Los periodistas de mediados del siglo XX se formaron en la práctica diaria del oficio, porque no había carreras universitarias para su preparación profesional. Era una tradición de mayores a menores. El “gremio” estaba integrado por maestros, abogados, escritores, intelectuales, gente amante de la cultura. Por eso, muchos libros en la vida nacional se deben al oficio de los periodistas de aquellos tiempos. Según los testimonios que han quedado, todos eran amigos, se llevaban muy bien, eran pocos y asumían su profesión como un servicio social, una tarea de información y reflexión para la búsqueda de la verdad. La respetabilidad común se extendía tanto entre dueños de periódicos como entre los redactores y cronistas. Todos igualmente se ayudaban, compartían tareas y, desde luego, también destacaba aquel que lograba la “primicia”, que era festejada y premiada con el reconocimiento de los colegas. “No había rivalidad, era una hermandad espontánea”; y, además, “los funcionarios, desde el Presidente de la República, tenían estimación y aprecio a los periodistas y hasta, a veces, cierto temor. Los roces fueron principalmente con los gobiernos de facto¨, recuerda un exdirector del vespertino “Últimas Noticias”.
La idea de fundar la “Unión Nacional de Periodistas” (UNP) entusiasmó. Se juntaron los propietarios de los más importantes periódicos, además de los editorialistas, redactores, cronistas, reporteros. Y el 29 de enero de 1940 nació la UNP. Su gran consigna intelectual fue la defensa de la libertad de expresión y el servicio a la sociedad con la verdad como información.
Sus primeros locales fueron adecuados en “El Universo” y en “El Comercio” de Quito; gracias a un préstamo bancario se adquirió un terreno en García Moreno y Manabí, donde se levantó el primer edificio; después se compró una casa en la calle Carvajal; y en 1970 se inició la construcción del edificio que hoy es la sede, en la calle Iñaquito.
Cada presidente de la UNP, con el respaldo del gremio, se distinguía por realizar un aporte significativo a su clase y a la sociedad, además de encabezar la defensa de la labor de los periodistas. Hubo cursos profesionales, becas, presentaciones artística, concursos; la Plaza Indoamérica, rodeada por los bustos de indígenas latinoamericanos, fue obra de los periodistas; la editorial produjo libros valiosos; la UNP inauguró “Telepulso”, el primer programa de opinión por TV; el festival del teatro y hasta la “corrida de la prensa” (anterior a la feria Jesús del Gran Poder), fueron impulsados por periodistas. Hay una colección de películas auspiciadas por la UNP que seguramente se conserva en la Cinemateca Nacional. Desde luego, contaban con el apoyo de artistas y de instituciones como la Casa de la Cultura.
Sin embargo, la mayor obra histórica de la UNP fue la “Campaña Nacional de Alfabetización”, que nació de su iniciativa en 1944 y a la que solo después de los primeros tiempos, se unió el Ministerio de Educación. Movilizaron recursos y personas, con un emocionante compromiso. Y con enorme orgullo, la UNP declaró a la población afroecuatoriana de Chaltura como “territorio libre de analfabetismo en América y en Ecuador”. En esa campaña fue decisiva la colaboración indígena que prestó, entre otros líderes, Dolores Cacuango.
Difícil recoger en esta nota los nombres de tantos periodistas de aquella época. A muchos conocí personalmente. Todos hicieron honor a su profesión, con seriedad y responsabilidad. Tan solo destaco que entre esos periodistas estuvo mi padre, Juan Paz y Miño Cevallos (1927-1993), quien fue Presidente de la UNP en 1962, un activo promotor de la “Ley de Defensa Profesional del Periodista” en 1968 (ya para la época resistida por los grandes propietarios y particularmente los de la naciente TV). La Ley recién pudo ser aprobada, bajo resistencias empresariales, en 1975. Mi Padre también llegó a ser Presidente del Colegio de Periodistas de Pichincha, en una época de defensa gremial ineludible.
Para esta breve reseña y en homenaje al Día de la Libertad de Prensa, me he basado en el libro de mi hermana Isabel, periodista profesional, que lleva por título <<Juan Paz y Miño Cevallos, `Los periódicos que enterré´>> (Banco Central del Ecuador, 2010), en el que se sigue la trayectoria del periodismo ecuatoriano durante 50 años.
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