A partir del traspié del gobierno en la Asamblea Nacional, en particular el rechazo parlamentario a Romo y Roldán, dos artífices de la política del régimen, cualquiera vaya a ser la figura que adopte el ejecutivo, el gobierno está terminado. Aun cuando Otto trate de recomponer la figura oficial en el centro del ruedo y se lance a la arena electoral, no le será fácil salir airoso de este tercio junto al gobierno.
El gobierno se debate en una crisis de credibilidad y gobernabilidad que se expresa en dos frentes que ya no controla: la emergencia sanitaria y la campante corrupción. Todo lo que emprende en el intento de manejar la crisis pandémica carece de iniciativa y autenticidad. Y ese fracaso tiene un protagonista, el ministro de Salud que no dice esta boca es mía frente al descontrol de la pandemia, y respecto del escándalo de la corrupción en el área de su competencia. Tal es la inhibición silente del ministro que ahora tiene que hacer vocería la ministra Romo para tratar temas de la pandemia, mientras ambos callan frente al descalabro en un ministerio insalubre.
Ese silencio no es otra cosa que una estrategia para eludir nuevos frentes en temas tan sensibles como la pandemia y la corrupción que, a la postre, lucen como dos caras de una misma moneda: la descomposición social del país. El régimen tiene en estos temas una procesión interior con feligreses que se ocultan tras las cortinas de la impunidad. Cortinas descorridas por un solo telonero: el propio gobierno que no hace nada por poner al descubierto a los peces gordos que chapucean en la pecera de la trama de la corruptela oficial. Así los sindicados la están sacando fácil salvados por un gobierno que no da para más, con menos del 15% de apoyo ciudadano y con funcionarios que ya no tienen sangre en la cara para enfrentar sus responsabilidades.
Pandemia y corrupción descontroladas, dos papas calientes en manos del gobierno mientras aumentan las expectativas en el país sobre lo que sucederá cuando la mayoría de territorios salgan de la cuarentena en plena campaña electoral, considerando los millones de desempleados, sectores con hambre y cayendo en la pobreza y tanta gente desesperada, con indignación creciente. Se repite a viva voz que vendrá un nuevo estallido social. Que la pandemia, la corrupción y el desgobierno se combaten en la calle, es una verdad que se fortalece día a día.