Siempre se dijo que Ecuador es un país que tiene vocación agraria. En todo caso, una vocación frustrada por diversos factores estructurales propios de la realidad del agro. Cuando uno mira un paisaje rural ve extensiones de tierras, animales pastando, cultivos extensivos, pero no logramos ver los problemas que subyacen debajo de esa tierra. Ahora de cara a la crisis de la pandemia unos dicen que no pasa nada, que en dos meses volveremos a la normalidad, y otros proclaman el apocalipsis del sector de la agricultura.
Las crisis suelen ser una oportunidad. Ese es el mensaje del ingeniero Javier Villacís, ex Viceministro de Agricultura y actual gerente de la empresa Agropaís. Villacís realiza un objetivo diagnóstico y propone una visión estructurada para salir de la crisis del sector de la agricultura agravada por la pandemia. Ecuador sin pandemia enfrentaba ya una crisis estructural en el agro con un 95% de pequeños productores, y el 40% de ellos, agricultores de subsistencia que solo consumen y comercializan muy poco lo que producen. Existe un millón 100 mil unidades de producción agrícola en manos de 2 millones 226 mil personas repartidas en 2 millones 192 mil hectáreas. Hay en el país 2.1 hectáreas por agricultor. Existen ocho millones de personas vinculadas al agro que tienen mano de obra familiar con bajo nivel tecnológico, sin acceso a riego ni a maquinaria. El sector aporta el 8% al PIB del Ecuador, es decir 9 mil millones de dólares de los cuales 6.500 son exportaciones y 3.000 en promedio de consumo interno. Somos un país muy importante como productores de cacao, banano, rosas y camarón. En los años 80, con el dinero petrolero de los años 70, algunos inversores privados innovaron y crearon cadenas de producción que empezaron a inundar mercados, pero las ventajas comparativas del país en tierra, suelos y climas, no se han potenciado en toda su dimensión. Después de cada “boom” seguimos viviendo con pobreza extrema.
La pobreza es el reflejo de los problemas estructurales del agro. El capital humano tiene problemas sociales como drogadicción y alcoholismo, es una población envejecida, poco educada y con salud precaria. No tiene capital patrimonial porque el valor de la tierra no se expresa en la hipoteca en un banco. No tiene acceso a crédito y cuando lo consigue es al 25% de interés. Existe inseguridad legal porque no tienen escrituras. Existe inseguridad física y la delincuencia está presente en el campo permanentemente. En el agro no hay acceso a la tecnología. Existe desnutrición y múltiples enfermedades por un cambio climático con incertidumbres. Hay una gran migración del campo a la ciudad huyendo de las condiciones precarias: un 42% de desempleo absoluto, 3,5 millones de personas que no tienen ningún ingreso, según estudio de marzo del 2020, y se espera que hasta diciembre exista un 60% de desempleo. Ecuador es el primer país de América en deforestar, el 95% de los bosques fueron convertidos en pastizales de ganadería extensiva.
En ese panorama la pandemia es una cuestión de vida o muerte para el sector de la agricultura ecuatoriana. El impacto económico puede provocar una caída del 11% del PIB en el país hasta diciembre, eso equivale a 7 terremotos como el del año 2016 y a 3 feriados bancarios de fines de siglo pasado. Se prevé que la pandemia, luego de copar las ciudades urbanas, se extenderá por el agro. En el agro, con una población envejecida que no tiene información adecuada sobre las medidas de prevención, el Covid provocará una importante incapacidad productiva por morbilidad y mortalidad elevadas. Esto producirá el colapso de la oferta de productos con el consiguiente desabastecimiento y hambruna, y con ella los conflictos sociales y la delincuencia.
¿Identificados los problemas estructurales del agro ecuatoriano, cómo se expresan ahora en la crisis de la pandemia?
-El campo tiene una natural barrera geográfica que lo protege y una baja densidad poblacional, pero la pandemia llega porque llega en dos o tres meses al campo y nos pone vulnerables. Es un fenómeno latinoamericano en un sector que muestra distorsiones que son parte de la evolución que ha tenido el planeta con sistemas hegemónicos. El agro es un reflejo del resto de la sociedad en todos los niveles. Las poblaciones humanas, las civilizaciones se fundan en la agricultura, los primeros alimentos producidos existen cuando las poblaciones nómadas empezaron a establecerse, luego de eso vino la crianza de animales, producción agropecuaria y la minería, allí empiezan a generarse las civilizaciones y desde las eficiencias de esos sistemas se van consolidando las economías mundiales. A medida que se empiezan a especializar y articular en cadenas de producción que generan valor, surgen otro tipo de industrias y actividades económicas que generan riqueza y bienestar de las poblaciones. Nos fuimos quedando atrás por diversos motivos históricos y en Ecuador hay una contraposición de situaciones. Por naturaleza tenemos condiciones privilegiadas para la producción agrícola pero nadie incentiva, no es una producción de grandes volúmenes para el mercado mundial, sino de productos diferenciados por su calidad, especificidad y variabilidad; por su sabor y aroma organoléptico, por ejemplo banano, cacao, atún, todos tienen un valor adicional agregado. Grandes productos tradicionales y de altísima calidad, pero riqueza que no se potencia para el sector primario, por tanto, tenemos algunas cifras que nos dejan pasmados. El sector agrícola que aporta un 8% al PIB, tiene un promedio bajo de producción o de valor generado, de 800 dólares por familia al año. Este es el índice que determina la pobreza del campo. El Ecuador es un emblema de las distorsiones que se dan en el mundo, pero son más evidentes porque en los años setenta nos convertimos en país petrolero cuya producción nos dio participación en un mercado pero no redujo índices de pobreza. Tienes los mejores productos del mundo, pero no tienes sistemas de producción sostenibles, como el caso del café colombiano o la pesca peruana. Ecuador se queda atrás en términos de investigación y se genera riqueza solo para cierto sector empresarial.
En este panorama es evidente la ausencia del Estado y su papel regulador ¿Cuál es el rol que le compete al Estado?
-En los últimos treinta años ha habido diferentes tendencias políticas que han determinado los beneficios y apoyos estatales para el agro. Ha sido demasiado volátil, hay una política muy cambiante en los últimos 30 años. No hay una política pública macro aterrizada en proyectos concretos. Por ejemplo, el programa del cacao de fino aroma fue exitoso, se duplicaron las exportaciones porque hubo una fuerte inversión privada. En el caso del café, hubo un esfuerzo público pero se quedó a la mitad. El papel regulador del Estado se ve en todas las grandes agriculturas del mundo que tienen grandes cantidades de subsidios, pero aquí el tema se volvió algo terrorífico. El papel regulador del Estado tiene que facilitar los accesos a los factores de producción: crédito adaptado al ciclo productivo, tasas de interés preferenciales, asistencia técnica, creación de operadoras privadas en asistencia tecnológica. Pero todo esto requiere de política pública sólida. El papel regulador tiene que ir más allá y discutir el tema de tenencia de la tierra. Los agricultores no tienen cómo hipotecar sus tierras, y el Ecuador se convierte en territorio de terratenientes. Un pequeño agricultor solo no puede ser sostenible. Hay el riesgo de que colapsen las cadenas logísticas alimenticias.
Frente al complejo y extenso panorama de la agricultura es preciso fijar prioridades ¿Cuáles son estas?
-Ecuador está empezando, a través de la Ruta del Agro, a unificar algunos criterios. Se deben hacer planes porque en el país se maneja la “agricultura de la moda”, se siembra lo que un amigo te contó que es bueno; no existe política pública planificada que diga qué producir. Hay que definir como prioridad los productos estrellas y todo el esfuerzo debe sumar hacia ellos. Aquí hay una distorsión: cada cual tiene una estrategia y por eso no tienen los impactos esperados. Y hay que empezar a pensar prioritariamente en crédito accequible, en mercados nuevos, en asistencia técnica y capacitación. Ante esta crisis los sectores productivos del agro estamos en peligro de muerte. Tenemos que hacer un análisis y deponer las posiciones políticas partidistas y actuar en unidad. Estamos en una guerra, tenemos que definir prioridades cómo vamos a sobrevivir y juntarnos todos para hacer lo mismo. Hay un punto importante, están llegando recursos, no se sabe cuánto logren reunir, pero lo que traigan no va cubrir una parte importante del déficit real que tiene el Ecuador que asciende a 10 mil millones. Se irá al gasto corriente y a pasivos, y el sector productivo se quedará mirando. Estamos proponiendo una unificación del sector productivo que tenga un enfoque en la agricultora como elemento esencial. Segundo, que tengamos la urgencia con una sola misión: que los sectores rurales cuente con capacitación, cuenten con insumos de protección ante la pandemia. Y tercero, encontrar una tabla de salvación en cuanto a dotar de capital al sector productivo que está golpeado, con fondos frescos que lleguen de una manera emergente, sin mayores trámites.
¿Qué otros problemas añadió al campo el impacto de la pandemia?
-A nivel económico se ha reducido a cero el sector turístico y floricultor. La producción de alimentos se redujo a cero al principio. Los camaroneros ya venían con problemas y ahora pierden el 40% de sus exportaciones. Todavía no hay una cifra, pero calculo que hasta diciembre habrá de dos mil a tres mil millones de dólares de afectación en las exportaciones. Al comienzo aumentó la demanda, luego bajo, y han cambiado las formas de compra por canales alternativos de comercialización.
¿Se puede hablar de colapso social?
-Más allá del impacto económico que reduce la demanda, la oferta de productos agrícolas se reduce porque los agricultores tienen un riesgo muy alto sin acceso a medicina. Cuando la población rural enferma, simplemente ellos no tienen cómo sobrevivir y hay una gran mortalidad a la que nosotros tememos mucho, porque no tienen reemplazo y empieza a disminuir la oferta de manera sustancial junto al fenómeno de disminución de demanda, por lo tanto es un colapso. No lo afirmo, pero sí menciono las grandes posibilidades de que esto ocurra.
Se dice que la crisis es una oportunidad, pero cómo hacer que esto ocurra. El sector del agro enfrenta necesidades de bioseguridad, financiamiento inmediato, fortalecer encadenamiento productivo y atender problemas estructurales ¿Por dónde empezar?
-Hay un paraguas que es un llamado a la unidad del sector para hacer un espíritu de cuerpo nacional, todos somos interdependientes en el planeta. De los ejes que mencionas hay dos que resalto, el uno es el de bioseguridad, tenemos una meta de dotar de un millón de mascarillas y de implementos de seguridad al sector agrícola. Tenemos un equipo que está trabajando en temas de financiamiento emergente para el agro. Luego hay factores complementarios, el uno que es el encadenamiento productivo, considerando algunas políticas concretas como diversificación de mercado, compra de materias primas locales como prioridad, la sustitución de importaciones que es otra prioridad, temas claves de nuevas tecnologías y encadenar a los productores con una labor sostenible de producción. Ya no pueden seguir totalmente huérfanos y vulnerables, porque no sabemos si vendrán nuevas pandemias. En el tema de medidas estructurales en el agro, estamos pidiendo al Gobierno que tome decisiones, que no sea un aparato burocrático pesado que entorpezca la labor productiva, que sea una mano de ayuda permanente empujando emprendimientos y que los requisitos sean agiles y eficientes. Necesitamos que haya un cambio de mentalidad profunda en el agro. Un viento a favor de todo este esquema; esta es una guerra mundial de mercados en la que los países se van a pelear de manera rabiosa. Si no hay una alineación del Gobierno con los sectores productivos no vamos a tener el impacto que queremos. Para que los recursos que ingresen lo hagan a los círculos virtuosos, necesitamos poner “candados” desde el gobierno; por ejemplo, el 100% de los créditos debe ser utilizados en inversión interna. Es super ambicioso lo que planteamos y va a ser una realidad cuando haya la unificación, al momento vemos un buen espíritu de cuerpo que se está activando, varios sectores profesionales se están sumando pero hay que trabajar mucho.
La comunicación es también un factor importante, ¿cómo mantener los contactos?
-Este no es un movimiento político, no somos candidatos a nada. Es un movimiento cívico patriótico en función de las necesidades de un sector agrícola que no queremos que colapse. Podemos conectarnos a través de Ruta del Agro en nuestra Fanpage y el canal de Youtube. Los invitamos a que se sumen, muchísimas gracias por tu sensibilidad en este tema.
Conferencia de Javier Villacís: https://www.youtube.com/watch?v=Uli7Kd9lVHg