Cuántos no nos hemos emocionado escuchando ese clásico de Piero que canta a su padre, y a todos los padres del mundo, que “tiene la tristeza larga de tanto venir andando”. La tristeza larga como la vida misma que han vivido y que hoy los vuelve vulnerables frente a todos los males de este mundo.
La pandemia ha marcado a los sectores sociales más vulnerables y se ha dicho que son los adultos mayores de la tercera edad, pero al mismo tiempo el sistema social y el Estado se ha revelado incapaz de mantener políticas de protección para quienes en edad avanzada ya no son funcionales al aparato productivo, sino una carga para el Estado, jubilados, montepiados, etc.
La mentada “semaforización” oficial de la emergencia por cantón establece medidas de flexibilización de la cuarentena, pero a los adultos mayores, simplemente, se los condena al confinamiento con todo el impacto físico y psicológico que implica. Los mayores de 60 años tenemos que permanecer encerrados y punto.
Se lee incluso en textos tremendistas que la pandemia es una forma de eutanasia colectiva y quienes están en la mira somos los adultos mayores. Y sin dar crédito a semejante despropósito, sí llama la atención lo que sucede en el país con las personas mayores de 60 años y con el agravante de los enfermos crónicos que no están siendo atendidos en los centros de salud públicos. Un profesional de la salud que trabaja para uno de los hospitales del IESS me confirmó que centros hospitalarios como el Hcam, no están atendiendo ningún caso de enfermedad crónica de otras especialidades que no sea del coronavirus. Y me consta porque luego de llamar al call center de dicho centro de salud no hay respuesta, no hay atención por consulta externa y no hay cómo retirar los medicamento prescritos para enfermedades crónicas, por ejemplo en cardiología, oncología, entre otras. Preguntamos al señor ministro de Salud ¿qué está pasando? Se dice que Quito, por ejemplo, tiene camas de sobra, que hay todos los implementos médicos para atender la emergencia, sin embargo los hospitales públicos para evitar colapsar no reciben otros pacientes que no sea infectados por el virus de la pandemia. Exigimos una respuesta concreta de las autoridades a esta insólita situación que pone en riesgo la vida de millones de ecuatorianos.
Todas las culturas veneran a sus viejos, no por piadosa tradición, sino por sabiduría y experiencia. El sistema capitalista, cuyo fin es producir dinero y hacerlo rotar y multiplicar lo más rápidamente posible, necesita de entes productivos, máquinas productoras de riqueza y de mecanismos de apropiación de esa riqueza en pocas manos. Y en esas lógicas económicas no caben los adultos mayores. Un adulto mayor, pues el término vejez se ha dejado de usar por considerarse peyorativo y humillante, lo mismo sucede con el término de “tercera edad”, es una persona que a partir de los 65 años, se sienta como se sienta, pertenece a esta edad y por lo tanto “es un anciano”.
Para tener una idea de la situación real de los adultos mayores en el mundo y en particular en nuestro país, consultamos estudios del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, INEC. El envejecimiento de la población mundial, es un fenómeno que marcará el siglo XXI. A escala global, cada segundo 2 personas cumplen 60 años y al momento existen 810 millones de personas en el mundo mayores de esa edad. En nuestro país existen 1.049.824 personas mayores de 65 años, es decir, 6,5% de la población total. En el año 2020 será del 7,4%. Para el año 2054 se prevé que representen el 18% de la población. Para las mujeres la esperanza de vida será mayor con 83,5 años comparado con los 77,6 años de los hombres. Ecuador tendrá 1.3 millones de adultos a finales de 2020. Eso significará un 33% más que en 2010, año en el que se realizó el último Censo de Población y Vivienda. En Chile -por ejemplo- el número de adultos mayores por cada 100 niños menores de 15 años llegará a 62, siendo el más elevado de la región.
Según la OMS, la principal razón de la longevidad de vida es el avance en la medicina, pues ahora se pueden controlar y hasta curar enfermedades que años atrás causaban la muerte de miles de personas a una edad más temprana. A esto se suman las mejoras en las condiciones de vida y la calidad de la alimentación, que tienen como consecuencia una mayor esperanza de vida. ¿Pero, qué pasa en la práctica?
A pesar de que cada día hay más adultos mayores en el país, sus condiciones de vida no son las mejores. Los ingresos promedio disminuyen conforme avanza la edad. Entre los 66 y los 85 años de edad los ingresos bajan de $ 362 a $ 144 dólares, pues no existen fuentes de empleo, ni programas orientados a mejorar el poder adquisitivo de este segmento poblacional. A esto se suma que apenas el 18% de la Población Económicamente Activa cuenta con un empleo adecuado; el 61% se encuentran en un empleo inadecuado y el 21 % está desempleado o subempleado. Debido a la falta de ingresos económicos, 2.975 personas de la tercera edad viven en condiciones de pobreza y otras 60.000 se encuentran en situación de extrema pobreza en el país.
Alrededor de 550.000 personas de la tercera edad han sufrido algún tipo de violencia, según registros del MIES. Es decir, el 44% de adultos mayores ha sido víctima de maltrato, abandono, o despojo del patrimonio. No obstante que una persona que tiene más de 70 años “necesita el apoyo de su círculo social más cercano para tener una buena calidad de vida”.
Un estudio realizado específicamente en la ciudad de Quito, establece que 6 de cada diez adultos mayores son casados o en unión libre, y que 3 de cada diez adultos mayores son viudos. El grupo de adultas mayores mujeres viven más solas con el 20,9% que el grupo de adultos mayores hombres con el 15,1%. Por cada 100 adultos mayores hombres hay 121 adultas mayores mujeres de esa misma edad. Siete de cada diez adultos mayores de la ciudad de Quito están inactivos y la mayoría son adultas mayores mujeres. Ocho de cada diez adultos mayores de la ciudad de Quito sabe leer y escribir. Dos de cada diez adultas mayores mujeres y uno de cada diez adultos mayores hombres no han recibido ningún nivel de instrucción Los adultos mayores hombres (69,4%) están mayormente asegurados que las adultas mayores mujeres (50,8%).
No se trata de inspirar lástima o humillante conmiseración, se trata de denunciar con la altura de la dignidad que el caso amerita una injusticia más del sistema, tal vez la más vergonzosa. Que no vengan hipócritamente a hacer un mito de la vejez y golpearse el pecho el día del padre o del abuelo, cuando en la vida diaria nada hacen por asignar un sitio digno a las personas mayores. Nuestra cultura es muy proclive a hacer mitos de todo aquello que no sabe o no puede manejar en la realidad: la vejez, la maternidad, etc., y esgrimir discursos que solo sirven para tranquilizar la conciencia de algunos irresponsables. El mundo es de ellos mientras son jóvenes, pero la vida es cíclica y mañana acaso sean ellos los olvidados, los marginados, los abandonados. El mundo da muchas vueltas.
Ojala la próxima vez podamos escuchar la canción de Piero y tatarear “viejo, mi querido viejo”, sin sentir vergüenza, rubor en la cara por esta suerte de insólita hipocresía.