Un amigo me dijo que no hay peor cosa que perder la confianza a tu médico o a tu mecánico. Me quede pensado, y me dije: si la hay, perder la confianza a tu presidente.
No es que seamos desconfiados…
Pero no me da confianza el hecho de que el presidente Lenin Moreno levante parcialmente las medidas de la cuarentena y diga: “Lo que se busca es una «ordenada reactivación económica», tras detectar la desaceleración en los contagios de Covid 19, conseguir una mayor capacidad para hacer pruebas de diagnóstico, así como una reducción en el uso del número de atención médica 171 y la asistencia de pacientes a la atención hospitalaria. No nos confundamos. La emergencia no ha terminado, solo nos encontramos en una fase distinta».
¿Y por qué esa desconfianza? Sencillamente porque durante la primera fase de esta agobiante cuarentena las cosas no han sido del todo claras. Nos son claras las políticas públicas, no está clara la nómina ni la cantidad de fallecidos por efecto del virus, tampoco son claras las intenciones de pagar la deuda externa para conseguir nuevos préstamos, y no son claros los destinos que se dará a ese dinero solicitado, ni está claro si llegarán algún día los 2.000 millones que prometieron conseguir, a cambio de pagar 320 en capital de la deuda de los bonos.
No es que seamos desconfiados…
Pero algo huele mal en Dinamarca. “Vamos a pasar del aislamiento al distanciamiento” -dijo la ministra de Gobierno, María Paula Romo- “porque no podemos pasar encerrados en casa”, a partir de 4 de mayo Ecuador entra en una etapa de “nueva normalidad” en medio de la crisis por el coronavirus. Y ante esas nuevas disposiciones el presidente Moreno ha dicho que “un descuido de la ciudadanía en la etapa de distanciamiento social podría generar una nueva aceleración en la curva de contagios”. Es decir, se nos transfiere la responsabilidad a la ciudadanía en lugar de dar directrices concretas y claras.
No es que seamos desconfiados…
Pero todo esto huele a maniobra mediática para neutralizar la imagen que Ecuador está mostrando ante el mundo como uno de los tres países que ha sido mayormente afectado por el Covid, con estragos fatales, sin que las autoridades lo hayan impedido. La mala imagen está clara en la posición que adoptó la cadena internacional CNN de crítica frontal al gobierno de Moreno. La publicación del periódico estadounidense The New York Times hablando de que somos el país más impactado por la pandemia, lo confirma. Y la alusión que hizo el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, poniéndonos de mal ejemplo, es otro síntoma de cómo nos ven mal en el exterior.
Recientemente fueron emitidos unos videos en la página institucional de la Prefectura de Sao Paulo, Brasil, en una campaña de prevención de riesgos sobre el coronavirus en el que ponen a Ecuador en pésimo predicamento al citarnos de mal ejemplo mundial. En el audiovisual se invitaba a la población de esa localidad brasileña a cumplir con las medidas de cuarentena y evitar repetir la situación que se daba en nuestro país. Esta situación provocó la contrariedad de la diplomacia ecuatoriana por el uso de imágenes tomadas de videos «de origen no comprobado de los acontecimientos ocurridos en Guayaquil”. La Embajada de Ecuador en Brasil dio a conocer que envió una comunicación al Prefecto de Sao Paulo, solicitando “arbitrar las medidas necesarias para interrumpir la difusión de un video en el que se utilizan imágenes de Guayaquil durante la emergencia sanitaria”.
¿Como recibirán la noticia en el exterior cuando se enteren que Ecuador, con todos estos antecedentes, decide pasar a una “nueva normalidad” en cuarentena con menos medidas de prevención de contagios?
No es que seamos desconfiados
Pero, probablemente, la noticia sea recibida por algunos con sonrisas y por otros con estupor e indignación. Hoy circuló la carta de un médico del sistema de salud pública que exhorta al presidente Lenin Moreno a no tomar malas decisiones. Esa carta pública, si acaso la leyó el mandatario, ha de ser motivo de cambio en sus decisiones frente a la emergencia. Entonces mi amigo tenía razón -a medias- no hay peor cosa que desconfiar de tu mecánico o de tu médico, peor aún desconfiar de tu gobierno.
No es que seamos desconfiados, pero a este paso terminaremos siéndolo…