El corona virus ha provocado, por primera vez en la historia de la humanidad, una cuarentena global. El mundo en confinamiento; hombres y mujeres recluidos en sus casas, mientras las ciudades lucen vacías, abandonadas. Miles de muertos y millones de contagiados; y los sistemas de salud colapsados. Las economías del mundo a punto del derrumbe y sectores, en sí mismo ya vulnerables, al borde del precipicio. Uno de esos sectores es la cultura. En el caso del Ecuador, el sector cultural ya había sufrido las consecuencias de la crisis económica generada por las medidas impuestas por el FMI y su consecuente precarización. Por ello, con la emergencia sanitaria y el cierre de todos los espacios culturales, una gran numero de artistas y gestores perdieron su trabajo y, por tanto, sus únicos ingresos. Muchos de ellos hoy viven verdaderos dramas para poder subsistir, o apenas sobrevivir.
Conversando telefónicamente con algunos artistas, sobre todo músicos, en torno a lo sucedido en los últimos días con el proyecto “Desde su casa,” convocado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio, llegamos a la conclusión que la enorme ola de rechazo que se generó en las redes sociales se debe, sobre todo, a la pésima forma en que el Ministro Juan Fernando Velasco informó y comunicó a la ciudadanía. Personalmente, no creo que los ecuatorianos odien a los artistas nacionales. No. Tampoco creo que no quieran que se pague a los músicos. No. De hecho, pagan para ir a los conciertos de sus artistas nacionales preferidos. Lo que si existe –en la gente de a pie- es desconocimiento. No saben de la precariedad en la cual un gran número de artistas (no solo músicos) viven el día a día. No conocen que la “vuelta del músico” es real, que si no cobran por cantar, no comen.
Uno de los músicos me preguntaba en qué se equivocó el ministro al anunciar este proyecto Desde su casa. Y le respondí lo siguiente: El Ministro habló de un Fondo de emergencia de 15 millones, cuando NO hay ningún fondo de emergencia. Si a un ciudadano, en plena crisis sanitaria, se le dice que ese dinero se va a utilizar en pagar shows musicales, por supuesto que va a indignarse, más aún cuando vemos que el gobierno no proporcionaba ni siquiera una mascarilla a los médicos en los hospitales.
Luego, ante el enojo, el Ministro decide grabar un video y dice que no son 15 millones sino solo 42 mil y que pagará 200 dólares a 200 artistas; la ciudadanía se cree burlada y se toma con los artistas, ya no solo con el Ministro. Y se inicia una tremenda ola de rechazo.
Después el Ministro, presionado por ese rechazo, hace una cadena para aclarar, y dice –temeroso y dubitativo- que no, que ya no va a financiarse con dinero del presupuesto del estado, sino que va a buscar el auspicio de un banco porque se va a realizar una producción a través del canal público; la gente se cree engañada. Se reafirma en su rechazo porque además está mirando que cantidad de músicos, nacionales e internacionales, lo están haciendo gratis, sin cobrar nada, como un aporte voluntario desde la casa. Y relaciona que los otros músicos, en cambio, quieren cobrar. Y se enfada, y expresan, algunos en form agresiva, su rechazo en las redes sociales.
Mucha gente cree, porque eso transmiten los grandes medios- que los músicos son todos famosos, viven re bien y cobran enormes cantidades y viven en la farándula. Pero ignoran que a la mayoría le cuesta ganarse la vida y llegar a fin de mes, que no tienen seguro y que cada día debe sufrir la precarización constante del sector cultural.
El Ministro nunca fue empático con la situación que atraviesa el país. Y nunca supo explicar correctamente las razones por las cuales los artistas exigen al gobierno un plan con medidas que compensen su difícil situación económica, al igual que miles de ecuatorianos de otros sectores. De la misma forma que el gobierno es rechazado por cómo conduce la emergencia, se rechaza al Ministro. En situaciones como la que vivimos, la comunicación de crisis es fundamental (y lo digo, porque he sido parte y he trabajado en estas condiciones) y no se pueden cometer errores, y menos monumentales como en este caso. Y también, es cierto, los artistas –y todo el sector- necesitamos una reflexión de autocrítica porque –me decía un músico- “no hemos sabido estar junto a la gente común, a la gente de la calle que sufre el día a día”. A pesar de esto, y pese a muchísimas expresiones fuera de lugar contra los artistas, personalmente creo que la mayoría de ecuatorianos no los rechaza; por el contrario, quiere que estén involucrados junto a ellos en esta difícil situación que vivimos. Sino basta ver los positivos comentarios que reciben quienes ya están subiendo sus canciones, sus escenas de teatro, sus lecturas, sus títeres. Y es eso lo que hay que hacer, involucrarse, bajar de la nube intelectual y estar junto a la gente. La mayoría de ecuatorianos lo tomó (esa es la impresión que se ha generado) como que ciertos músicos están buscando, a costa de la crisis, dinero para sus bolsillos.
Por esto creo que hay que bajar el tono, evitar esa confrontación agresiva y violenta en redes, y por tanto inútil, y más bien intentar explicar, en tono amable, la situación que viven los artistas. No es momento para confrontar, para responder; la situación sanitaria se va agravando día a día. De hecho, un grupo de artistas ha lanzado una Campaña “#ElArteTambiénEsTrabajo.YPunto.” en la cual, precisamente, se trata de informar a la ciudadanía sobre lo que hay detrás de una obra de arte, sus procesos de creación y, sobre todo, que se trata de un trabajo que merece ser valorado y remunerado: “fue una campaña espontánea frente a las reacciones en las redes sociales, buscamos las más terribles perlas y comentarios (“los artistas son parásitos”, “debe ser gratis”, “no es una prioridad”) fue un ejercicio pedagógico desde la academia, la economía, la gestión cultural, y empezamos a responder esas preguntas –fue divertido hacerlo- y es un aporte necesario para informar a la sociedad qué es esto de que el arte también es trabajo, y creo que lo hemos logrado. Y creo que hemos aportado incluso para la reflexión y entendimiento de los propios artistas, nos hemos mostrado ante un espejo grande. Es un pasito adelante,” nos comenta Mariana Andrade, gestora de OchoyMedio. Es una campaña necesaria, aunque difícil en plena emergencia, por ello en la post-pandemia deberá ampliarse y masificarse. Lo que si ha resultado interesante son los consumos culturales que ha generado la cuarentena a través de las redes; la liberación de una cantidad impresionante de productos culturales y el acercamiento de nuevos sectores a esos contenidos está por medirse. En función de esos resultados, habrá que diseñar también una estrategia que permita conservar un alto porcentaje de esos consumidores, pero ya con pagos en línea, de tal manera que los creadores –como corresponde- puedan beneficiarse de esos consumos.
Un proyecto lastimero
Ahora bien, este proyecto –Desde su casa- convocado por el Ministro Velasco es absolutamente lastimero. Revela, justamente, la precariedad con la cual el Ministerio de Cultura ha venido operando en estos últimos años. La precariedad no es provocada por la emergencia sanitaria, no; la precariedad viene de antes y en mucho ha sido generada por el propio Ministerio a través de la ausencia de política pública, fondos concursables pírricos y proyectos como Arte para todos. La emergencia sanitaria terminó por hundir a numerosos grupos, colectivos, espacios culturales y artistas que viven de lo que producen, pues no cuentan con un sueldo fijo ni trabajo estable, tal como reiteran los artistas en la carta remitida al Presidente de la República, y que, precisamente, originó el proyecto Desde su casa: “Si las actividades están paradas ¿de dónde nos abastecemos?, ¿con qué dinero podemos comprar medicinas?, ¿cómo pagamos nuestras obligaciones (agua, luz, arriendo, impuestos)?. Señor Presidente, señores Ministros; así como los empresarios piden sin pelos en la lengua se les condone los impuestos, deudas tributarias o les bajen las cuotas de los servicios básicos; nosotros los artistas y gestores culturales les pedimos aplicar un plan de contingencia, es urgente que el Estado ecuatoriano, piense, diseñe y ejecute medidas que ayuden a los artistas y gestores culturales a atravesar esta crisis.” El Ministro ha manifestado que el proyecto “Desde su casa” quiere llegar “a los artistas más precarios”. Lamentablemente, esos artistas no están registrados en el RUAC, sencillamente porque trabajan en la informalidad, en las calles, en las plazas y no les interesa ser parte de esa cadena formal de la cultura. Y obviamente no están super- conectados, no son virtuosos de las redes sociales. Es decir no serán parte de esta convocatoria. El músico, Eddie Jumbo lo ha dicho muy claro: “la crisis sanitaria ha desnudado la precaria situación de los artistas. La primera reacción a la propuesta Desde su casa, es una doble decepción: primero del Ministro de Cultura que parece que desconoce la cantidad de artistas que existen en el país, somos miles y solo apoyará a 200. La segunda decepción es recibir la espalda de la sociedad civil que no entiende aún que todos los días está inmerso y consume arte, ya sea en su casa, en su oficina, en la televisión, en todas partes. Decían que la salud es más importante, y estoy de acuerdo pero la salud es también la espiritual y mental. Y además deben entender que los artistas somos humanos y necesitamos alimentarnos, muchos somos cabezas de familia.
El Ministerio no ha marcado ningún rumbo para la cultura. La lucha por la supervivencia del artista es diaria, y es peor sin el apoyo del Estado ni de la sociedad.” Digo que es un proyecto “lastimero” porque entregar 200 dólares a 200 artistas a nivel nacional es una migaja. Son en total 40 mil dólares. Es decir 6 meses de sueldo de dos Ministros. Una vergüenza. Además, ¿qué significa esta cantidad para un banco, como el del Pacífico, que recibe utilidades millonarias cada semestre? Una migaja. Una limosna. Dinero de bolsillo, decían las abuelas. Quizá por ello, algunos artistas han expresado, con enfado e ironía, su oposición a este tipo de proyectos asistencialistas que, en verdad, no solucionan el problema, solo lo maquillan. Por ejemplo, un reconocido escritor escribió en su Facebook: “Por las consideraciones expuestas, por el alto espíritu burocrático y caritativo, y por la burla que representa, se suprime definitivamente el Ministerio de Cultura”.
Mas de 15 mil artistas y gestores se han inscrito en el RUAC, de los cuales algo más de 12 mil han sido validados. Es decir, que solo 200, de esos 12 mil, serán los afortunados. Cifra insignificante. No generará impacto alguno; por el contrario, solo revela el carácter excluyente del proyecto. Pero, la precariedad es tanta en el sector cultural, que a los artistas no les queda más que aceptar y participar: “ya no tengo ingresos, mi esposo también trabaja conmigo en las artes escénicas y nos está manteniendo la familia”, me dijo una magnífica artista. Pero, al mismo tiempo, en las propias redes aparecen ya pedidos de auxilio para familias de artistas que se quedaron sin sustento, como por ejemplo las de una carpa de circo; no tienen RUAC y, claro, no podrán acceder a esas ayudas y hay que recurrir a la solidaridad de las redes.
Plan de Contingencia para la cultura
El gobierno debe proponer un plan general para todos los sectores vulnerables -incluidos los artistas, con sus especificidades- que permita solventar esta emergencia. Otros países y gobiernos ya lo han hecho, ahí están las medidas que se pueden adoptar. Un plan integral, que no sean migajas, sino soluciones estructurales en el corto y largo plazo. Además, por supuesto, de empezar a configurar, en una economía de crisis, un verdadero plan para, al menos, evitar que el sector cultural siga deteriorándose, hundiéndose. La economía post-pandemia solo podrá ser enfrentada con un rescate financiero -como ya lo han hecho los gobiernos de EEUU, Alemania, España- en el cual la prioridad deben ser los ciudadanos más desprotegidos (incluidos los artistas) y no la banca y los sectores empresariales de siempre.
En Argentina, por solo citar un ejemplo, se han adoptado varias medidas y acciones para evitar el colapso y, sobre todo, mitigar los efectos sociales en los trabajadores de la cultura. Así mencionamos apenas cuatro: fortalecer las organizaciones y colectivos comunitarios, elevando el presupuesto de 17 a 50 millones de pesos; 30 millones de pesos para los centros culturales urbanos que cuenten con salas, auditorios con hasta 300 asientos; aumentar la compra de libros a las editoriales independientes para alimentar las bibliotecas públicas y populares (en Ecuador no tenemos Sistema Nacional de Bibliotecas); aumentar el presupuesto a 75 millones de pesos para nuevas convocatorias, becas, , concursos, subsidios y créditos.
Y han acordado, desde las secretarías del Ministerio de Cultura, mantener un diálogo permanente con los distintos sectores de las artes para diseñar estrategias y planes que permitan atender las demandas de cada uno de esos sectores. Lo mismo sucedió ya en Colombia, en donde se adoptaron varias medidas urgentes: crearon un fondo para la seguridad social de los artistas; crearon un fondo para más de 3 mil artistas de la tercer edad; aumentaron el presupuesto para convocatorias; ampliaron los plazos para el pago de ciertos impuestos “parafiscales”; obligación para los Municipios que de los fondos que reciben para espectáculos los destinen a los artistas que se han visto afectados por la pandemia; entre otros.
Esto significa también que los actores culturales deben asumir un reto ineludible, su organización y asociación. Es necesario fortalecer las organizaciones ya existentes (cine, artes escénicas, comunitario) y crear -en el resto de expresiones artísticas- colectivos, gremios y asociaciones, y tejer redes a diversos niveles. No hay otro camino, si queremos sobrevivir, será necesario organizarse.
Lo que no debemos olvidar, reitero, es que la precarización sostenida que sufre el sector cultural se origina en la ausencia de políticas públicas, en el incumplimiento casi total de los mandatos de la Ley Orgánica de Cultura (“cumpliré estrictamente la Ley de Cultura”, dijo el ministro al posesionarse; pero hasta el momento, luego de casi un año de gestión, ni siquiera el reglamento de la Ley ha sido reformado); en los nulos avances en la conformación del Sistema Nacional de Cultura y peor de las diversas Redes nacionales; la obsesión oficial por la gratuidad indiscriminada; y en la ineficiencia del IFAIC, entre otros. A esto se suman los permanentes recortes que ha sufrido el sector, y que, en muchos casos, prácticamente lo han inmovilizado. Digo ausencia de políticas públicas, porque el Ministro de Cultura, al igual que los anteriores, se empeña en ser ejecutor (le da visibilidad y presencia) y no en generar políticas públicas que es lo que, en verdad, requiere con urgencia el sector cultural. El Ministro Velasco se ha dedicado a promocionar la economía naranja (una mirada neoliberal de las industrias culturales) a través de su proyecto “Ecuador Creativo”, ligado a créditos en el sistema financiero oficial (al que han accedido apenas alrededor de 50 gestores); incentivos de fomento con el IVA 0; incentivos al sector privado para que auspicie actividades culturales a cambio de exoneraciones en el impuesto a la renta; y a respaldar el proyecto de la presidencia Arte para todos, con un alto contenido clientelar y populista. Es más, prometió -¿por arrogancia, por ignorancia?- que el producto interno bruto, PIB, de la cultura lo elevará de 1.8% a al menos el 3%. En una economía en crisis y de profunda recesión, que se verá seriamente afectada en la post-pandemia, esto es sencillamente imposible, como bien señaló en su momento la economista Gabriela Montalvo. Es más, con la emergencia, algunos economistas optimistas señalan que tendremos una caída del 3% del PIB, y otros pesimistas señalan que puede ser hasta de un 10%.
Lamentablemente, la gestión del Ministerio de Cultura y Patrimonio ha seguido en la línea de los eventos, la tarima y los shows (al igual que la gestión cultural de la mayoría de los Municipios del país), incluso exigiendo que los institutos que forman parte del Sistema Nacional de Cultura generen eventos en los cuales pueda participar el Ministro. A pesar de ello, su gestión tiene bajos índices de ejecución. Sin contar con la calidad de la inversión, como sucedió, por ejemplo, con la Feria del libro de Quito, en la cual se gastaron más de 600 mil dólares en apenas 5 días. El Ministro Velasco nos ofreció “la mejor FIL de la historia” y nos entregó la peor de los últimos años. De paso, recordemos que desde que se posesionó el Ministro, ya casi un año, no hemos conocido una sola noticia positiva del Plan Nacional del Libro que es, lastimosamente, el mayor fracaso del Ministerio de Cultura.
No abordamos hoy el tema patrimonial (lo haremos posteriormente) que sufre también serias afectaciones; y además están pendientes temas importantes, como las reservas patrimoniales y documentales del edificio Aranjuez, cerrado ya tres meses, y que demanda una solución urgente.
La situación del sector cultural y afines es muy delicada, pues como hemos dicho, es un sector frágil y vulnerable y no cuenta con las herramientas e instrumentos para – por si solo- enfrentar la post pandemia, pues sin duda habrá una importante disminución de los consumos culturales, lo que podría provocar el cierre de más centros y espacios dedicados al arte: “lo importante sería sostener el capital ya creado, ya construido, que es en mucho un capital simbólico,” afirma Gabriela Montalvo. No es el tiempo para proyectos millonarios diseñados para convertirse en tarima para la próxima campaña electoral. Ni para festivales con cantantes internacionales, con oficinas en Miami, para a pretexto de “levantar al Ecuador” gastar millones de dólares. Esos recursos, públicos y privados, deberían destinarse a programas de mitigación de la crisis económica que vive el sector cultural. De su parte los artistas y gestores, seguirán –ya curtidos por la vida- en su lucha diaria por crear, promocionar y difundir su trabajo artístico. Mas aún, si saben –sabemos- que ya nada será igual, que el mundo no será el mismo.