(A Laura Bottani, médico italiana que sirve en Ecuador)
Algunos hechos en la actualidad dejan de ser noticia cuando los vemos en la pantalla del televisor o revisamos las páginas de un periódico para convertirse en el padecimiento de un relato triste. Esa es la sensación que nos invade recibir las noticias de Italia relacionadas con la pandemia del coronavirus.
Italia, país que no conocí en mi infancia sino por referencias de mi padre, hijo de toscano -don Oreste Parrini-, el abuelo migrante arribado a Chile desde Florencia a fines del siglo XIX. Dicen los relatos de mi padre que el abuelo era un recio hombre habituado a la vida en plenitud en su tierra natal. Florencia fue en el medioevo un importante centro cultural, económico y financiero en una época de esplendor durante el ducado de Toscana, bajo la dinastía Medici. Cuna del Renacimiento en el siglo XIV, fue originaria de las más importantes manifestaciones del arte y la arquitectura europea.
Hoy día Italia me duele en el corazón por una extraña razón de consanguinidad. Por estupor ante la muerte que la abate día a día, me deprimo ante las imágenes de camiones militares que llevan cientos de féretros hacia los hornos crematorios de cadáveres que se van sin haber sido despedidos por sus seres queridos.
Buscar la causa de porqué Italia es la nación más golpeada del mundo por un virus asesino es una tarea periodística que se la puede realizar no sin un nudo en la garganta, no sin el extrañamiento ante el absurdo. Relatos informativos dicen que Italia vive sus peores horas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial con la mayor tasa de mortalidad por efecto del Covid 19. Italia tiene un 8% de mortalidad respecto de los casos de coronavirus registrados, comparado con China que tiene 3%. Muchos nos preguntamos por qué.
Los investigadores insinúan que el número de víctimas es muy superior de lo que han detectado hasta ahora las pruebas médicas. Y una primera explicación es que cuando el gobierno de Giuseppe Conte tomó el 9 de marzo las medidas para tratar de controlar la pandemia, ya era demasiado tarde. En ese momento el país tenía ya 400 muertos y los contagios fueron imposible de rastrear, además las medidas de restricción de movimiento para imponer la distancia social se tomaron de manera gradual. Se suspendieron las clases y se inició una cuarentena en algunas ciudades con trabajos realizados desde las casas, pero muchas fábricas y empresas continuaron trabajando en forma presencial por eso el contagio se hizo más rápido sobre todo en el norte de Italia, en Lombardía. Se trata de una región muy poblada y productiva en la que suspender las actividades laborales fue casi imposible en un primer momento, y con una población de más de 10 millones de habitantes es una de las zonas más ricas de Italia. En esa región se encuentra la sede de la Bolsa de Milán y un complejo industrial muy productivo con actividades de mecánica, electrónica, química y textil. El 21% del PIB de Italia se genera en Lombardía. En esa región productiva en menos de un mes se originó casi la cantidad de muertos que en todo China, sede del origen de la pandemia.
Es de suponer que el sistema de salud de la ciudad italiana, uno de los mejores del mundo, pero sin experiencia de cómo enfrentar una pandemia, rápidamente colapsó. Fueron miles de contagiados diarios que presionaron sobre la infraestructura hospitalaria y los facultativos fueron superados en jornadas maratónicas mientras luchaban contra la muerte de sus pacientes contaminados por el virus. No hubo médicos suficientes ni espacio adecuado en las salas de cuidados intensivos para atender la crisis. Tampoco se contó con respiradores necesarios para asistir a los enfermos, y aunque Italia intentó abastecerse de estos equipos no lo logró en la cantidad requerida porque todos los países demandan los mismos equipos y al mismo tiempo para enfrentar la pandemia. La OMS ha dicho que en esta guerra contra el virus es vital proteger a los médicos que están en la primera línea de combate, pero en Italia muchos médicos han denunciado que no cuentan con el material suficiente para protegerse y evitar de ese modo el contagio. Son miles de doctores, enfermeros y personal de la salud que terminaron contagiados en las ciudades italianas. Esto significa perder a la vanguardia en una guerra sin cuartel y, a los que sobreviven, enviarlos a pelear sin armas. Los turnos del personal médico italiano han sido brutalmente extenuantes bajo condiciones de absoluto riesgo, asumiendo un elevado reto profesional y humano. Este dantesco cuadro determinó que en Italia se comenzara a seleccionar a los enfermos que se debía salvar y a los otros que se dejaba morir, incluso con otras dolencias distintas al coronavirus en hospitales saturados con pacientes contagiados del Covid 19.
Aunque sigue siendo polémico, muchos asocian el elevado nivel de mortalidad del coronavirus con la existencia de una de las poblaciones más longevas del mundo. El país italiano tiene 14 millones con una población de más de 60 años, es decir, el 22% de la población total de Italia, siendo la edad promedio de los italianos de 45 años, y eso es elevadísimo. Las estadísticas indican que la mortalidad de coronavirus aumenta con la edad. En Italia el 85% de las muertes ocurren en personas de más de 70 años. Italia lanzó una alerta mundial y un llamado internacional a los países europeos y del resto del mundo en donde el virus recién comienza, a tomar medidas a tiempo y limitar absolutamente el contacto social que es la única medida más efectiva para detener la expansión descontrolada del virus en su fase comunitaria y salvar vidas.
La Italia, cuna de exquisita cultura, fuente de vida de las mejores expresiones espirituales de la humanidad, hoy lucha por preservar la existencia de sus hombres, mujeres y niños. La potencia de esa cultura, unida a la ciencia y la tecnología en manos de sus hijos e hijas guerreros vencerán en la tierra de Leonardo da Vinci. Italia hoy duele en el corazón, sin embargo en cada latido solidario decimos: !forza Italia!