A estas alturas la pandemia nos puso en la disyuntiva de reactivar la economía o morir. En la práctica significa la urgencia de poner en marcha el aparato productivo, sin atentar contra la salud y la vida de las personas.
Cuando la OMS declaró al coronavirus como pandemia planetaria, lo hizo presionada por sectores interesados en ralentizar sectores de la economía mundial, según denuncias internacionales. Sin embargo, en la práctica, el Covid demostró tener una mortalidad porcentual menor que una gripe común. Hay dos extremos que se deben evitar: considerar que el virus una vez contraído provoca inmunidad de rebaño, lo cual no está comprobado; y tener claro que no todo contagio termina siendo mortal.
La cuarentena decretada para bajar el índice de contagio ya paraliza más de 50% el aparato productivo mundial. Ninguna cuarenta se puede convertir en confinamiento indefinido, es imperativo salir gradualmente en forma organizada y bajo control del Estado con protocolos sanitarios preventivos, atención hospitalaria suficiente, sistemas funerarios oportunos, y leyes proteccionistas a los sectores más vulnerables. Los gobiernos locales deben garantizar protocolos de movilidad humana, horarios de toque de queda, uso del espacio público, compra venta organizada de víveres, actividades públicas permitidas, etc.
¿Está a punto todo aquello?
Un mal síntoma. Se dijo en el informe 079 del COE que en la capital ecuatoriana las muertes por Covid aumentaron en un 83,3 % en dos días, y que esa situación “estaba prevista por las autoridades”. Esa impúdica constatación es inaceptable. En la crisis sanitaria emergente hay que actuar con criterio preventivo, anticiparse a la muerte, no bastan solo las intervenciones de los sepultureros.
La economía en crisis
Con estas aclaraciones de orden sanitario, bien vale reflexionar sobre las opciones socioeconómicas. La reactivación productiva es un plan desde lo puntual a lo estructural. ¿Qué sectores reactivar primero? Se sabe que hay cuatro rubros económicos que nunca paralizaron, agrícola, alimentos, farmacias e higiene; estos deben ser fortalecidos. Las estadísticas indican que la economía de manera global registra la pérdida de 150 mil fuentes de trabajo formal en cuarentena, es decir, 4 mil trabajos diarios. A lo largo del año 2020 se perderían 650 mil empleos formales. La Cámara de Comercio de Quito calcula pérdidas por 5 mil millones de dólares en el mes de mayo, y en el trimestre ya se pierden 90 mil empleos. El sector productivo registra pérdidas de 8 mil millones de dólares hasta marzo.
El coronavirus agravó la enfermedad crónica de la economía ecuatoriana; ahora se requiere 12 mil millones de dólares para salir de la crisis. El 70% del aparato productivo nacional está paralizado. Actividades de comercio mayor y menor, industria manufacturera, explotación de minas, transporte y almacenaje, deben ser reactivadas. El turismo vio caer en un 55% sus ventas y los floricultores contabilizan pérdidas por 110 millones de dólares. Todos los sectores necesitan ser atendidos, estableciendo prioridades entre aquellos de producción de bienes materiales como inmateriales. El Estado debe pasar del asistencialismo humanitario a la aplicación de políticas públicas de reactivación económica sector por sector. Esa palabreja que se ha puesto de moda, «reinventarnos», hay que convertirla en una realidad con sentido social y económico, a pesar del costo político.
Volver a la nueva normalidad implica, estructuralmente, reformular el modelo de desarrollo económico rescatando el rol regulador del Estado. Las empresas se verán obligadas a revisar sus modelos de negocios. La población debe educarse en el autocuidado adoptando nuevas formas de convivencia e higiene domiciliaria y ambiental. Idealmente, esta trilogía debería funcionar como reloj. Alcanzar acuerdos solidarios entre patronos y trabajadores bajo la supervisión del Estado, para salvar el trabajo y la producción, con prioridad en el principio de salvar primero la vida. Necesitamos una potente campaña educativa que nos indique en qué consiste reactivarnos para vivir.