En el Día Mundial de la Libertad de Prensa, hoy 3 de mayo, la humanidad tiene pocos motivos para conmemorar una fecha en que el derecho a la libre circulación de la información sigue siendo un deber ser y no una realidad. Y uno de los síntomas de la pandemia de la desinformación es el irrespeto al derecho a la información basada en la verdad. Y ese contagio llegó al Ecuador como otro virus letal. Se nos ha dicho que estamos en guerra contra un virus implacable, pero no se nos ha dicho que lo primero que muere en una guerra, es la verdad.
Hace 27 años que las Naciones Unidas declaró al 3 de Mayo como el Día Mundial de la Libertad de Prensa, y como nunca hoy la libertad de expresión está en entredicho. La libertad de prensa no debe ser licencia para mentir, sino todo lo contrario, para establecer la verdad y comunicarla a la ciudadanía como un derecho inalienable. Pero el solo hecho de que la ciudadanía ecuatoriana confirme en encuestas de opinión que 4 de cada 10 personas confía en cómo la prensa trata el tema de la pandemia, y que la versión periodística tiene un 60% de descrédito ciudadano, es una forma de reconocer que la libertad de prensa está siendo usada para ocultar la realidad y no contamos con la verdad dicha bajo el libre flujo de la información de prensa.
Uno de los indicadores más evidentes es el confuso manejo de las cifras mortuorias y la existencia de tres o cuatro inventarios contradictorios: el de gobierno, el del Registro Civil, el de los medios y el de las funerarias y cementerios. La información circula con tal desapego a la realidad que, incluso, existen personas declaradas muertas y supuestamente cremadas, cuyas cenizas fueron entregadas a sus familiares, pero que al final de día resultaron estar vivas. Del mismo confuso modo, así hay restos de personas cuyos cadáveres se encuentran desaparecidos por casi dos meses.
Al término del mes de abril Ecuador no contaba con cifras oficiales reales sobre el número de víctimas de la pandemia, pero los datos comenzaron a configurarse a mediados del mes y en este momento se puede concluir que el Covid dejaría aproximadamente 9.000 muertos solo en Guayaquil, ciudad señalada como epicentro continental del contagio. Según fuentes de un diario local, con cierre al 30 de abril de 2020, “el COE solo reconoce 956 muertos por coronavirus en Guayaquil, 407 comprobados con pruebas y 549 por sospecha del virus. Guayas tiene 1.314 fallecidos, 514 comprobados y 800 sospechosos. El total nacional cerró abril con 2.353 muertos, 900 comprobados y 1.453 con probable COVID-19. Entre el 21 de marzo y el 30 de abril se han sepultado 8.908 cadáveres. Luego de restar el promedio de inhumaciones de enero y febrero de este año, así como el del 2019, el informe concluye que hubo 7.365 sepultados, “por encima de lo normal”. A ellos se deben sumar los 1.379 cadáveres recogidos de calles y casas y sepultados por la Fuerza de Tarea. Se concluye entonces que Guayaquil tiene el 80 % de inscripciones mortuorias de Guayas.
Lo que encubren las contradictorias cifras es, en primer lugar, el número real de fallecidos; en segundo lugar, la cantidad de muertos por coronavirus, y en tercer lugar, camuflan la incapacidad del Estado de manejar la emergencia. Así el asunto se vuelve político, con temas cadentes y subtemas escandalosos. Tal vez el más rechazable sea la manipulación de la información para preservar imágenes políticas de funcionarios, candidatos e interesados en sacar réditos de la tragedia. Los personeros de gobierno -entre ellos, el Vicepresidente- han dicho casi con lágrimas en los ojos que no están en campaña, que no son ni quieren ser candidatos a nada. Otra trasgresión a la libre circulación de la información es que el márketing político es capaz de convertir lágrimas en sonrisas y viceversa.
La realidad de las estadísticas mortuorias desnudó la falta de protocolos y el Gobierno como el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) fueron incapaces de al menos levantar los cadáveres y, peor, establecer cifras. La ministra de Gobierno, Maria Paula Romo, ha dicho, sin afectación en el rostro, que las cifras oficiales “son solo una parte de la realidad” ¿Y la otra parte, la que no dicen las ruedas de prensas en cadenas televisivas oficiales? ¿O es que ya se asumió el gesto impávido para ocultar la verdad?
Este Día Mundial de la Libertad de Prensa habrá que conmemorarlo como un deber ser, no como una realidad tangible de la cual podamos sentir regocijo. Este día no hay nada que celebrar.