La pandemia de corona virus manifiesta un síntoma socioeconómico en el capitalismo que se relaciona con la oportunidad de hacer negocios, o evitar que se desplomen, y que también se difunde de manera exponencial. Negocios, no solo en términos mercantiles, sino bursátiles, financieros, etc. Sin duda que, pese a la afectación mundial con carácter de pandemia, los magnates del capital nunca dejan de poner por delante sus intereses, según confirman varias publicaciones internacionales como RT, El Mostrador, The New York Times, entre otras. Este último periódico estadounidense en una proyección realizada afirma que “entre 160 y 214 millones de personas en EE.UU. podrían infectarse en el transcurso de la epidemia. Eso podría durar meses o incluso más de un año (…) De 200 000 a 1,7 millones de estadounidenses podrían morir», alerta el diario norteamericano como una catástrofe.
A partir de anuncios de esa naturaleza las advertencias de los líderes capitalistas del mundo hacen sentir su voz. Macron en Francia fue categórico en decir que para contener el coronavirus: «Es desgarrador, pero no hagan visitas a nuestros adultos mayores». Mientras que en Italia, en el mismo sentido de la sentencia del francés, se emiten “recomendaciones que contemplan dar prioridad a quien tiene más probabilidades de supervivencia al coronavirus”. El documento confirma las recientes declaraciones de un médico italiano, quien reveló que tienen que elegir a quién tratar y a quién no «según la edad y las condiciones de salud».
La crisis pandémica ha activado las alarmas que van por el peligro al desarrollo de las inversiones. Es en ese sentido que las enfermedades y muertes causadas por el COVID 19 preocupan, más o menos, a los estrategas del capital que se sienten preocupados por el daño potencial a los mercados bursatiles, las ganacias y la economía capitalista. Incluso se llega a afirmar que “si mueren muchas personas viejas e improductivas, ¡eso podría aumentar la productividad porque los jóvenes y los que son productivos sobrevivirán en mayor número!”
Uno de los síntomas económicos del coronavirus es el desplome de los precios del petróleo en un 30%, que se da en el contexto de una falta de acuerdos en la OPEP. Y esto trae la consecuente preocupación en aquellos países dependientes del crudo. Les preocupa que China, principal comprador de hidrocarburos, baje su demanda y afecte el precio del crudo que se cae de inmediato por mayor oferta. En Alemania el gobierno prometió un programa de créditos para empresas «sin límites» para evitar problemas de liquidez en su tejido empresarial debido a los efectos derivados de la pandemia del nuevo coronavirus. En tanto, el Banco Central Europeo lanzó una advertencia de una catástrofe económica mundial “similar a la del 2008 si no se toman más medidas contra el coronavirus”.
Sin duda que el principal síntoma del COVID 19 es que “desordena la normalidad del trabajo, el comercio, la circulación, las especulaciones… las ganancias”, como afirma el analista Rómulo Pardo. Frente al panorama apocalíptico que anuncian los voceros economistas, llama la atención que nunca lo hicieron del mismo modo por los sufrimientos de los pobres, los niños, los indígenas, la naturaleza destruida del sur global. ¿Por qué ahora sí? Pardo nos recuerda que “más de 820 millones de personas pasan hambre y unos 2.000 millones sufren su amenaza. El mundo se enfrenta a una ‘pandemia silenciosa’ más peligrosa que los virus. Cerca de dos tercios de las muertes prematuras son atribuibles a la contaminación del aire provocada principalmente por el uso de combustibles fósiles”, esto según un estudio. Y las potencias capitalistas contaminantes no reaccionan o abandonan los acuerdos internacionales para combatir este efecto devastador para la humanidad.
Volvemos a reiterar lo que dijimos en un artículo anterior: el coronavirus es clasista, no discrimina clínicamente a nadie, todos estamos expuestos, pero profundiza las diferencias sociales, las hace más odiosas e injustamente evidentes. Un habitante medio de nuestra región jamás podrá refugiarse en un bunker bajo tierra con todas las comodidades como lo están haciendo en los EE.UU aquellos magnates en capacidad económica, atemorizados ante el peligro de contagio. Esa es la cuarentena de los ricos, la de los pobres, en cambio, es en hospitales tercermundistas, sin presupuesto suficiente para su gestión social o, en el peor de los casos, en la soledad de sus casas rurales o urbano marginales, sin que siquiera exista un registro de su contagio en el Ministerio de Salud Pública.
Respuesta social a la pandemia
Frente al panorama desolador que pintan los dueños del capital ante la expansión del coronavirus, que ha demostrado ser “una crisis de miedo”; en Europa, el gobierno español anunció una serie de medidas que deberían, de algún modo, ser replicadas en América Latina por los regímenes locales. Las decisiones gubernamentales parten del principio del fortalecimiento de lo público. Esto se traduce en un mayor control de las farmacias y empresas productoras de materiales sanitarios y de los stocks almacenados, así como de su distribución y precio. Complementariamente, atención sanitaria sin exclusiones de todas las personas afectadas o que necesiten hacerse pruebas, sea cual fuere su situacion socioeconómica.
De igual modo, protección a la gente trabajadora, es decir, prohibición de los despidos y suspensión de los desahucios y renta extraordinaria para los trabajadores autónomos. Para evitar el derrumbe de las economías familiares, decretar la moratoria total del pago de hipotecas para rentas inferiores a los 30 mil dólares anuales. Garantizar créditos, sin mayores intereses, a la pequeña y mediana empresa o actividades de emprendimento familiar. Moratoria de deudas contraídas con el Estado por pequeños deudores por servicios básicos. De igual manera, garantizar suministros con un plan de control de stocks de marcancías y precios de la cadena de abastecimientos de productos de primera necesidad. Organizar la producción y distribución de materiales sanitarios y de protección adecuados para trabajos en sistemas de sanidad, farmacias, servicios públicos, limpieza, supermercados y en general en los puestos de trabajo requeridos para mitigar la crisis.
Entre las medidas adoptadas también consta la socialización de los cuidados. Garantizar la seguridad de los trabajadores en situación de riesgo: hogar, residencias, comedores y limpieza. Paralización de los ceses de trabajo o despidos en empresas de servicios para la administración pública. Ampliacion de los derechos sin repercusiones económicas.
La crisis del coronavirus es una oportunidad para democratizar a la sociedad excluyente que recibió al agresivo virus de la miseria. Estamos ante una inmejorable oportunidad de humanizar nuestra convivencia y poner un freno a la expansión de otro virus mucho más devastador: El capitalismo salvaje que contamina la política y la economía de nuestros países con insospechados efectos sociales en nuestra atribulada región.