Por la pandemia en Ecuador se han suspendido unas actividades y restringido otras, pero la política es una práctica activa, aunque en cuarentena, entre cuatro paredes casi como una actividad clandestina a la vista de todos. En medio de la emergencia algunos políticos promueven su imagen personal mostrándose en hospitales, comités de emergencia, funerarias y cementerios ante las cámaras. Funcionarios públicos encabezan campañas humanitarias, coordinan el conteo de muertos, reparten fundas con alimentos y hacen presencia popular para mejorar su divisa electoral. Todos están, de un modo u otro, en plena actividad de márketing político viral.
En tanto, el pueblo desmovilizado en el encierro de la cuarentena ve los toros desde la barrera. La fórmula es sencilla: mantente expectante pero desmovilizado, sin salir de casa. Así el país “celebrará” un nuevo Primero de mayo, fecha tradicional de lucha unitaria de protesta del pueblo unido que todavía aspira no ser vencido.
En medio de la desmovilización ciudadana, más allá del chisme político doméstico, se oye el rumor de muerte cruzada como el fantasma que deambula entre bambalinas de la macro política. La muerte cruzada es la facultad constitucional que permite a la Asamblea Nacional destituir al presidente de la República o faculta al mandatario a disolver el Legislativo. En ambos casos, ocurrida una de las dos opciones, el Consejo Nacional Electoral debe convocar elecciones presidenciales y parlamentarias. El artículo 130 de la Carta Magna señala que el Legistativo puede destituir al presidente por arrogarse funciones que no le competan constitucionalmente, por grave crisis política y conmoción interna. Entretanto, según el artículo 148 de la Constitución, el Ejecutivo puede disolver al Congreso cuando «se hubiera arrogado funciones que no le competan constitucionalmente, o si de forma reiterada e injustificada obstruye la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo, o por grave crisis política y conmoción interna».
En este ajedrez político la cancha esta marcada con ventaja para quien logre tomar la iniciativa política. Sectores políticos y empresariales costeños parecen haberle puesto el ojo y marcado fecha y hora al ocaso del gobierno, fustigándolo por su actuación oficial. La carta bajo la manga del eventual reemplazo presidencial se llama Otto Sonnenholzner, a quien el pueblo jocosamente llama «Otto Soloenfotos», por su exposición mediática con fines políticos en la emergencia. Y esa exposición tiene sentido para el joven funcionario que cuenta con la anuencia de la gran prensa guayaquileña por afinidad regional, o porque no ven con claridad otra alternativa de recambio presidencial de cara a una muerte cruzada en un solo sentido: contra el gobierno, y el régimen lo sabe.
Pero todos quieren sacar las castañas con la mano del gato ante otra eventual muerte, peor que la primera, la de la dolarización que se avizora en el horizonte, y de la que nadie quiere ser el sepulturero a los ojos del pueblo, por las graves repercusiones políticas y económicas que implica. Como en un baile de disfraces todos ocultan el rostro y aparentan ser otros. Banqueros defendiendo una dolarización que les será útil hasta el preciso instante que afecte sus negocios financieros y cambiarios que decidieren emprender. Un Moreno aparentando mover los hilos de la política desde su casa, liderando la emergencia detrás del teleprompter. Un Vicepresidente que se siente aupado y con la iniciativa política en sus manos, disputando protagonismo local costeño a la alcaldesa de Guayaquil. Más allá de las rencillas de protagonismo, el vicepresidente es carta viable de un eventual reemplazo presidencial por puro instinto regionalista. La suerte de Moreno, en tanto, pende del hilo de la simpatía banquera, y por coyuntural y efímera que sea, marcaría el ocaso presidencial ante una muerte cruzada contra el presidente. Moreno en ese escenario ha hecho amagos de retomar la iniciativa de disolución -vía muerte cruzada- de la Asamblea Nacional, pero tiene el reloj en contra porque los tres años de plazo en su gestión que le otorga la Constitución para hacerlo, están por cumplirse. Los más suspicaces no descartan que algo gordo se cocina en cuarentena.
Por lo pronto, el otro horizonte parlamentario viable son las diversas enmiendas que los legisladores han hecho en un 80% al texto del proyecto de ley humanitario presentado por Lenin Moreno a la Asamblea Nacional: sobre el aporte económico de los trabajadores se fijó una tabla a partir de los que ganen 750 dolares y más, el aporte empresarial deberá ser del ejercicio fiscal del 2019 por seis meses y será usado como crédito tributario. Se elimina el 10% de reducción del salario en forma permanente a funcionarios públicos, por ser inconstitucional. Se dispone facilidad para créditos y descuento del 10% en tarifas eléctricas, entre otros descuentos arancelarios. Los dineros recaudados serán destinados a salud, alimentación y reactivación económica. Lo acordado deberá ser ratificado en el plenario de la Asamblea Nacional en los próximos días.
Moreno tiene dos alternativas, o se suma a la Asamblea Nacional compartiendo costos políticos en la disposición de las medidas humanitarias, o se enfrenta al Legislativo con muerte cruzada en la mira. Como ya es su costumbre, el presidente oscila en la dramática disyuntiva de ser o no ser.