Despertar por las mañanas y ver el televisor es revivir cada día una pesadilla en vivo y en directo. Políticos que hablan circunspectos guardando su imagen pública, ciudadanos con el horror pintado en la cara llorando ante un micrófono cubierto por un plástico, personal médico que oculta su rostro de impotencia detrás de una mascarilla. Reporteros que sollozan frente a un hospital mientras hacen la cobertura de la noticia. Ese es el panorama que nos muestra la televisión cada día.
Pero en medio de tanta escena impensada hasta hace poco tiempo, queda en la retina la imagen del vicepresidente de Ecuador, Otto Sonnenholzner, que con aspecto serio y ropa informal, habla a la cámara en cadena nacional, y en tono dramático afirma: «Esta semana, Ecuador ha sufrido un fuerte deterioro de la imagen internacional y hemos visto imágenes que nunca debieron haber sucedido y, por ello, como su servidor público les pido disculpas».
Este es un hecho insólito desde que comenzó la emergencia en Ecuador. Por primera vez un personero de gobierno, el segundo mandatario, reconoce errores, se disculpa, y deja el tono arrogante de otros funcionarios del régimen. Algunos dirán que es otra estrategia de campaña del candidato oficialista para las elecciones del 2021. Sea como sea el vicepresidente se jugó una carta brava: intentar aparecer sincero frente a un país que está contaminado de incredulidad.
Imágenes de terror
Y las imágenes impertinentes a las que alude el vicepresidente Sonnenholzner fueron descritas por la prensa internacional en forma explícita. Un hombre en la ciudad de Guayaquil narra cómo no encontraba el cadáver de su madre entre tantas víctimas del coronavirus, así lo describe un diario europeo: “El hombre que llevaba la lista de los cuerpos que ya habían sido retirados me decía que mi mamá no había salido. Pero nadie sabía dónde estaba. Entré con él a buscarla a una bodega con 18 cuerpos y abrimos las fundas una por una. Solo llevaba guantes y una mascarilla. No estaba. Luego fuimos a otra sala, con 25 muertos más y otros seis haciendo fila para entrar. No la veía. Estaba tapada por otro cadáver bien grande y le habían cambiado el nombre. Había un cartel con el de otra señora”, recuerda espantado Víctor Hugo sobre su periplo por la morgue del Hospital de Guayaquil, en el que su madre entró con cierta insuficiencia respiratoria el jueves pasado y del que ya no salió hasta que sus familiares la localizaron entre los demás cadáveres acumulados”.
Guayaquil, la segunda ciudad más importante de Ecuador, lleva días espantada al ver noticias sobre cadáveres esperando a ser retirados en las calles y en las casas. Otro familiar de una víctima del virus, Guillermo Enríquez, denunció: “Había como 200 muertos en el contenedor y mi papá no estaba ahí, pisé cuerpos y sangre, abrí varias fundas con nombres de hombres en los que había cuerpos de mujeres”. Estas escenas son propias de un filme de terror. Pero es la realidad del colapso del sistema de salud público en la ciudad de Guayaquil.
Reacción de medios internacionales.
Un presentador de la cadena norteamericana CNN rasga vestiduras y aparece implacable y sentencioso, haciendo uso del micrófono como de una guadaña para cortar cabeza, entrevista a la ministra de gobierno ecuatoriano, Maria Paula Romo, y la deja muy mal parada. La cadena CNN ha insistido en entrevistar también al presidente Lenin Moreno, “sin intermediarios”, pero no lo ha conseguido. Incluso una entrevista pactada con el ministro de Salud, Juan Carlos Cevallos, se frustró en el último momento cuando el funcionario desistió 10 minutos antes y le cerró dos veces la llamada telefónica a la secretaria de CNN.
Nada es casual en esta vida. ¿Por qué CNN las emprende contra el gobierno de Lenin Moreno de manera tan directa? ¿Será, acaso que ve en este régimen un cadáver viviente? ¿Qué información maneja CNN respecto del trasfondo político de este país para sentarlo en el banquillo de los acusados?
La intervención del vicepresidente ecuatoriano en cadena nacional devela una realidad mucho más profunda. No son solo errores cometidos, y al cual se tiene derecho, según el vicepresidente, no son solo imágenes de un país desolado que dañan su prestigio internacional. Se trata de las escenas del colapso de un modo de vida, de un sistema económico social que la televisión no sospecha que ocurre. Es el colapso de un sistema que la CNN tampoco cuestiona, la vigencia de un sistema de salud pública bajo políticas neoliberales que han debilitado al Estado sin invertir en salud. CNN es una cadena internacional que no se ha percatado de que el neoliberalismo fracasó en todo el mundo. Y en ese orden social la empresa privada, los negocios de la salud, hospitales, clínicas privadas y laboratorios, tampoco han hecho nada por evitar o manejar la crisis sanitaria. No pueden hacerlo porque sus costos no permiten a la población masiva acceder a sus servicios. Y los pocos privilegiados que se hacen atender por médicos privados no pueden sostener el aislamiento en sus casas sin contagiar al resto de su familia. Si algo nos enseña en lo inmediato la crisis es que necesitamos un sistema sanitario público sólido y bien dotado de recursos bajo politicas estatales de servicio colectivo. La medicina debe dejar de ser un vil negocio en manos de comerciantes de la muerte.
La aparición del vicepresidente Sonnenholzner en cadena nacional pidiendo disculpas al país denota otro problema acaso más grave que ocurre en el país. La carencia absoluta de liderazgo y de un proyecto de solución nacional frente a la emergencia. Estamos a la deriva sin líderes que nos digan qué hay que hacer cómo y cuándo. Esto es lo que hay. El Estado y sus representantes se han mostrado incapaces de enseñar al país un sistema de salud eficiente que reemplace al insuficiente y especulativo negocio privado de la medicina.
Nadie puede aventurar profecías y ver el futuro como en una bola de cristal. El futuro está minado de imprevistos, pero dentro de las certezas hay una en la que parecen coincidir muchos. Habrá que poner el sistema económico social al servicio de las mayorías y sus derechos sociales como la salud o la educación de los ciudadanos. Pero también hay otra enseñanza que aprender de los errores de nuestros políticos. Los que sobreviven no necesariamente son los más fuertes, los arrogantes, los causantes del drama, sino los que afirman el valor de la convivencia con sentido más colectivo y plural.