Cuando Marx adelantó la sentencia de que la mujer es doblemente explotada en la sociedad capitalista como trabajadora y como mujer, apuntaba a una de las más flagrantes injusticias de clase y de género cometidas, al menos, contra la mitad de la población mundial. El sistema ha generado las condiciones para que la mujer sea doblemente explotada por la alianza existente entre el capitalismo como sistema de explotación de clase y el patriarcado en tanto estructura de dominación de género, y a su vez, oprimida por esta configuración económica, política y social. La mujer en el capitalismo siempre ha enfrentado una doble jornada: en el hogar por medio del trabajo doméstico que cumple con la función de reproducir mano de obra -procreación- y reconstituir fuerza de trabajo -alimentación, aseo, cuidado de hijos-, y fuera del hogar por medio del trabajo asalariado. También la opresión sexual de la mujer ha incidido en transformarse en una barrera para su participación. Este tipo de opresión ha hecho de la mujer un objeto, viéndose expuesta al acoso laboral y sexual en el plano social y organizativo, discriminando sus capacidades.
Esta discriminación siempre tiene expresión en cifras. A nivel internacional la relación entre hombre y mujer con respecto al trabajo vinculado con la producción es: hombre 63%, mujer 42 %, sumado a que sufre el desempleo 10% más que los hombres. En los puestos de producción recibe una remuneración 33% menor a la del hombre por la misma tarea realizada. Uno de cada 5 asalariados tiene relación directa con la producción y en esta cifra la mujer ocupa el 9% de los puestos de trabajo. No ocupa puestos relevantes excepto en educación; en laboratorios 12% más que los hombres y 11 % menos en energéticos, y así existen casos en los que la mujer aparece discriminada política, social, económicamente en el sistema capitalista, confirmando su doble condición de explotada.
Lucha de la mujer sudamericana
En América Latina la participación de la mujer en la lucha político social, desde una perspectiva de clase y de género, ha ido en aumento en los últimos años frente a la crisis que provoca el agotamiento del sistema neoliberal impuesto en nuestros países. La frase la revolución será feminista o no será, hace mayor sentido resumiendo el rol de la mujer en la lucha por transformar a la sociedad.
La movilización regional que tomó un giro desde octubre del año anterior con el recrudecimiento de la protesta social en Chile, Ecuador, México, Colombia y otros países sudamericanos, ha visto el protagonismo de la mujer en las calles, y en las puertas de las casas de gobierno, obligando al poder a rectificar su postura frente a su presencia social y de género.
En Chile, Sebastián Piñera, con un país que vive todavía entre cenizas calientes de las pasadas revueltas ciudadanas, soltó una de sus frases más imprudentes en la peor semana: “No es solamente la voluntad de los hombres de abusar, sino también la posición de las mujeres de ser abusadas”. Esta infeliz afirmación encendió el rechazo masivo de la mujer chilena en contra de un presidente misógino y reaccionario que gobierna ese país. El repudio feminista se expresa en la exigencia de que frente al proceso constituyente que enfrenta el país de Gabriela Mistral, en la nueva Constitución que reclama la sociedad chilena se recoja el clamor y los derechos de género. En Chile el movimiento feminista siempre ha sido una punta de lanza y el impulsor de la revuelta social y esta vez no es la excepción. El himno Un violador en tu camino resume la postura contra la violencia sexual hacia la mujer chilena y un llamado a sumarse a la lucha contra el patriarcado sexista. En Chile se considera importante no separar la protesta social del movimiento feminista y en tal línea de acción este 8 de marzo se esperan grandes movilizaciones en todo el país en lucha por el movimiento constituyente que sera paritario. “Es necesario instalar el proceso constituyente desde una perspectiva feminista, lo que no solamente tiene relación con la paridad, sino con una discusión de fondo de los contenidos de una Constitución para que efectivamente incorpore una dimensión que resguarde los derechos de las mujeres y disidencias sexuales”, manifiestan las activistas del feminismo chileno.
Al otro lado de la cordillera de los Andes, en Argentina la situación de lucha del feminismo va en aumento en un país que al momento enfrenta una ley de interrupción del embarazo largamente reclamada por las mujeres. En el país gaucho mueren cada día medio centenar de mujeres debido a la práctica del aborto clandestino sin condiciones de salubridad y más de 50 mil mujeres cada año son hospitalizadas por complicaciones con un embarazo interrumpido de manera clínicamente indebida. El país registra 2.350 niñas menores de 14 años que fueron madres y 87 mil bebes nacieron de madres menores de 20 años. El objetivo de los movimientos feministas argentinos, hoy, es dar el último empujón a la legalización del aborto: “Por la autonomía de nuestros cuerpos y contra los fundamentalismos religiosos” es el lema de la convocatoria del colectivo Ni Una Menos para el Día Internacional de la Mujer, una jornada en la que han convocado a las mujeres a una huelga contra la explotación y la precariedad laboral y el “trabajo gratuito de cuidados”.
En Brasil se registraron el año pasado más de 1.300 feminicidios, según datos del periódico Folha de Sao Paulo. Se sabe que Brasil es uno de los territorios más violentos del mundo con tres mujeres asesinadas al día por el simple hecho de ser mujeres. Incluso la cifra es un subregistro en un país en el cual la posición conservadora de la iglesia evangélica actúa de cómplice con los crímenes feminicidas y se opone a toda reforma legal que despenalice al aborto.
En Nicaragua el movimiento feminista ha sido beligerante, no obstante que desde el gobierno de Ortega y Murillo se ha impuesto un estado policial a partir de las protestas de género en abril del 2018. Desde entonces el régimen reprime toda manifestación feminista con policías antimotines. En el plano legal el gobierno se opone al aborto terapéutico penalizándolo para estar a tono con la iglesia católica y conseguir de ese modo la bendicion clerical a sus políticas oficiales. Nicaragua aprobó, en cambio, una ley para reprimir “la violencia de género”, sin embargo la lucha del movimiento feminista en ese país se fortalece contra viento y marea.
Similar situación se vive en Venezuela país en donde las mujeres, adolescentes y niñas, viven al límite. La lucha feminista en este país sudamericano se libra contra todo, contra una profunda crisis política, económica y social, en medio de una situación de emergencia que ha obligado al despliegue de equipos humanitarios ya que en la pobreza, las mujeres llevan la peor parte.
En Colombia, el aborto es uno de los objetivos clásicos de la agenda feminista como el objetivo más visible. En el país cafetalero el aborto solo es legal en caso de violación, malformación fetal, o peligro para la salud física o mental o la vida de la mujer. La violencia generalizada en el país encuentra como víctima propiciatoria a la mujer, ya que los feminicidios siguen siendo otro de los desafíos del gobierno de Iván Duque. Entre enero y octubre de 2019, fueron asesinadas 799 mujeres en el vecino país. En términos sociales y económicos la discriminación contra la mujer en Colombia tiene sus propias cifras: una brecha salarial del 19%. Igualmente, el 13,1% de las mujeres están desempleadas, comparado con el 8,1% de los hombres”.
En el norte del continente, México realizará este 9 de marzo una huelga de mujeres que tiene lugar con rechazo a las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre el movimiento feminista. En México matan diariamente un promedio de 10 mujeres como expresión del machismo cultural que soporta nación mexicana.
En Ecuador, la protesta social de octubre pasado encontró a la mujer en la primera línea de lucha confirmando que la conjunción de los derechos de género se inserta plenamente en la lucha de clases. La lucha de las mujeres y de los grupos GLBTIQ contra el sistema patriarcal y el capitalismo, asoman como resistencias insertas en las problemáticas de raza, género y clase. Se trata, sin duda, de un fenómeno inédito que incluye la irrupción de la mujer que representa la promesa de un feminismo en contra de los nefastos poderes de la violencia estatal. Un feminismo inclusivo e interseccional, que convoca a la sociedad a unirse en la resistencia en contra del racismo, de la misoginia y de la explotación capitalista. Es decir, estamos en presencia de una intensificación de la lucha de clases que reafirma que esa alianza con la lucha por los derechos de género se ha fortalecido y marca las perspectivas de las jornadas futuras.
Este nueva jornada de lucha del 8 de marzo por los derechos femeninos, descubre a un continente de pie por las reivindicaciones de género contra las altas tasas de feminicidios, impunidad judicial sonrrojante, violencia de género extendida, secuestros y desapariciones de mujeres y niñas, muertes por abortos clandestinos, difícil acceso a la salud obstétrica y pobreza extrema. Movilización que se inserta en la lucha de clases como respuesta ante la expresión marxista de que la mujer en el capitalismo es doblemente sojuzgada, y por tanto debe ser doblemente rebelde.