No era difícil suponer que ante la emergencia del Covid-19 las medidas económicas oficiales adoptadas por el gobierno ecuatoriano serían la crónica de una muerte anunciada; la muerte de la escasa credibilidad que ostentaba el régimen de Lenin Moreno. El gobierno ante la emergencia echó mano a lo más fácil: transferir el peso de las urgencias económicas a las empresas y a los ciudadanos, evadiendo la responsabilidad de implementar planes de apoyo concreto como hacen otros gobiernos.
El mandatario Moreno anunció las medidas en cadena nacional con la misma actitud histriónica que caracteriza al régimen, asumiendo la postura de quien justifica lo injustificable. El plan anunciado por Moreno busca recursos en contribuciones a una cuenta nacional de emergencia en un país que ya cuenta con 7.161 contagiados y más de 600 muertos por coronavirus.
Moreno dijo que se renegociará la deuda externa -“que otros nos dejaron”, dijo- y decretó una contribución obligatoria del 5% a las empresas con ganancias superiores al millón de dólares. Es decir, más impuestos. Y un proyecto de ley que será enviado a la Asamblea Nacional para su debate. Moreno no desaprovechó la oportunidad de emitir una cuña política de justificación ante la crisis: “Una crisis causada por endeudamientos irresponsables heredados y por los robos de quienes acaban de ser sentenciados. Nos golpeó sin un centavo en las cuentas del Estado y con una deuda histórica de más de 65 mil millones de dólares», dijo.
Como dato complementario, según las estadísticas de la Superintendencia de Compañías, 781 firmas ecuatorianas superaron el millón de dólares de ganancias en 2019. Con esas cifras se espera recaudar 500 millones de dólares, según el ministro de Finanzas, Richard Martínez. Mientras que sumado el “aporte progresivo” de los trabajadores se espera conseguir una recaudación total de 800 millones de dólares. Lo que salta a la vista es el contraste de los hechos. En medio de la emergencia sanitaria, sin recursos para la salud, el gobierno hace unas semanas pagó 320 millones de dólares por concepto de la deuda externa con el FMI, con el pretexto de que conseguirá más prestamos internacionales, recursos que aun no llegan por ningún lado.
Entre otras medidas anunciadas por el régimen se incluye enviar un proyecto de ley a la Asamblea Nacional para conseguir aprobación en los siguientes puntos: extender de 30 a 120 días la cobertura sanitaria, a través de la Seguridad Social, a quienes se queden desempleados; para que no haya desahucios hasta 60 días después de que termine la emergencia a quienes no paguen el alquiler; adelantar el cobro del seguro por desempleo a siete días desde que se pierde el trabajo, en lugar de los actuales 60; que las escuelas privadas lleguen a un acuerdo con profesores y padres para bajar las cuotas mensuales; permitir que llegue financiamiento de multilaterales que puedan ser canalizados al sector productivo sin pagar intereses.
En definitiva, las medidas no contemplan medida ni clemencia: se les quita a unos para darles a otros, pero la ayuda no viene del gobierno. El presidente Moreno terminó sus anuncios haciendo un llamado a “un gran acuerdo nacional”, lo que suena a ponerse el parche antes de la herida, puesto que las reacciones de rechazo a las medidas anunciadas no se hicieron esperar.
El sector empresarial agrupado en el Comité Empresarial Ecuatoriano, manifestó a través de su presidenta, Caterina Acosta: “No conozco ningún país en el mundo que esté creando impuestos en este parón productivo. Las empresas ya están sin oxígeno, preocupadas por los pagos que se vienen en este mes. Acabamos de dar una contribución especial creada en la última reforma tributaria de 2020”. Para los empresarios las medidas “atentan contra las empresas y el empleo”, considerando el esfuerzo del tejido empresarial de las últimas cuatro semanas en que se han conservado los puestos de trabajo y se han pagado los sueldos completos. A diferencia del sector público, que ha reconocido tener un retraso en el abono del salario de marzo de hasta un 40 % de los funcionarios, señaló la empresaria.
En el terreno político las reacciones también son de evidente rechazo y desconfianza al régimen. En una exhortación de tono dramático, el analista Xavier Lasso pidió al presidente de la República “dar un paso al costado” y proponer “la muerte cruzada” en el parlamento ecuatoriano: “Lenin Moreno debe hacerse a un lado (…) su manifiesta incapacidad nos ha llevado a este grado de conmoción interna que ninguna sociedad debe soportar por largo periodo, !no! porque las sociedades no pueden condenarse a la auto destrucción”, concluyó el analista.
Esta posición sintoniza con lo manifestado horas antes por el ex presidente Rafael Correa en entrevista para una cadena internacional de televisión: «Que esta gente dé un paso al costado y permita la sucesión constitucional, que vaya alguien con liderazgo, si es un tipo de derecha como Jaime Nebot yo lo apoyaría, porque estamos hablando de vidas”. El dirigente político guayaquileño y ex alcalde de Guayaquil, salió al paso a estas declaraciones: «¡Nunca he llegado, ni llegaré jamás, al ejercicio de la función pública por la ventana, sino por el voto popular obtenido democrática, constitucional y legalmente!», dijo Nebot en prolija lavada de manos.
Todo esto ocurre en Ecuador mientras en el concierto internacional somos un mal ejemplo para otros países de la región y del mundo. El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, dijo: «La gente que tiene acceso a redes sociales o a medios de comunicación ha visto lo que está pasando en Ecuador por ejemplo, donde han levantado cientos de cadáveres de las casas, ni siquiera del hospital, de las casas, gente que vive con sus parientes muertos en la casa durante cuatro, cinco días porque el sistema está totalmente colapsado y tardan cinco días en llegar a traer su paciente muerto a la casa». El vicepresidente ecuatoriano, Otto Sonnenholzner, días pasados en declaraciones públicas ya había reconocido que “la imagen del país se deterioró internacionalmente con imágenes que nunca debieron suceder en el país”. Pidió disculpas y concluyó en que “todos tenemos derecho a equivocarnos como funcionario público”.
El presidente Lenin Moreno se lleva la mano al pecho y golpeándose en señal de recogimiento, llega a una conclusión piadosa: “Dios nunca ha abandonado a los ecuatorianos y no lo va a hacer ahora, pero para ello, exige fe, esfuerzo y trabajo”.
En esta semana de recogimiento y de reflexión en que recordamos las traiciones de los Judas, las lavadas de manos de los Pilatos, amerita invocar el espíritu de los ecuatorianos para recuperar la fe en nosotros mismos. En tiempos de milagros, acaso nos toque algo.