La pandemia global del Covid 19 no es una epidemia espontánea, podría formar parte de un arma letal en el tercer conflicto mundial que ahora tiene lugar en el siglo XXI. Y esa posibilidad no es ciencia ficción, ni siquiera ficción, es una realidad tangible. Según el coronel Pedro Baños, experto español en geoestrategias, así lo afirma: “Lo primero que hay que entender es que hay una guerra mundial librada principalmente por esas tres potencias que son los Estados Unidos, China y Rusia.
Los componentes de esta eventual guerra mundial vienen desarrollándose desde hace un tiempo. Uno es causa y consecuencia de los otros, se dinamizan entre sí bajo una visión holística del tema. Los hechos tienen una cronología, pero más aún una lógica secuencial. El corona virus se detecta en un mercado de comidas en la ciudad de Wuhan con una mujer que consume carne de animal infectado. La paciente cero continúa relacionada con cientos de personas que visitan el mercado diariamente y el virus se expande rápidamente por toda la ciudad donde residen extranjeros que lo portan fuera de las fronteras chinas. A partir de ese momento el arma letal está en acción y expansión global.
Una guerra a tres bandas
Paralelamente, en el contexto geopolítico internacional, China y EE.UU sostienen una guerra comercial inédita. El conflicto se inicia en marzo del 2018 luego de que Donald Trump anuncia la decisión de imponer aranceles por 50.000 millones de dólares a los productos chinos bajo el artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974, argumentando un historial de «prácticas desleales de comercio» y el robo de propiedad intelectual. En respuesta, China impone aranceles a más de 128 productos estadounidenses, y en especial a la soja principal producto de exportación de EE.UU a China. Esta guerra encuentra en el coronavirus su arma de exterminio masivo más letal y barata. La creciente pandemia desencadena un retroceso económico y una crisis global que derriba la demanda de petróleo en el mundo y provoca el desplome de las principales bolsas del mundo.
Simultáneamente Rusia y Arabia Saudí concurren a la guerra del petróleo que libran por arañarse cuota de mercado entre sí, en un intento por sacudirse de la presión del fracking estadounidense. El precio del petróleo de los Estados Unidos cayó un 34%, el precio del crudo cayó un 30% desde inicios de año y el del petróelo Brent un 24%. La guerra de precios fue provocada por una ruptura en el diálogo entre la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, y Rusia sobre los recortes de producción de petróleo propuestos en medio de la pandemia de coronavirus 2019-20. El 8 de marzo de 2020, Arabia Saudíta inició la guerra de precios con Rusia, lo que provocó una caída importante en el precio del crudo. Luego de varias maniobras diplomáticas alcanzan un acuerdo de última hora para retirar del mercado 1,5 millones de barriles por día y así nivelar las fuerzas del mercado. Es decir, provocar menor oferta para hacer que se incremente la demanda y de ese modo mantener los precios. Pero la emergencia del Covid 19 hizo que la demanda baje, y sin un recorte de la oferta los precios del crudo cayeron al suelo. No obstante que Arabia controla el 40% de la producción mundial y Rusia le sigue de cerca como uno de los principales productores. La vertiginosa caída de los precios del petróleo favorece a China, uno de los principales consumidores del crudo en el mundo, que ahorró millones de dólares diarios con los nuevos precios.
Las relaciones bilaterales entre China y Rusia se vieron fortalecidas en este contexto. El común denominador es la actitud norteamericana. La tramoya de esa alianza de fortalecimiento chino ruso se explica en la guerra comercial chino estadounidense y las sanciones que EE.UU aplicó a Rusia. Allí funcionó la fórmula de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo». Se superaba de ese modo medio siglo de enemistad entre ambas potencias que cerraron filas contra una nueva amenaza para sus países: Estados Unidos bajo el gobierno de Trump. El resultado inmediato es que hay una serie de acuerdos comerciales entre ambas naciones y 100 mil millones de facturación bilateral en que Rusia provee petróleo y China le manda turistas.
¿Quién domina geopolíticamente el mundo?
A la luz de los últimos acontecimientos medidos por el impacto masivo provocado por el virus convertido en arma letal es fácil colegir que China que ya lo controló deteniendo su expansión territorial, Rusia se encuentra en la misma tendencia, mientras EE.UU acusa el devastador efecto del virus en su territorio interno que lo tiene imposibilitado de desplegar todas sus fuerzas productivas; el gran perdedor es el país del norte. A esto se suma el crecimiento del influjo político y económico de China y Rusia en Europa y en América Latina, territorios tradicionalmente controlados por los EE.UU. Una opinión del experto geopolítico británico, Halford John Mackinder, resume el punto clave de la estrategia occidental: «Quien controle Europa del Este, dominará el pivote del mundo (Eurasia). Quien controle el pivote del mundo, dominará el mundo». La idea de dominar el pivote del mundo, en inglés “heartland”, fue rebautizada por el periodista estadounidense Nicholas John Spykman, considerado una autoridad geopolítica de los EE.UU.
No es tan descabellado sostener que la tercera guerra mundial está en marcha y no lo hizo con las características que habíamos imaginado siempre con conflictos religiosos, intrigas políticas y escaladas nucleares. Lo hace con un arma invisible, microscópica y silenciosa, pero mucho más letal y que tiene toda la facha de un hecho natural.