Informar sobre el Covid 19 se ha convertido en un desafío para los medios y periodistas, pero más aun para los voceros oficiales que deben manejar un equilibrio entre información actualizada y verdadera, sin amplificar el miedo de las audiencias. La dinámica realidad de la pandemia, el cambio constante de los datos, la proliferación de fake news y rumores ante un presente catastrófico y un futuro incierto, además las posturas contrapuestas sobre la buena o mala gestión de instituciones oficiales, han convertido el campo de la comunicación en un escenario de guerra donde lo primero que muere es la verdad.
Desde el primordial derecho de la ciudadanía a estar bien informada, precautelando la serenidad social, aun en medio de la emergencia de crisis, es absolutamente cuestionable el manejo alarmista de la información, la que debe ser enfocada de otra manera tomando en cuenta lo que puede generar en la población.
En épocas de crisis lo primero que se debe mantener en cautela son las emociones humanas, entre otras el miedo, la desconfianza, la ansiedad y la furia frente a la situación existente. Evitar difundir el miedo es una regla primaria en estados de conmoción social, porque un manejo del lenguaje con palabras o cifras inadecuadas o desproporcionadas, provocan pánico en la población.
Es necesario recordar también que en una crisis lo primero que sucumbe es la paz. Manejar imágenes que promuevan el morbo de la muerte; especular sobre posibles escenarios; amplificar mensajes de fuentes no confiables o no identificadas, solo contribuye al miedo colectivo que es el caldo de cultivo para la violencia social. Es imperativo en estados de crisis cuidar el uso de investigaciones solventes y la versión de expertos. No todo merece cobertura, hay que saber distinguir entre lo sustancial y lo superfluo de una noticia. Se debe informar sobre aspectos que refuercen la credibilidad de la población sobre el origen y la solución de la crisis.
En las últimas horas ha circulado un noticia en televisión y prensa escrita que rompe con un elemental protocolo comunicacional en situación de crisis. La alcaldesa de Guayaquil, Cinthya Viteri, en entrevista de televisión afirmó: “contraté a una empresa especializada que hace estadísticas, que hace encuestas con peso poblacional; sexo, condición social y edad. Y contraté 1.600 pruebas rápidas. Esta muestra se hizo el fin de semana y acabo de dar los resultados al país entero. En Guayaquil el 33% de las personas están contagiadas, y parte de esas están pasando ya el contagio, es decir curándose. De ese 33%, el 18% tiene el virus activo; eso significa 500.000 personas de los 2 millones 750 mil personas que tiene Guayaquil. Medio millón de personas con el virus activo que andan en la ciudad y que pueden contagiar al resto de personas. Por lo tanto la decisión fue continuar en semáforo rojo hasta el 24 de mayo”.
La gravedad de la información no tiene parangón con otras informaciones que se hayan publicado en el país respecto de la pandemia. Afirmar que el 33% de la población de Guayaquil está contaminada de coronavirus es una cifra terrorífica y terrorista que provoca pánico colectivo. Los responsables de la emisión de esa información deben enseñar la fuente concreta con los informes, gráficos y estadísticas de la empresa que realizó el estudio mencionado por la alcaldesa. El citado estudio realizado en la ciudad de Guayaquil debe tener parámetros técnicos que deben ser conocidos por la población.
La alcaldesa agregó lo siguiente: ”El gobierno central hizo una muestra hace pocos días en la que dijeron que en Guayaquil ya había sólo el 3% de contagios. Este contagio difiere mucho de las muestras técnicas que hicimos nosotros. Nosotros contratamos una empresa encuestadora para poder ver el peso de dónde estaba acumulado el contagio y la de nosotros nos da que hay 18% de virus activo en la ciudad y eso representa medio millón de personas”
La alcaldesa Viteri dice que una encuestadora confirmó los casos de virus activo en la ciudad de Guayaquil, ¿con qué técnicas de laboratorio una encuestadora puede determinar con exactitud esa situación médica? Queda en tela de duda si el resultado de una encuesta pueda diagnosticar una epidemia viral. Queda en tela de duda la potestad que tuviere una alcaldesa para difundir una noticia de tal impacto social, es decir, una información que queda en tela de duda si es verdadera o no. Lo sorprendente es que el silencio oficial otorga. Ningún funcionario del ministerio de Salud o de Gobierno ha salido a contradecir o confirmar esa escalofriante cifra emitida por la alcaldesa Viteri. El país se pregunta qué hubiera ocurrido si un ciudadano común y corriente echa a correr el rumor de que un tercio de la población de alguna ciudad está contagiada de coronavirus. Sencillamente ya estaría preso, enjuiciado por alarmar y crear el pánico colectivo a la población. ¿Qué corona, además del coronavirus, tiene o tuvo la alcaldesa Viteri para difundir pánico entre la población sin que nadie diga nada?