littin y otros exponentes del teatro mundial que visitaban la capital chilena por esos años.
Al cabo de más de medio siglo de trabajo, Teatro Ensayo ha puesto en escena más de cien obras de teatro y danza con participación de 280 actores y técnicos que hacen de todo: adaptación de locaciones para cada obra, montaje escénico, elementos de tramoya, sonorización, luminotecnia y actuación. Gajes del oficio de preservar la memoria viva sobre las tablas.