Se cumple un mes de confinamiento obligado que nos tiene a todos recluidos en nuestros hogares con la prohibición de salir a la calle sin mascarilla de protección, guantes, y la limitación de circular a determinadas horas por el toque de queda. Y en este triste aniversario mensual de la cuarentena nos enteramos de que el presidente Lenin Moreno también está haciendo confinamiento obligado por sus médicos, encerrado en su casa y distanciado socialmente de su gabinete. Y el presidente utilizó una cadena nacional para comunicarnos su aislamiento que ya, de algún modo, percibíamos. Como en todo mensaje presidencial el mandatario nos obliga a leer, o mejor, a escuchar entre líneas y hacer un triple esfuerzo. Primero el esfuerzo sensorial de escucharlo, segundo el esfuerzo intelectual de entender lo que dice, y tercero, el esfuerzo político de discriminar lo que dice de lo que justifica. En definitiva, un triple esfuerzo por separar lo que es verdad de lo que es mentira.
Separados los tres elementos, recién estamos en condiciones de entender los mensajes presidenciales, y aun puede caber la duda, porque una cosa es lo que dice el presidente y otra distinta es lo que declaran sus voceros como M. P. Romo o el super funcionario recolector de cadáveres en Guayaquil, Jeje de la Fuerza de Tarea Conjunta, J. Wated R., a quien le encargaron la ingrata tarea de ir por casas del suburbio, del centro o de los barrios marginales porteños, recogiendo los despojos de los ciudadanos que el sistema hospitalario y funerario, colapsados, no atendieron a tiempo en Guayaquil.
Eso de descubrir la verdad en medio de la mentira, o mejor, saber cuándo la mentira no dice la verdad, no es tarea tampoco fácil. La verdad es nada más y nada menos que un reflejo objetivo de la realidad, pero si los mensajes presidenciales tienen ese tono justificativo, mítico, quiere decir que la verdad debe estar detrás de la justificación presidencial. Porque como indica Barthes, el mito en política ha sido utilizado preferentemente como herramienta de retórica discursiva. Barthes nos decía que “en los detalles está el mito”, y lo mítico destaca una parte de lo que requiere que se entienda por verdad. La función esencial del mito es la naturalización del concepto. En otras palabras, hacer aparecer natural lo que es político. Por eso el mito tiene como esencia deformar la realidad y para eso recurre a detalles, («en los detalles está el mito»).
Y de esa “retórica discursiva”, la cadena presidencial del 15 de abril es una excelente muestra. En la cadena aparece Lenin Moreno vestido con terno oscuro, camisa entreabierta, sin corbata, sentado en frente de un escritorio que, supuestamente, está en su despacho presidencial. Detrás hay una bandera ecuatoriana que da el toque oficial y sobre un mueble posterior, una foto familiar que da el toque humano. La parafernalia con todos los detalles míticos desplegados.
El mensaje es claro: El Presidente lidera la lucha contra el coronavirus. El mensaje busca hacernos entender que sí tenemos presidente, que Moreno gobierna desde la intimidad de su hogar o de su despacho, y lo hace con un equipo oficial en territorio, “heroico que arriesga su vida” cumpliendo su tarea: Otto, Wated, Romo, etc., pero es el presidente quien decide lo que hacen, cómo y cuándo lo hacen. Moreno relata de este modo lo que pretende demostrar en su cadena nacional de seis minutos: «Mi situación me impide salir a territorio, soy una persona de la tercera edad, con discapacidad física y con los problemas médicos que ello representa. Los médicos me han dicho que fácilmente podría contraer el coronavirus y que difícilmente podría superarlo», aclaró. El presidente adopta un tono coloquial, justificativo, que quiere convencer de la idea de que él no está ausente, que sí gobierna y decide y que no por no asistir a territorio está al margen de la realidad.
En seguida reafirma: “El presidente toma las decisiones finales en base al informe que presentan los señores ministros”. Y que, además, sus decisiones muestran resultados: “lograron el funcionamiento eficiente de los hospitales públicos, además de avanzar firmemente al objetivo de entregar el bono de protección a 950.000 familias y la Fuerza de Tarea Conjunta ha levantado en Guayaquil 1.400 fallecidos”.
Pero, ¡oh sorpresa!, circula en la red un informe con cifras fúnebres que contradicen las declaraciones presidenciales. Pocas horas antes el jefe de la Fuerza de Tarea Conjunta, Jorge Wated escribió en Twitter: “He publicado los que yo manejo con corte al (sábado) 11. Aquí no incluyen ni campo santos privados ni clínicas privadas. Estas cifras deben de haber subido en estos tres días a 300 más, aproximadamente”. Y Wated adjunta un cuadro de color azul en el que se indica que hay en Guayaquil 631 “levantamiento de fallecidos” de hospitales y 771 “de viviendas”. Total atenciones: fallecidos 1.878. ¿Cuántos son causados por coronavirus? El informe no aclara la cifra.
Pero luego el día miércoles 15 de abril, la ministra de Gobierno, M. P. Romo, reporta oficialmente que se han realizado en el país 26.093 muestras, y que dieron como resultado 7.858 casos confirmados, 7.756 descartados, con alta 780 y 388 fallecidos.
Las cifras no coinciden ¿Quién miente a quién?
El problema ni siquiera radica en la contradicción de las cifras que, obviamente, están subregistradas por la falta de material para realizar más pruebas, por la incapacidad de hacerlo con la mayor parte de la población, etc. El problema radica en la falta de verdad que obliga al triple esfuerzo que hay que hacer para llegar a descubrir que la mentira oculta la realidad de los hechos y de las cifras. El mítico discurso presidencial puede funcionar para sorprender algunos incautos, o reafirmar la convicción a otros eventuales ecuatorianos que aun creen en el gobierno y sus campañas. Pero la abrumadora mayoría de los ciudadanos nos sentimos manipulados, engañados, por los montajes emitidos en míticas cadenas presidenciales. Un innecesario error de su equipo de comunicación, porque es difícil mentir sin ser descubierto, siendo mucho más fácil decir la verdad.
La lucha contra el virus es también una lucha contra la mentira. Al Covid se lo combate con medidas disciplinarias, sanitarias, entre otras, pero para eso hace falta contar con la verdad y contar la verdad. Lo primero es un derecho de la ciudadanía, lo segundo es un deber del gobierno.