Por Juan Carlos Coéllar [1]
La cultura es una dimensión intrínseca del bienestar de la ciudadanía: reflexiones a propósito de la reducción del presupuesto de cultura del Municipio de Quito
En días pasados, el concejo municipal de la capital decidió reducir un monto presupuestario un poco mayor de 4 millones 200 mil dólares planificado para acciones culturales y sociales previstas para ejecutarse en este año; al que se añade más de 2 millones 870 mil dólares del Fondo de Inversión Social Quito Solidario y 4 millones 870 mil correspondiente al Fondo de Emergencia. En total, casi 12 millones de dólares serán transferidos a la atención de la crisis sanitaria que padece la población que vive en Quito.
Examinando únicamente los rubros que se recortarán del sector cultural, éstos llegan a casi 1, 5 millones de dólares y afectarán a las iniciativas programadas para eventos y conciertos por 900 mil dólares, que como consecuencia de la emergencia no se concretarán; a la promoción de derechos culturales por un monto de 205 mil dólares; 100 mil dólares a los servicios culturales comunitarios; la misma cantidad a la ampliación de la oferta cultural y 190 mil dólares a territorio y cultura.
Sin duda, la gravísima crisis sanitaria en Quito y en el Ecuador requiere de una intervención pública eficaz orientada a paliar los efectos terribles del COVID 19, a evitar nuevos contagios y preservar la vida de la población. Lejos de cuestionar la necesidad de apalancar recursos para orientarlos a acciones urgentes de salud, existen algunas interrogantes que es preciso realizar.
¿Por qué se ha afectado únicamente al sector cultural y social? ¿Las actividades sociales y culturales que se reducirán son aquellas que estuvieron programadas para llevarse a cabo precisamente en este período de emergencia o también se eliminarán otras que estuvieron previstas para el segundo semestre del año? ¿Se impactará, a futuro, el conjunto de acciones previstas para museos, centros culturales y otros repositorios municipales?
Los trabajadores de la cultura, artistas y gestores culturales constituyen uno de los sectores sociales más afectados por las consecuencias generadas por la pandemia, y de manera especial cientos de artistas que trabajan en las calles y plazas de la ciudad [2]. Aparte de una declaración general del concejal Orlando Núñez, recogida por El Telégrafo [3], en el sentido de que se estarían elaborando planes y acciones compensatorias que se pondrían en marcha en el mes de agosto, no ha existido ninguna señal efectiva. La decisión de reducción del presupuesto destinado a la cultura afectará aún más a ese sector que ya estuvo bastante golpeado antes de la crisis sanitaria, profundizando más todavía su precarización al postergar las posibilidades de generar condiciones adecuadas y dignas de trabajo.
En el ámbito nacional la crisis sanitaria se genera en condiciones de retroceso y debilitamiento de lo público; en medio de la aplicación de políticas de austeridad dictadas desde organismos internacionales que destrozaron años atrás en América Latina el tejido organizativo de la sociedad.
En el caso del Municipio, se han descuidando temas tan importantes como el fortalecimiento de personal técnico y especializado para la gestión cultural bajo la aplicación de similares recetas de austeridad en el gasto. Se está asfixiando la gestión interna de los centros culturales y museos al recargar y multiplicar el trabajo con un personal cada vez menor en número y que difícilmente se da abasto con el cumplimiento de sus responsabilidades.
En el Centro Cultural Metropolitano (CCM) están vinculados solo 2 técnicos en actividades de restauración pues las plazas de personas que se jubilaron no se reemplazaron ni se pudo contratar a especialistas. Esas 2 personas que actualmente trabajan en el Fondo de Bienes Patrimoniales del CCM son los custodios y los directamente responsables del repositorio de cerca de 3.000 bienes culturales de la ciudad y que representa, en gran parte, su memoria histórica.
La decisión de rebajar el presupuesto cultural de la capital se inscribe no solamente en el grave contexto de la crisis sanitaria sino también en la ejecución de una política, no escrita ni comunicada pero manifiesta en la actuación municipal, que ha privilegiado las propuestas masivas y de tarima y que refleja una concepción de la cultura como sinónimo de lo espectacular y que busca adherencias fáciles, inmediatas y colectivas, pero que ha descuidado pensar políticas culturales de mediano y largo plazos para la rica diversidad territorial y social y para un mejor posicionamiento estratégico de la ciudad.
Pero como bien lo sabemos, la austeridad funciona de manera selectiva. En las fiestas de Quito, por ejemplo, el Municipio invirtió 1,4 millones de dólares en este tipo de acciones y en la celebración del carnaval se gastó más de 1 millón de dólares en lo mismo.
En el escenario actual y en la probable ampliación temporal de la crisis sanitaria, se pueden diseñar y ejecutar medidas que, al mismo tiempo que enfrenten las consecuencias de la pandemia, colaboren en el mejoramiento de las condiciones de vida de artistas, trabajadores y trabajadoras culturales y que no afecten a las instituciones municipales de la cultura.
Resulta urgente pensar en la aplicación de mecanismos impositivos o de tasas especiales de carácter temporal, mientras dure la emergencia, a sectores asentados en la capital de la banca, las finanzas, el gran comercio importador e inmobiliario para que contribuyan con una parte de sus recursos a enfrentar en mejores condiciones las consecuencias de la pandemia. En el ámbito nacional y local, la crisis sanitaria y sus estragos derivados deben ser asumidas, de manera principal, por los sectores que se han beneficiado en los últimos años de las orientaciones que asumió la política económica [4] y no cargar su peso a los grupos sociales más empobrecidos y precarizados.
Los recursos que ahora se restan a la cultura, o por lo menos una proporción de ellos, se pueden utilizar para, por ejemplo, ampliar la línea de convocatoria a concursos públicos que estaba previsto ejecutar en el primer trimestre de este año, con el propósito de que artistas y creadoras y creadores culturales puedan proponer sus proyectos, analizarlos y designar los ganadores durante este período de emergencia y exponerlos en el último trimestre del año en curso una vez que se supere la emergencia. Los recursos que estuvieron planificados oscilaban entre el 10 y el 15 % del presupuesto total de las instituciones municipales articuladas a la Secretaría de Cultura del Municipio. Sólo en el caso del Centro Cultural Metropolitano se iban a poner a disposición de artistas un monto cercano a los 30 mil dólares para desarrollar esta iniciativa. Si esa cantidad se multiplica por cada una de las instituciones culturales del municipio estamos hablando de un monto nada despreciable.
En esta misma línea, es absolutamente factible en términos tecnológicos, y con una relativamente baja inversión, poner a disposición de la población quiteña app de fácil acceso para visitas virtuales de museos, centros y repositorios culturales y de patrimonio de la ciudad.
Así mismo, se puede garantizar la visualización de eventos culturales mediante canales virtuales y medios de comunicación convencionales como la radio y la televisión a partir de la contratación de artistas pertenecientes a diferentes áreas de la cultura (danza, teatro, música, performance, mimo), en una iniciativa similar en su concepción a la del proyecto “Desde su casa” del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Hay que tener presente que lo que criticaron los artistas y gestores culturales del país no fue la idea en sí misma de la propuesta del ministro Velasco, sino la pobreza e insuficiencia del proyecto para responder a las demandas y necesidades del sector cultural en la coyuntura de la crisis sanitaria.
De esta manera, los recursos que estuvieron programados en un escenario de ausencia de crisis sanitaria serían reprogramados en el contexto actual sin que se pospongan a la promesa de un futuro incierto, con el añadido de que se darían respuestas dignas y efectivas a trabajadores culturales y artistas y a una población como la de la capital que necesita de estímulos creativos, críticos y de entretenimiento que le ayuden a enfrentar este grave momento.
El Municipio parece haber olvidado que los proyectos culturales forman parte intrínseca del bienestar de la ciudadanía. Parecería que en momentos de crisis social lo más rápido y efectivo es echar mano a la cultura y a lo social. ¿Por orientación política, por pereza y falta de creatividad para diseñar otras alternativas, por ausencia de política cultural?
Juan Carlos Coellar
[1] Sociólogo y gestor cultural. Ex Director del Centro Cultural Metropolitano, ex Subsecretario de Protección Especial del MIES. Fue Viceministro Coordinador de Patrimonio Cultural y Natural, Cónsul del Ecuador en Barcelona y Consejero Cultural de la Embajada del ecuador en España.2 Ver Pablo Salgado, Los artistas de la calle y del circo claman por ayuda. Revista digital LAPALABRABIERTA, 9 de abril 2020.
3 Ver L. Fernando Fonseca, Municipio hará un recorte a cultura por emergencia. El Telégrafo, 6 de abril 2020.
4 Ver Juan Carlos Coéllar y Martha Moncada, Iniciativas privadas y responsabilidades políticas frente a la crisis sanitaria. Revista digital Línea de Fuego, abril 2020