Frente a la actual emergencia pandémica del Covid-19, la información oportuna, la reflexión orientadora y la cobertura pluralista es el mejor antídoto contra la desinformación campante, la distorsión de la verdad o el ocultamiento de estadísticas que subregistradas o súper ocultadas, no contribuyen a que se verifique el derecho elemental de la ciudadanía a estar debidamente informada. Cuando la vida o la salud de las personas dependen de una buena comunicación estamos en un nivel distinto de responsabilidad periodistica.
LAPALABRABIERTA en esta coyuntura se ha propuesto realizar entregas periodicas con información confiable, reflexión responsable y cifras comprobables sobre la epidemia que azota al país y al mundo. Haciendo realidad nuestro principio de diversidad informativa, y nuestra práctica de contrastar fuentes hemos publicado la opinión e información de diversos orígenes con el propósito de tener a disposición de nuestros lectores una amplia visión de los hechos. En esta oportunidad ponemos a consideración una serie de reflexiones de nuestra colaboradora Lucrecia Maldonado, escritora de reconocida trayectoria como docente y comunicadora, galardonada con diversos reconocimientos por su labor literaria, entre otros el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade.
Lucrecia Maldonado es acreedora a uno de los más importantes galardones por su labor de comunicadora: el reconocimiento de sus lectores que se suman por miles, prueba de ello que Lucrecia tiene el récord de lectura de nuestra revista habiendo conseguido ocho mil lectores en la primera media hora de haber publicado un artículo suyo en LAPALABRABIERTA.
En esta oportunidad hemos reunido una serie de publicaciones de Lucrecia Maldonado bajo el título de Crónicas de la Cuarentena, escritas por Lucrecia con una mirada siempre lúcida de la coyuntura trágica que vive el país.
SERIE CRÓNICAS DE CUARENTENA
ALCAHUETES
Sabemos que los mal llamados medios de comunicación, sobre todo los oficiales, y por oposición a los alternativos y lo rescatable de las redes sociales que pretenden hacerles un poco de sombra y calor, son uno de los pilares en los cuales se sostienen los sistemas económicos y políticos. Sabemos que, por ende, no son lo que dicen ser, a saber:
No son libres ni independientes. Con frecuencia son el brazo armado ideológico de determinadas tendencias, y aquí no importa cuál sea esa tendencia, lo que importa es que busca crear este soporte para sostenerse ante el gran público o lo que ellos mismos llaman la ‘opinión pública’.
No son objetivos. Entre otras cosas, porque, hablando en términos de percepción humana, la objetividad total no existe. Y no está mal ser subjetivo. Lo que está mal es fingir objetividad para disfrazar la subjetividad. Una destreza que deben tener los comunicadores es la de diferenciar un hecho de una opinión; sin embargo, pocas veces la ejercen, y lo terrible es que pocas veces la ejercen de cara al público mostrando, maliciosamente, lo que ellos creen (o les obligan a creer) que pasó, como si hubiera pasado realmente.
Jamás dicen TODA la verdad. Bueno, también, decir toda la verdad es imposible, es demasiado amplia. Pero, por otro lado, no es que seleccionan aquellas verdades útiles a la población, o aquellos segmentos de la verdad que podrían serlo. No. Recortan trocitos de verdades variopintas y con ellas arman un collage con frecuencia monstruoso que pretenden mostrar a la gente como verdad. Y con frecuencia como la verdad absoluta e inamovible.
No están al servicio de la gente. No. Están al servicio de los intereses del poder. Es más, el poder los tiene prácticamente secuestrados, a veces, las más, con síndrome de Estocolmo y todo, otras veces con chantajes o prebendas. Y con frecuencia, cuando algún idealista opta por decir una verdad completa, pretende colocar la subjetividad y la objetividad en su sitio y expresar libremente la información que ha descubierto más allá de los intereses de los poderosos, es frecuente que lo proscriban de trabajar en cualquier medio prestigioso (nadie sabe en qué se basa ese prestigio), o que algún rato amanezca cosido a tiros boca abajo en algún canal, cuando no en la puerta de su casa. O simplemente desapareciendo. Esto ha ocurrido, sobre todo en dictaduras y gobiernos represivos de cualquier signo.
‘Formadores de opinión’. Es un amable eufemismo con el que pretenden disfrazar aquello para lo que han sido cooptados: para meterle a la gente en la cabeza ideas que le servirán para sostener a aquellos a quienes en verdad sirven. Y con frecuencia es aquí donde muchos ‘comunicadores’ pierden el tino y la humildad, y se permiten algo que aquí en el Ecuador es muy frecuente: tratar mal a sus invitados cuando no cumplen el estándar requerido, o tratar mal a su audiencia, como ocurrió hace poco con una conocida presentadora de la televisión privada nacional.
Se podría abundar en otras características y actitudes, pero esta crónica se convertiría en monografía, y no se trata de eso. Sin embargo, lo triste es que, por alguna extraña manipulación psicológica de seguro dictada por el gran Goebbels, la gente los cree, aquí en la tierra, como la virgen María le creyó al arcángel San Gabriel. Ellos mismos se han promocionado como los tenedores de la verdad absoluta, y otra cosa: nos han hecho creer que es necesario escucharles y creerles para cumplir con un estándar ineludible de la sociedad moderna: ‘estar informados’. Pero informados con lo que al sistema le interesa, ignorando lo que al sistema le atemoriza, amando y odiando lo que los poderosos en la sombra quieren que se ame o se odie.
Últimamente, en Ecuador, y a partir del desastroso manejo de la crisis sanitaria en medio de la pandemia, los medios de comunicación, ahora unidos en un férreo y amoral cerco mediático, así como se unieron en contra del expresidente Correa, se han dedicado a ocultar los desaciertos gubernamentales, a dar la palabra y hacerles venias a los impresentables funcionarios que durante tres años se han dedicado a mentir sin tregua. Solo que la realidad es tan descarnada e impresentable, que los medios internacionales que también colaboraban en el sostenimiento de su red de farsas y medias verdades ya se les comienzan a barajar porque seguramente van a empezar a perder réditos y credibilidad si siguen defendiendo lo indefendible.
Este semi abandono de la prensa internacional, sin embargo, no encuentra todavía eco en la prensa nacional, obligada a sostener al peor gobierno de la historia hasta que recuperen los privilegios espurios de las clases dominantes que en la década anterior no es que desaparecieron, sino que disminuyeron o se ajustaron para contribuir a la creación de un estado de bienestar para la gente.
Triste cosa debe ser verse obligado a desempeñar el nada honroso papel de alcahuete de un poder usurpado, manejado desde la ambición desmedida, el servilismo y la estulticia. Más triste todavía mancillar voluntariamente una profesión que podría ser noble si se pusiera al servicio de la verdad y para el bienestar de la gente, pero que, como están las cosas, no sirve más que para sostener un sistema podrido, genocida e inmoral.
¿ES EN SERIO?
A veces una se pregunta si es en serio. Por ejemplo, cuando ve el trino con el que Moreno pretende desvirtuar las opiniones de Nayib Bukele, Presidente de El Salvador. O cuando ve las fotos de Otto Sonnenholzner, impecable, recorriendo un hospital vacío apenas protegido por una mascarilla y un par de guantes (igual que los secuaces… perdón, personeros que lo acompañan). O cuando mira al flamante Ministro de Salud y al controvertido Paúl Granda oficiando de repartidores de víveres sin siquiera una moto por las barriadas pobres de Guayaquil o de alguna otra ciudad. O cuando ve el contenido de la funda de víveres que van dejando en cada casa.
Sí. Una se pregunta si es en serio que un grupo musical de ínfima calidad está haciendo una canción propia de una campaña electoral para el actual Vicepresidente, repitiendo cosas que nos preguntamos si se referirán a él o a otro Otto que seguramente habita en un universo paralelo.
¿Será en serio lo que declara Juan Sebastián Roldán respecto de la ‘despedida digna’ que quiere darles a los ciudadanos fallecidos, arrojados en las calles porque mantenerlos en las casas en el invierno costeño, con el calor y la epidemia resulta altamente peligroso? ¿Será en serio que esa ‘despedida digna’ les van a dar enterrándoles en una fosa común? ¿Qué entienden por dignidad, esta ralea de políticos, especie de cosa indefinible en cuyas manos caímos por una oscura jugarreta de la traición?
¿Es en serio que, muy sueltos de huesos, los personeros de los agonizantes medios públicos y una serie de Ministros de Estado dediquen sus días y horas a esparcir el rumor de un troll-center correísta, cuando en realidad es obvio, porque no se ocupan de disimular un milímetro, que el verdadero troll-center está del otro lado, son ellos mismos, y ni siquiera lo hacen bien?
¿Es en serio que las prioridades del gobierno, que habría tenido la oportunidad de reivindicarse y quedar bien desde que empezaron los rumores de pandemia, sigan siendo inhabilitar a Rafael Correa para que ocupe un cargo público, y vender a precio de huevo todos los activos del estado lo más pronto posible, en una actitud demencial que se parece demasiado a la histeria de los nazis cuando se vieron derrotados y decidieron ejecutar la ‘solución final’, aprovechando nuestro encierro?
¿Es en seirio que la MInistra de Gobierno anuncie la suspensión de la cuarentena en el pico de la diseminación de la pandemia en nuestro territorio sin presentar un mínimo sustento técnico para su decisión?
¿Fue en serio que cuando la alcaldesa de Guayaquil invadió la pista del aeropuerto con camionetas para impedir el aterrizaje de un vuelo humanitario que venía a llevarse ciudadanos extranjeros, cometiendo un delito grave, la Ministra de Gobierno lo minimizó diciendo que ‘no es tiempo de polemizar’?
¿Es en serio que prefirieron pagar el servicio de los bonos de la deuda (o como se llame lo que pagaron) en lugar de destinar fondos al manejo de la emergencia sanitaria?
Y en medio de esta serie de bromas de mal gusto, los banqueros se ponen tiernos y también deciden hacer donaciones que representan un ínfimo porcentaje de sus ofensivas ganancias. ¿Treinta respiradores? ¿Diez millones de dólares? Ojalá no se queden en la inopia, pobres gentes. ¿Es en serio? ¿Es en serio que la caritativa Junta de Beneficencia de Guayaquil cobra 1700 dólares por cremación?
Triste cosa es que en un momento así nos toque estar al cuidado de los mismos que en octubre nos quisieron matar y nos sacaron los ojos. Y más triste todavía es que nadie tenga una respuesta o un plan de acción en favor de la gente, de verdad. ¿Es en serio?
INCÓGNITAS
No sé a ustedes, personas que me leen, pero en todo este embrollo a mí hay cosas que como que no me cuadran: Para empezar, comenzaron diciendo que la enfermedad que provoca el virus es tal cual una gripe común… o bueno, con unos síntomas un poco diferentes: más fiebre, cansancio y tos que catarro y flema. Que si se producían complicaciones sería únicamente en personas vulnerables. ¿Y cuáles eran estas personas vulnerables? Bueno, las personas con lo que se llaman ‘patologías subyacentes’: diabetes, hipertensión, edad superior a los sesenta y cinco años, y personas con el sistema inmunológico deprimido por diferentes causas. Ya. Suficiente. Pero nada más decirlo se empezó a crear un ambiente de pánico que parecía sobrepasar cualquier expectativa. El aislamiento, la búsqueda desesperada de respiradores, la preparación de unidades de emergencia y terapia intensiva (en los países en donde la gente tiene gobiernos que se preparan para este tipo de cosas). ¿No era exagerado?
Se hablaba también de que la mortalidad, en circunstancias normales, era inferior al cinco por ciento. Pero de un rato a otro todo el mundo entra en pánico, y no solamente eso: en una ciudad como Guayaquil comienzan a aparecer cadáveres desperdigados por la calle porque las morgues y los crematorios no se dan abasto. ¿Cómo es esto? Según ciertas informaciones, mueren, además, bebés, hombres y mujeres en la flor de la edad, y bueno, lo que dijeron: personas adultas mayores.
En el ámbito local se habla de menos de cien muertos (cifras oficiales), pero en realidad solamente en un par de horas se ve mucho más de cien en noticias y videos en redes sociales. De tal manera que una termina preguntándose si será la misma enfermedad del tres por ciento de muertos en circunstancias normales.
Nos mandan a desinfectarnos cada vez que salimos de casa como si trabajáramos limpiando alcantarillas y pozos sépticos. Nos conminan a un encierro inaudito. Quédate en casa y no salgas absolutamente para nada para que baje la curva de contagio. ¿Por qué? Por si acaso. Porque si bien puede darte solo algo así como una gripe fuerte de repente también te da una neumonía en donde la flema se petrifica y marcaste calavera. Pero no estoy en grupo de riesgo. No importa, sin darte cuenta puedes pasarte al grupo de riesgo el rato menos pensado. Y morir. Y quedarte tumbada en una calle cinco días, como dicen que pasa en la Costa.
¿Se entiende? Por otro lado circulan listas de enfermedades actuales con índices de mortalidad mucho mayores. Pero nadie te ha mandado a tu casa a encerrarte por tres meses para que no te pique el zancudo que te provocará el dengue, para que no tengas un accidente de tránsito, ni te obligan a comer sano y hacer ejercicio para demorar la irrupción del cáncer.
Insisto… ¿entienden?
¿Qué hay detrás de la intención de parar el mundo, de aislar a las personas, de impedir las reuniones y el contacto humano? ¿Solo prevenir el contagio de una enfermedad que, según ellos mismos, no es tan complicada como por otro lado pretenden hacerte creer?
Nadie se atreve a salir (obvio, de pronto es cierto), pero tampoco nadie se atreve a preguntar nada. Dócilmente trapeamos los pisos con cloro, y le echamos alcohol a todo lo que traemos de la calle. Nos comunicamos con los nuestros a través de una pantalla, preguntándonos si algún día los volveremos a abrazar.
Demasiadas incoherencias. Demasiados cabos sueltos. Demasiadas preguntas sin respuestas. Demasiado miedo sembrado en el ambiente… ¿o no les parece así?
ENTRE LAS MANDÍBULAS DE FIERAS VORACES
La clase política del Ecuador sobrepasa el calificativo de ‘impresentable’ por kilómetros. En medio de la cuarentena ante el avance de una epidemia de proporciones planetarias, lo único que les interesa es asegurar su permanencia en el poder, y los beneficios que de él han obtenido desde hace medio siglo, o más.
Mientras las discretas cifras oficiales del gobierno sobre contagiados, afectados y fallecidos se ven desmentidas por el mismo clamor de ciertas autoridades y ciudadanos que informan sobre el abarrotamiento de morgues y crematorios, sobre todo en Guayaquil, y mientras el gobierno decide pagar los bonos de la deuda antes que atender la emergencia, a ellos tampoco les importa mucho el destino de la gente. Lo que les quita el sueño, y vuelve más angustiosas aún sus noches de insomnio sin viagra que valga, es la posibilidad de que por algún desliz de sus perversos cálculos regrese Rafael Correa o algo parecido.
Y entonces, forman un grupete llamado ‘Cauce Democrático’ dizque para apoyar al auto desaparecido presidente Lenin Moreno, que si antes de la emergencia ya tenía menos del diez por ciento de aprobación, ahora, con suerte, debe andar por el menos cincuenta.
Dicen que es un grupo de apoyo al gobierno en medio de la emergencia, y que es, además (cáiganse), un grupo de ‘unidad nacional’. Sin embargo, aclaran desde el principio, que no quieren dentro de sus filas a ningún integrante de lo que ellos llaman la ‘banda correísta’.
Habráse visto tal nivel de cinismo, que se autodenominan ‘democrático’, pero excluyen a la fuerza política con mayor intención de voto en las últimas dos décadas, en todo el Ecuador. Y en ese ánimo excluyente se atreven a proclamar la ‘unidad nacional’. Pero además deciden llamarse ‘cauce’, cuando lo que quieren es revolver el río en medio de la pandemia para no perder un solo pez gordo.
Como se ha hecho más o menos desde que aparentemente Flores mandó a matar a Sucre para impedirle el acceso a la presidencia, y más allá del nombre, se burlan de las aspiraciones más profundas del pueblo ecuatoriano. No les importa el terrible momento que estamos atravesando como país y sociedad. Por más proclamas que hagan, al igual que a su chabacano empleado, les vale un bledo le país. No buscan (nunca han buscado) generar un estado de bienestar, sino seguir manteniendo sus privilegios. Es más, están aterrados de que eso tenga la mínima posibilidad de suceder.
Ahora bien, portales orgánicos, seducidos por el lado oscuro de la fuerza y lobos con piel de cordero ha habido siempre. Lo preocupante es que la gente haya perdido su capacidad de reacción.
Si seguimos dejando nuestro destino en manos de ‘patricios’, iluminados y predestinados de buena cuna pero mal espíritu, el Ecuador no tardará en convertirse en un estado inviable, quebrado y hasta en el protectorado despreciable de alguna macro potencia que también se agarra con las uñas para no perder su título demasiado aparatosamente. Aunque no parezca, eso es lo que quieren. Y a toda velocidad, porque el tiempo se les acaba, y lo saben.
Entonces, gente de recta consciencia y buena voluntad que tal vez todavía existe en nuestro territorio… ¿qué estamos esperando?
Aunque suene a lugar común, el silencio de los buenos siempre es cómplice de las atrocidades de los malos.
MENSAJEROS DEL TERROR
Llamo a una amiga para un asunto puntual, y me recita el apocalipsis omitiendo la parte final (en donde mágicamente todo se compone). Me quedo aterrorizada: todo se va a poner peor y ya para qué nada. Bueno, también plantea algo de solución: podemos agruparnos para ver qué hacemos. Pero igual nada va a resultar.
Pienso que recién son las ocho de la mañana, que todavía no he desayunado y que ya me arruinaron el día. Me provoca un poco matarme, pero pienso que tal vez no sea para tanto, o no me tenga que apresurar.
En algunos videos de YouTube también se mencionan algunos importantísimos acontecimientos futuros tales como una guerra generalizada por recursos básicos en medio de los escombros que dejó la epidemia y que finalmente un asteroide chocará contra el planeta (o lo que quede de él).
Sinceramente, no sé lo que irá a pasar. Tengo dos nietos menores de cinco años, y pensar en lo que les espera si lo que me dicen es cierto sí me descompone un poco.
Sé que no estamos precisamente en el mejor momento de la humanidad; pero para qué estamos aquí, si si lo que nos espera es tan horrible y no tenemos la menor capacidad de acción. ¿Será de suicidarnos, como los hámster o algo así, de esos que cuando sobrepasan un número máximo de población se arrojan a un río?
Sin embargo, algo dentro de mí se resiste a ir por este camino. Como dije más atrás, no sé lo que irá a pasar, y recuerdo ese viejo principio de los adivinos éticos y honestos: decirte el mal que va a ocurrir solamente cuando tengas una capacidad de acción. Si no, es mejor no decir nada.
En este momento, y por encima de las macabras predicciones de mi amiga y de otros más famosos y conocidos, opto por apostarle al optimismo. Puede suceder cualquier cosa, pero como se dijo antes, creo que es el momento de apostarle a la luz interior. Si bien vivimos en un momento que se acerca mucho a la distopia, no olvidemos que, según algún principio hermético, la existencia de algo, cualquier cosa, avala también la existencia de su contrario. Entonces, si hay distopia, también hay utopía, y quizá para eso estamos a en este lugar y en este momento. Preferiría pensar así. La humanidad, o los grupos humanos han tenido momentos difíciles, pero aquí estamos. Y si viene algo terrible, pues que me encuentre peleando.
Dice una leyenda que a alguna prima o amiga de Juana de Arco una vez le preguntaron qué haría si el pueblo se alborotara y le dijeran que está por sonar la trompeta del Juicio Final, y ella contestó, candorosamente, algo así como:
-Si estuviera bordando, regando mis plantas o cantando con mi laúd y alguien me dijera: «Ven, que se termina la era y los ángeles ya están tocando las trompetas», yo seguiría bordando, regando mis plantas o cantando con mi laúd.
Y solo pido que a mí y a los míos también nos llegue ese nivel de paz interior, si es que llega el momento.
BELLEZA Y BONDAD
En estos días de encierro global, ante la incertidumbre, el miedo y los malos presagios de agoreros virtuales y otros no tanto, algunos músicos han dado sus recitales en vivo por las redes sociales.
Lo han tenido que hacer solos, sin sus equipos de producción, sin la parafernalia mediática de otras ocasiones, y sobre todo sin cobrar un centavo de entrada (y sin llorar una lágrima por ello).
Podríamos pensar que, si las intenciones de alguien o algo en la sombra eran las de aislarnos, tal vez esa parte no les está saliendo muy bien. Y no solo por las redes sociales, que se les han ido de las manos a los grandes poderes que las crearon, sino porque hay quien sale a cantar a una ventana, y lo hace con la voz suficientemente alta como para deslumbrar a su barrio, a su sector.
Hay un mensaje muy conmovedor detrás de todo esto: no estamos solos. Y no lo vamos a estar. La enfermedad y sus malos presagios nos han quitado, por el momento, los abrazos, la cercanía, el contacto físico que es tan cálido e importante. Pero nos ha dejado la capacidad de expresar calidez y apoyo por otros medios. Y de entre esos medios, la música es el más hermoso y uno de los más potentes.
Ya me referí en noches pasadas al maravilloso recital en vivo del gran Pedro Aznar, con su mensaje a la consciencia planetaria y humanista. Y luego, de los que he visto, Pedro Guerra, y en nuestro ámbito local, Fabián Jarrín, María Tejada y Roberto Navarrete. Todos con una sencillez tan grande como su calidad. Y lo que es más importante: dando lo que pueden y haciendo su más grande trabajo con los recursos disponibles.
No vamos a decir que vivimos días felices. Estamos atemorizados por la incertidumbre, pero también indignados por la voraz estulticia de la clase política y por la sorprendente capacidad manipulativa y mendaz de los grandes medios de comunicación.
Pero en medio de eso, los músicos, parte de esas sensibles y maravillosas antenas de la especie que son quienes hacen arte, nos demuestran que en medio de la adversidad también hay quien, pensando no solo en la necesaria ganancia inmediata, nos regala un poco de la luz de su alma para pasar el trance. Y eso es algo de mucho agradecer.
NO IMPORTA EL QUÉ, SINO EL CÓMO
Toma tiempo advertir que hay personas capaces de cualquier cosa con tal de mantener su grande o pequeña cuota de poder, o de servir a quien tiene esa grande o pequeña cuota de poder, por miedo, por resentimiento o por lo que sea.
Sin embargo, a los que no andamos por ese territorio, ¿qué nos queda? Los poderes de la maldad parecen haber sobrepasado cualquier límite aceptable. En nuestro mismo país vemos con estupor y angustia cómo quienes están a cargo del mando en realidad lo que propician es una destrucción cada vez mayor, la desaparición de vidas humanas, el trato humillante a lo que queda de quienes dejaron este mundo, y la mentira sistemática, siempre con la acusación al ‘correísmo’ en la punta de la lengua.
No es fácil. No es simple ni sencillo comprender desde un espíritu que no ha sido devastado por tales niveles de odio, las actitudes de quienes hoy por hoy se encuentran a cargo de la destrucción del país, que no es otra cosa.
Sin embargo, ¿qué es lo que nos queda a quienes no participamos de tal inopia mora y espiritual? Lo primero, la solidaridad. Creen que con impedirnos abrazarnos y tocarnos nos están separando. Olvidan que estamos unidos por fuertes lazos que van de corazón a corazón. La solidaridad es el principal instrumento de unión y paz que podemos utilizar. Ver quién necesita de nosotros, y en qué podemos ayudar. Como dije en una crónica anterior: qué tenemos para dar. Y nadie es tan pobre que no tenga nada para compartir.
El estudioso y youtuber español Emilio Carrillo dice que en estos casos no importa el qué, sino el cómo, y entonces el terreno de la adversidad se vuelve tierra fértil para el crecimiento espiritual no solo de los individuos, sino de las comunidades. Quizá mientras quienes la vida nos ha puesto a la cabecera de la patria continúan con su agenda de odio, nosotros podamos marcar una clara diferencia. En este momento confrontarlos puede resultar suicida, pero sí podemos organizarnos, y si no confrontarles, por lo menos dejar de regir nuestras acciones y reacciones por su pervertida agenda.
Sigamos solamente las reglas de aislamiento de la vida cotidiana, pero no les demos el gusto de escuchar sus trasnochadas acusaciones a quien hace tres años ellos mismos se encargaron de acallar. No respondamos a sus trinos en Twitter, que si de algo carecen es de creatividad. No sigamos sus cadenas más que para lo meramente operativo. Y hagamos lo que más podamos por darle un sentido a este momento difícil que vivimos.
Con los otros, que la vida haga su trabajo cuando y como tenga que ser.
LA LUZ AL FINAL DE UNO DE LOS TÚNELES
Desperté con una idea que era una pregunta, o más: ¿y si todo es mentira? ¿si solamente están haciendo una prueba, a ver cuán fácil es encerrarnos para poder hacer de las suyas sin que nadie les estorbe? Incluso me tentó romper normas, saltarme los protocolos y salir a caminar por la calle a ver si realmente me pasaba algo… Pero siempre cabe la posibilidad de que sea cierto, y de que el virus esté ahí, acechando. Entonces decidí calmarme y tratar de olvidar ese segundo de locura y rebeldía.
Teletrabajé, con un poco de ansiedad, alternando con bajadas a la cocina a ver cómo estaba la familia. Y en realidad, las cosas estaban bien. Conversé con mi hija, con mi yerno. MI hijo decidió preparar una pizza para el almuerzo, y entre estas y las otras comentó que en medio de todo había logrado encontrar serenidad y calma. Le asusta que yo tenga que salir, que me pueda contagiar.
A mí, anoche me dio conjuntivitis, tal vez por maquillarme para el programa de radio, entonces decidí comprar un colirio y otros medicamentos que hacían falta… llamé a una farmacia en donde ni siquiera contestaban porque daba ocupado todo el tiempo. Llamé a otra y me tocó después de veinte llamadas, pero al fin contestaron, y no solamente eso, sino que, aunque habían ofrecido traer mañana las medicinas, apenas se demoraron un par de horas.
Más tarde escuché la entrevista a David Chávez que he compartido un poco más abajo, y eso volvió a deprimirme: pensar que estamos gobernados por una gavilla de delincuentes que si algo hace bien es odiar al pueblo y odiar a quienes supieron gobernar mejor que ellos. Arreglé algo más de la casa… estaba jugando con mi nieta, y entonces recordé que había el concierto de Pedro Aznar por Facebook y me conecté…
Y aquí estoy, con un nudo en la garganta, escuchándolo cantar «Quebrado» a capella y recitar a Neruda. Escuchándolo decir que nos unamos en contra de la maldad. Escuchándolo decir que si bien esto no es lo que esperábamos de la era de Acuario ni del futuro, es lo que tenemos, y que la luz de nuestro corazón será más grande si todos los que podemos encenderla la compartimos.
Aquí estoy, sabiendo que aunque seamos él y yo, y dos que tres más, urge que encendamos esa luz interior, y mientras él se emociona al terminar, también yo me emociono más aún al escucharlo, y recuerdo las palabras de Amaru ante las latas que su padre había preparado saliendo del horno, y su alegría en medio del encierro:
-¡Estoy emocionado por comerme la pizza que hizo mi papi, Mamilú!
LAS TERCERAS EDADES
Ahora dicen que la gente mayor de sesenta y cinco años es ‘población vulnerable’. Y van a cuidarles. Yo tengo cincuenta y siete, y no me tiño el cabello porque no me da la gana. Entonces la gente relaciona: canas = anciana… cuando les conviene Por otro lado, dicen que la gente mayor de cincuenta y cinco años no puede circular, no puede hacer las compras y no puede prácticamente valerse por sí misma.
Sí, se ve una intención, un protocolo, un cuidado. Pero como muchas otras cosas que han sucedido en estos días, una total falta de criterio.
Porque, veamos: si una persona mayor de cincuenta y cinco años vive sola, si no tiene una tarjeta de crédito, si no puede acceder a un servicio a domicilio… ¿qué va a hacer? ¿Quedarse a morir de hambre en la comodidad de su hogar, bien protegida pero bien hambrienta y bien sedienta?
No creo que sea algo muy difícil de entender. Y de accionar en consecuencia. ¿Acaso la sociedad que finge protegernos realmente nos protege con algún sistema que nos permita abastecernos sin correr riesgos? ¿Hay algún estamento, organismo, institución, etc., que se encargue de prestar servicios básicos a gente mayor de sesenta y cinco años, con patologías o en situación de riesgo, que viva sola?
Por otro lado, y es también frecuente, puede ser que esa persona mayor de cincuenta y cinco años tenga alguien que dependa de ella: un nieto huérfano menor de dieciséis años, una hija discapacitada, un esposo cuadripléjico, una hermana con algún problema. Y en esos casos, ¿qué harán? ¿A quién acudirán? ¿Qué será de ellos y ellas si es que se han cambiado de ciudad o no tienen más familia que acompañarse el uno a la otra? ¿Realmente son sensatas y toman en cuenta la seguridad y el bienestar de todos estas draconianas disposiciones?
Más bien, pienso que si una persona mayor de cincuenta y cinco años o con cierto tipo de vulnerabilidad pero que no cuenta con ayuda acude a un supermercado o a un mercado debe contar con unas condiciones de la institución que minimicen su riesgo, ya que es población vulnerable; pero se debe tomar en cuenta que tal vez está sola, y que es muy posible que no cuente con medios de ayuda.
Hace más de dos mil años, alguien cuya existencia real no está comprobada dijo que no se ha hecho el hombre (las personas) para el sábado (la ley), sino al revés. Pero sabido es que algo tan simple y humano no se suele abarcar en su total sentido. Si los estamentos sociales y legales no nos brindan ciertas facilidades para la protección ¿qué más quieren que hagamos?
CUIDÉMONOS
Nadie lo hará por nosotros. Vano es esperar que quienes nos han estafado, nos han robado de varias formas y se ríen de nosotros en nuestra cara con todo el cinismo posible, ahora cambien de golpe y quieran ver por nuestra vida, por nuestra integridad, por nuestra salud.
Son tan ruines que incluso se molestan con quien pretende hacerlo, por el motivo que sea. Perros del hortelano: ni cuidan ni dejan cuidar.
Por eso, cuidémonos en estos días de zozobra. Nada es para siempre y esto también pasará. Hasta eso, alimentémonos bien, quedémonos en casa todo lo que sea necesario y posible, no nos hagamos mala sangre, ni mala leche ni mala uva. Durmamos nuestras horas. Teletrabajemos, si nos toca. Y demos lo mejor de nosotros porque somos de esa ralea y no de la otra. No nos quedemos quietos mirando el mundo por la ventana, dejándole un resquicio de nuestra existencia a la depresión o a la desesperación.
Aprendamos a reír, o aunque sea a sonreír. Que no nos vean derrotados ni furiosos. La España profunda vivió una dictadura de treinta y seis años de la que todavía no se acaba de librar. Los países del Cono Sur vieron desaparecer a sus hijos, a sus muchachas embarazadas, a sus nietos. Y sin embargo, ahí están, como flores de cactus, bebiendo el agua de las entrañas de la tierra por encima del tiempo difícil, festejando cada vez que reaparece un niño convertido en adulto.
Si el agobio nos pide un momento de lágrimas, no nos reprimamos; pero tampoco nos endulcemos en la conmiseración. Pensemos en los animales que han recuperado las calles de las ciudades, que salen de cualquier parte después de haber sido humillados y casi extinguidos por la inconsciente humanidad, y que no buscan venganza, sino quizá tan solo mostrarnos con su presencia que la esperanza sí tiene sentido.
Y nunca olvidemos a quienes la pasan peor. Siempre habrá algo que dar, aunque sea un gesto de comprensión. No olvidemos que los de arriba no nos harán lugar en sus banquetes, ni en sus triquiñuelas o sus componendas a no ser que demostremos ser tan desalmados como ellos, y esa sería la peor de las derrotas para el alma que queremos reconstruir o recuperar. Siempre se puede dar algo, por pequeño que sea o insignificante que parezca. Comprar a domicilio al chico que arma bolsitas de frutos secos para vender el el mercado. Ayudar a la vecina que no puede salir a abastecerse. Decirle algo amable o gracioso a quien se ve atrapado en el desaliento. Llamar por teléfono a quien sabemos que necesita escuchar una voz compañera.
No se trata de demostrarles de lo que estamos hechos. Lo saben, y posiblemente es lo que más les jode. Se trata de entender que la solidaridad y la consciencia suben como la espuma de la leche: desde abajo. Desde el dolor que nos ayuda a crecer en lugar de maldecir a quien nos lo causa con toda la intención del mundo. Desde la escasez que nos enseña a compartir. Desde el miedo que nos ayuda a reconfortar. Si nos unimos, si no nos dejamos envenenar el alma, como ellos quieren, algún rato se hará la luz en nuestras mentes y en nuestro corazón y sabremos qué hacer para vencerles definitivamente, no a nivel de cálculo electoral, sino de consciencia despertada en nuestra tierra. Y solo entonces vendrá el amanecer.
PARA QUÉ SIRVE UN ARTISTA
Una de las polémicas de estos días se produjo cuando el Ministro de Cultura, Juan Fernando Velasco, presentó un proyecto para que los músicos (los artistas, decía él, pero era obvio que cualquier otra manifestación artística iba a estar en desventaja) hicieran presentaciones desde su casa y recibirían una compensación económica por ello.
Las opiniones en seguida se dividieron, y hasta yo caí en el juego de tomar un partido, pero hubo comentarios que me hicieron revisar mis palabras expresadas en posts de Facebook.
Porque sí, es verdad que el país atraviesa una situación muy complicada por la epidemia y también por la medida preventiva del encierro. Es verdad que, si hay un sector de la sociedad que necesita en este momento de un presupuesto que le permita solucionar las necesidades más acuciantes, ese es el sector de la salud. Y la propuesta de Velasco tuvo mucho repudio precisamente porque en un momento en el que se ve la desprotección de médicos, enfermeras y demás personal hospitalario ante el embate de la epidemia, él habla de destinar un fondo particular a quienes organicen presentaciones artísticas desde casa. Parecía descabellado desde todo punto de vista.
Sin embargo, y a continuación, fueron los artistas quienes hicieron escuchar su voz: ellos viven de presentaciones, de clases particulares, de cantar en bares o cafés… En este momento de cuarentena, es obvio que ganarse el sustento no les será fácil. Y muchos incluso tuvieron reacciones que bordeaban lo descomedido con mis comentarios. No importa, son tiempos en que la hipersensibilidad manda.
No es fácil resolver este conflicto. En algún trino de Twitter, Velasco confronta a ese señor que le fue a dejar unas flores a la reina Isabel La Católica, y se lo contesta de un modo revelador: obviamente, para quienes se acogieran al proyecto, habrá un control de contenidos.
Ah.
Entonces comprendemos que, como en muchas otras acciones del actual oficialismo, no dan puntada sin dedal. Tienes que cantar, recitar o dramatizar algo que nos haga quedar bien, o por lo menos que no nos haga quedar mal (porque para eso se bastan ellos solos, ya se ha visto). ¿Y no son, entonces, los artistas contestatarios quienes más han sufrido incluso la pérdida de su vida por expresar verdades contundentes o críticas al sistema?
Ahora, en este hecho llaman mucho la atención algunos detalles: el primero, el soberano desprecio que una gran parte de la población manifiesta respecto de las labores intelectuales y artísticias, y de entre ellas, concretamente, la música, el canto. No se podría cuantificar cuántas veces ha aparecido en estos días la palabra ‘cantantes’ envuelta en un halo de mordacidad y desprecio para censurar la propuesta de Velasco. Y obviamente que no es así: las manifestaciones artísticas nacen del alma y regresan a ella en un viaje iluminador y diáfano, no importa si por el camino se dan una vuelta por el reino de las sombras.
Sin embargo, también hay otra realidad, y es que en los hospitales desprovistos de insumos y medios de protección y seguridad sanitaria, la gente está muriendo y los médicos y otros profesionales de la salud se están contagiando. Y en esta situación el gasto en salud se vuelve prioritario.
Pero entonces… ¿de qué van a vivir los artistas?
Quienes desempeñamos actividades cercanas al arte sabemos que difícilmente se vive de ello en tiempos normales. Casi todos los artistas tienen una actividad paralela para la supervivencia. Ahora, si las actividades están interrelacionadas, en situaciones como esta hay un problema.
Y el problema es que parte de los desamparados del neofascismo también son los artistas. No hay políticas públicas que se ocupen de ampararlos. No cuentan con seguridad social, salvo que trabajen en la docencia o en otra actividad laboral. Por lo tanto, no cuentan con jubilaciones ni con ninguna de las prestaciones médicas o de otro tipo. Y en sus respuestas a las críticas se nota ese dolor de sentir que su actividad no es valorada socialmente salvo en casos muy puntuales.
Sin embargo, los artistas no son los únicos expuestos a este tipo de desamparo en tiempos como estos. Hay mucha gente que vivie al día, de lo que cada día produce, y en este momento se ven abocados a no poder tener esa ganancia periódica que les orecía el hecho de poder salir a la calle. El problema no es ser artista o no, y la consiguiente valoración social. El problema es vivir en sociedades excluyentes, en donde las prioridades van de la mano de la ambición, de la ganancia monetaria por encima de todo, de la complacencia con los poderosos y de la religión que endiosa al capital por encima del ser humano.
SECUESTRADOS POR LA ESTULTICIA AJENA
Iba a escribir sobre la polémica a partir de la asignación de un fondo del Ministerio de Cultura a artistas que quisieran dar tele conciertos y cosas así, pero creo que eso puede esperar porque, sencillamente, la Ministra de Salud hasta la semana pasada acaba de renunciar. Y no solamente eso: se ha hecho pública su carta de renuncia, en la que afirma que deja su puesto, entre otras cosas, porque no ha habido ningún tipo de asignación presupuestaria para la atención de la salud en esta gravísima emergencia médica.
No voy a repetir las palabras ni los argumentos de ayer. Quien los quiera leer puede ir a la crónica (4). Pero sí diré algo que he repetido algunas veces en los últimos tres años: una cree que ya se topó fondo, y resulta que siempre hay un subsuelo más.
Sí, es obvio que destruir el país es el propósito. ¿Pero cuál es el motivo? ¿Tan despiadadas son las fuerzas del neofascismo mundial y de las mafias políticas y banqueras locales, que lo único que les importa es recuperar y nunca más soltar un poder espurio que dieron por perdido en la década pasada? ¿En manos de quiénes estamos?
Y no me refiero a Lenin Moreno, que seguramente está en las mismas manos que nosotros, solo que del otro lado. No me refiero a María Paula Romo y Juan Sebastián Roldán, de quienes debimos haber sospechado desde que, a sus veinticinco años vinieron a preguntar quién jodió al país financiados por ongs y fundaciones que se sabía con qué pierna pateaban en la cancha. Ahora entendemos que no querían saber quién jodió al país por rabia o revancha, sino para joderlo más y mejor cuando a ellos les llegara el turno. Como decía Mario Benedetti, se trata de «otros más duros y siniestros».
Porque, además, lo peor de todo es que el Vicepresidente elegido a dedo tuitea diario mensajes ‘edificantes’, llenos de lugares comunes y frases hechas sobre ‘arrimar el hombro’, sacrificarse todos por todos y cosas así, con todo el cinismo del caso, después de que el Presidente al que aparentemente está reemplazando sin que medie, no digamos el correspondiente decreto presidencial, sino aunque sea una nota en la refri, bueno, después de que ese individuo, por orden de los más duros y siniestros, desmantelara casi totalmente el sistema integral de salud pública creado y establecido por su antecesor, con justificaciones tan peregrinas como la de que «es difícil administrar hospitales grandes porque los enfermos se escapan»… cosas así, que dice siempre demostrando que aún no ha cambiado el fusible que conecta el cerebro con la lengua.
En meses pasados, poco antes de que se hiciera pública la trascendencia planetaria de la epidemia, otro de los inefables miembros del gabinete declaró, muy suelto de huesos, y sin despertar ni siquiera el asombro del veterano periodista que lo entrevistaba, que en la era digital no tenía sentido construir escuelas ni hospitales, porque existían la educación virtual y la salud virtual. Y luego, como la gran cosa, presentaron su programa de Telemedicina para el enfrentamiento contra el Coronavirus, entre otros problemas de salud. Algo tan simple como que tienes síntomas de lo que sea, llamas al 171, y ahí te dan la panacea para cualquier trastorno o enfermedad: sea un esguince de dedo meñique o cáncer terminal. Y, por supuesto, el Coronavirus no se queda atrás.
Pues, la vez que llamé a ver si era cierto estaba ocupado. Y sé de buenas fuentes que es una burla más al pueblo ecuatoriano. Como todo, comenzando por la estafa de las elecciones del 2017.
Hay que tener algo muy claro: los poderes fácticos que contrataron a Moreno para hacer el trabajo sucio de esta gran estafa política no lo van a desamparar, a no ser que mantenerlo ahí les resulte más costoso que deshacerse de él, del modo que sea, y no importa lo que le hayan prometido (dado el nivel de metidas de pata, cualquier cosa puede suceder). En octubre pasado ya vimos de lo que son capaces. Pero algo tenemos que hacer ante la gavilla de delincuentes de diversas categorías que se han hecho cargo del barco. Si no nos cohesionamos en un voto único para quien pueda hacerles un verdadero contrapeso, de manera que los resultados sean contundentes y el fraude o las triquiñuelas planeadas no puedan darse, no nos quejemos de lo que venga después.
Y otra: dejemos de esperar que estos políticos hagan algo por nosotros. Lo único que quieren (que han querido siempre) es aprovecharse de nosotros. ¿O no es obvio, tras leer la carta de renuncia de la exministra de Salud?
UN ODIO GRATUITO
Siempre, desde los primeros días de junio del año 2017, me pregunté qué le había hecho el Ecuador a Lenin Moreno, porque tanto deseo de destrucción debe venir de un daño muy grande. Y me lo sigo preguntando día con día. Cada vez con menos sorpresa, pero siempre con igual desconcierto y asombro.
Como se ha dicho en varios lugares, es obvio que este gobierno y todos sus personeros siguen al milímetro (claro que a veces se pasan de comedidos, como en el caso Lady Patriot o algunas opiniones del mismo Moreno) un libreto escrito quién sabe si dentro de un polígono extranjero, y el libreto es el que dice la Biblia respecto de Satanás: robar, matar y destruir (Juan, 10:10). Robar, matar y destruir todo lo hecho por el gobierno anterior en beneficio de la población de este país.
Porque, bueno, no sería nada raro que Moreno (y un poco más de gente) envidie desde el fondo de sus entrañas a Rafael Correa. Como dijo alguna vez José Mujica: no nace un Rafael Correa todos los días. Pero… ¿y nosotros? ¿Y la gente del pueblo, los trabajadores, los niños y jóvenes de la educación pública, los usuarios de la salud ídem, los ecuatorianos y ecuatorianas en general… qué le hicimos? Y no tengo respuesta. Posiblemente la única verdad que ha dicho desde que nació sea esa de que a los que votamos por él nos está ‘comenzando a coger un poco de odio’. Pero eso también es mentira, porque no es que nos estaba ‘comenzando’ a tomar ‘un poco’ de odio. No. Siempre aborreció al país entero. Por eso destruye cualquier cosa que vaya en beneficio de la gente. Por eso nos estafó de tal manera. Por eso mató a once manifestantes en octubre. Por eso dejó tuertos a otros muchos. Y así…
Miremos por ejemplo ahora: ha dispuesto (él o su equipo, da lo mismo) la desaparición de los Infocentros. Lugares donde la gente, la población sencilla del país podía ir a utilizar nuevas tecnologías de acuerdo con sus requerimientos y necesidades. Les quita, entre muchas otras cosas, una oportunidad más de comunicarse, de aprender, de promocionar sus negocios y trabajos, de conectividad, tan necesaria para el desenvolvimiento en la vida diaria del mundo actual.
Lo hace al amparo de una crisis global de salud y con la excusa de la crisis económica que él y sus verdaderos mandantes provocaron. Lo hace con maldad, como la mayoría de cosas que ha hecho o dicho desde el 24 de mayo de 2017. Por pura maldad. Por quitarle a la gente sencilla del pueblo cualquier oportunidad de crecer o surgir, llámese escuela del milenio, hospital docente, universidad Yachay, Ikiam o Uniartes, desayuno escolar o Infocentro. En una dinámica del úselo y tírelo realmente espeluznante, además, porque hay que recordar que hasta hace muy poco empleaba los Infocentros, creados con otros fines e intenciones, para trollear el apoyo a sus deleznables personeros llenando el Twitter de alabanzas acartonadas a cualquier trino de María Paula Romo, Andrés Michelena e incluso él mismo, y para contrarrestar los cientos de comentarios en contra. Lo hace, además, dejando sin trabajo a todo el equipo que se encargaba de este gran servicio.
Pero no es eso lo más triste: la historia de la humanidad está llena de traidores que tarde o temprano se llevaron su merecido, aunque sea de un modo pírrico. Lo más triste es la impasividad con que la gente, nosotros, que tanto nos beneficiamos de tantas obras tangibles o intangibles del gobierno anterior, continuemos en un estado de choque postraumático, mirando impasibles o catatónicos cómo esta inmensa bola de demolición que es el neoliberalismo morenista va arrasando con todo. Lo más triste es que sigamos dejándonos. Que no tengamos las agallas para detenerle, aunque sea un poco en la recta final. Que, ya que somos de clase media, continuemos dejándole hacer porque supuestamente ‘no nos afecta’. Que no hayamos aprendido nada después de diez años de vivir otra realidad, de tener otro país que solo la ingratitud y el arribismo nos impiden valorar y reconocer.
LADY PATRIOT
Ella sabe, Guayaquil no es cualquier cosa. Es la ciudad más importante del mundo, y el mundo también tendría que saberlo. Ese man que dijo que bien vale París una misa estaba delirando. Bien vale Guayaquil un conflicto internacional. Tampoco es cierto eso de que con el «Carchi no se juega». Con Guayaquil no se juega. A nada. Ni limpio ni sucio ni más o menos. Por eso hay que defender a Guayaquil. Y defender al Guayaquil no es defender a la gente del suburbio o el Guasmo. Tampoco es apoyar a la clase media guayaquileña para que surja, no. Porque ella sabe que Guayaquil son los ‘patricios’ (por algo tiene la misma raíz que patriota). Guayaquil es Urdesa, aunque ya no sea lo que fue ese sector. Pero es sobre todo Samborondón y La Puntilla.
Ella sabe que en Guayaquil hay gente que pudo haber estado check to check con el virus, pero no les pasa nada. Por eso, cuando llegan de Italia y España pueden nomás organizar una fiesta de cumpleaños con familia ampliada, o una boda de trescientos invitados, o hasta un partido de fútbol con público. Porque son ellos, pues: Madera de Guerrero. Capaces de defender a los banqueros corruptos que mandaron al país a la quiebra hace veinte años. Capaces de mandar a los indios de vuelta al páramo, y por si no entienden, capaces de cerrar con volquetas el puente de la Unidad Nacional.
Lady Patriot es tan lo segundo y tan poco lo primero que ni siquiera puede razonar un poco antes de reaccionar. Para ella buscar un criterio es perder el tiempo. No tiene idea de lo que pesa un avión, de lo que le cuesta detenerse, de que no puede parar en el aire y de que cuando se estrella contra una pista también se pueden morir los que están en esa pista.
Lady Patriot no entiende que es mejor que las personas con riesgo de ser contagiante SALGAN de Guayaquil y del Ecuador de la mejor manera posible, y que no merece la pena que por ‘defender a Guayaquil’ los posibles enfermos europeos se crucen medio país para llegar a Quito y poder salir. En su patriotismo trasnochado e histérico no alcanza a comprender que pudo causar una tragedia absolutamente inútil. Cree que con hablar golpeado basta. Y cuando proclama su supuesta pasión por defender a su ciudad la pregunta que brota es: ¿por qué, entonces, es la ciudad con más infectados de Coronavirus en el Ecuador?
Pero cuando Lady Patriot se ve cogida en falta, cuando resulta que Guayaquil es tan importante como cualquier otra ciudad del mundo, cuando se da.
CRÓNICAS DE LA CUARENTENA
El día empezó bien, con disciplina, con más optimismo que ayer, dispuesta a olvidar un poco lo triste y a hacer lo que había que hacer. Y bueno, así iba: juntas virtuales de 2 BGU, clases cortitas porque es miércoles. Entre uno y otro bloque, preparar el almuerzo: arroz, pollo chilindrón con la receta del primer libro de cocina que compré solita. Clase. Reunión de área. Almuerzo a solas porque los demás ya habían almorzado. Descanso. Lavar los platos, y luego me hice un programa detallado para la tarde que iba cumpliendo más o menos: revisión de correos y arreglo de asuntos del parcial anterior con los estudiantes. Arreglo de otro sector de mi cuarto, el de las fotos sobre el mueble de junto a la puerta…
También se me ocurrió hacer un video musical para calmar mi aburrimiento y el de las otras personas, y vi que no era la única que estaba pensando en eso.
Entonces comenzaron a aparecer las noticias medio raras: algunos afectados por la epidemia de los más de cien que hay en Guashakill pertenecen a la clase más alta: la de Samborondón, así mismo. Esa que desprecia a los pobres por ignorantes, indisciplinados y vagos. Porque ocurre que algunos vinieron de Italia y otros, o los mismos, se reunieron en una boda con un montón de invitados. Así nomás. ¿No ven que los ricos son de otro material, tienen otra piel y los virus les huyen
Luego, al saber que un avión de bandera europea iba a aterrizar en el aeropuerto de Guashakill, con once miembros de tripulación, a la emperatriz de esa ciudad no se le ocurrió nada mejor que hacer que algunas camionetas ocupen la pista de aterrizaje para impedirlo y así, heroicamente, salvar a su ciudad de la peste que ya está más que extendida. Nadie entiende si fue ignorancia, estupidez, prepotencia nivel Trump o una tóxica mezcla de las tres cosas. Y peor aún, las declaraciones de la semidiosa que defiende su actitud nada técnica, nada sensata, nada inteligente y por supuesto para nada apegada a ningún protocolo de nada.
De todos modos, seguí mi plan, entre el asombro y la indignación, y estaba leyendo unos textos para una chaucha, cuando de repente cayó la bomba: a mi yerno lo botaron del trabajo. ¿Motivo? El hecho de faltar dos días seguidos, según ellos, cuando la realidad es que ayer no encontró transporte y alguien le dijo que no se preocupara, que se quedara en casa, y hoy era su día libre, amén de que la ley le concede tres días y admite justificaciones. Comenzamos a movernos, a buscar el apoyo del papá de mis hijos que sabe de leyes, y mientras íbamos viendo qué se hace nos enteramos que, al momento de la contratación le hicieron firmar un papel en blanco con el pretexto de que era para formalizar algún rato el contrato indefinido… pero en realidad estaba firmando la forma en la que otros escribirían su renuncia, de ser ‘necesario’.
Me quedo con el amargo sabor de constatar cómo son los ‘empresarios’ de mi país: gente que no está dispuesta a ceder medio milímetro de ningún privilegio a nadie. Gente que maltrata, estafa y ataca a sus propios trabajadores como si fueran enemigos, cuando en realidad son el motor de su enriquecimiento. Gente que aprovecha la crisis para dar mordiscos y se escuda en los problemas del país para sus trafasías más sucias y crueles. Para colmo, es una empresa tercerizadora, de esas que Rafael Correa suprimió para que sean las empresas originales quienes cumplan con las obligaciones patronales y se hagan cargo de cualquier conflicto con sus trabajadores. Entonces duele más pensar que estamos en manos de los poderes más perversos sobre la tierra: el mercado de la ambición, la traición gubernamental y la prepotencia imperial a varios niveles (incluso el de aldea perdida en la nada con ínfulas de madre perla por sus clases dominantes).
Por si acaso, les dejo el nombre de la empresa tercerizadora: #Intelca, y el de los supermercados que se van a quedar pobres con la crisis: #Tia. Si no están de acuerdo en lo que hacen con la gente, por favor no compren nada nunca más ahí. Siempre me pregunto qué pasaría si la gente de buena voluntad tuviera las suficientes agallas para hacer sentir su poder en el mundo.
Buenas noches y que mañana se vea la bondad por encima del horror y si no es así, que podamos reírnos un poco más de la ridícula estulticia de los ambiciosos.
CRÓNICAS DE LA CUARENTENA (1)
Fue en realidad el segundo día de clase virtual. Es una informalidad total eso de impartir y analizar los cuentos de Cortázar desde mi dormitorio. Ayer fue un día duro del que prefiero no hablar, porque ahora ya no fue tan duro. Más bien llevadero. Solo que la clase virtual te deja un agotamiento y un dolor de cuello que jamás me ha dejado la clase presencial. Como siempre, no faltan los típicos niñatos que quieren llamar la atención por quizá la única capacidad de la que se sienten orgullosos:
He visto, conmovida hasta las lágrimas, cómo Cuba, China y Venezuela prestan el contingente de sus médicos a la soberbia Europa que siempre nos miró por encima del hombro (salvo excepciones). China, bueno, no sé mucho qué decir de esto. De Cuba sabemos que sesenta años de revolución y bloqueo, en ese orden, crearon un espíritu solidario difícil de emular. Pero lo que más me toca el corazón es Venezuela, con todas las agresiones de que es objeto por esos mismos países arrogantes, seguidores a rajatabla de las órdenes norteamericanas, país herido casi de muerte por las agresiones de un mundo plagado de estulticia y de lambisconería. También conmueve, y hasta el alma, el heroísmo de la pequeña isla que abre sus puertos al barco de los apestados no solo para que tengan donde quedarse sino para brindarles atención médica. Bofetada con guante blanco nos dan a todos.
Por otro lado, me entretengo en ver la serie narrada por Oliver Stone, LA HISTORIA NO CONTADA DE LOS ESTADOS UNIDOS, y eso también me llena de sentimientos no diríamos confusos (en realidad son muy claros), pero sí contradictorios, porque veo cómo el país de Mark Twain, de Louise May Alcott, del jazz, de Angela Davis, de Edward Snowden, de Walt Whitman genera, por otro lado, la más asesina y cruel maquinaria guerrerista cuyo único fin es defender a los ricos del planeta… Veo también los retratos de grandes norteamericanos en la política: Franklin Roosevelt, Henry Wallace, el mismo Kennedy, prisionero de la máquina gubernamental o Martin Luther King. Todos mártires de la grandeza de su alma y de su vocación de paz y humanismo.
Mientras el virus alcanza cotas de reproducción exponencial, me pregunto si no será verdad que la tierra es un planeta de castigo o donde las almas o seres que estamos aquí pasamos grandes pruebas. O si será verdad que el príncipe de este mundo (entiéndase lo que se entienda por ‘príncipe’) es el mal en sus formas más crueles: codicia, ambición desmedida, egoísmo.
En la tarde salgo al banco, a reponer -una vez más- la tarjeta de débito que alguien me ha clonado, cosas del capitalismo, y me encuentro con un perrito moribundo en la puerta del supermercado. Triste, tristísimo de muerte porque alguien en quien él confió lo ha abandonado a su suerte ahí, en tiempos del coronavirus.Ya no quiere comer, y solo mueve la cola con gratitud cuando alguien se interesa por él o le hace algún cariño. No puedo traerlo conmigo. Tengo dos rescatados, una regalada y un gato ancianito. Con el corazón roto, regreso a la casa, pensando que esa es quizá la imagen de los pobres de la tierra y de la clase media empobrecida, que confió en los que, tras haberla estafado cuatro veces en las urnas, ahora huyen a las Islas Encantadas para dejarla abandonada a su suerte sin ningún remordimiento.