En la búsqueda de un pensamiento social ecuatoriano propio que dé cuenta de los procesos políticos y sociales que tienen lugar en la sociedad ecuatoriana y que, bajo una mirada crítica a los acontecimientos, haga una lectura simbólica de las diversas formas culturales, encontramos el esfuerzo analítico de Alejandro Moreano. En un reciente documento denominado Octubre, el autor ecuatoriano publica un ensayo titulado La simbólica del paro de Octubre, en el que da cuenta de los hechos y los símbolos que caracterizan a las protestas sociales ecuatorianas octubrinas del año pasado.
Moreano establece “la dinámica política formal del levantamiento del 1 al 13 de Octubre de 2019 que cuestionara la medida de ajuste del Decreto 883 que eliminaba los subsidios a la gasolina con la consecuente elevación de los precios del transporte, y la amplia movilización social comandada por el movimiento indígena e integrada por los pueblos de todo el país, las mujeres y los jóvenes y que culminara en un primer momento con la derogatoria del Decreto 883”.
En una primera aproximación concluyente, el autor señala que “El paro de Octubre en Ecuador se movió en contra del neoliberalismo pero al margen y en crítica del llamado progresismo”. En su análisis, Moreano llega a establecer que la debacle del neoliberalismo no solo se remite a su modelo económico –dominio de las corporaciones trasnacionales, privatización de las industrias básicas, extractivismo, disminución de la política social en salud, educación, vivienda, y de los salarios y las jubilaciones, expropiación de las tierras y dictadura de la Monsanto y los transgénicos, pobreza generalizada- sino a su dimensión política: derrumbe de la democracia liberal, desprestigio de los gobiernos, de las instituciones públicas, del régimen de partidos y del sistema electoral, predominio de las FF.AA., los medios de comunicación, las judicaturas y la política norteamericana.
No obstante, en el caso del Ecuador lo peculiar fue el papel dirigente que jugaron a través de su organización nacional la CONAIE. Este fenómeno, según el enfoque analítico de Moreano, el caracter plurinacional no solo se consolidó a “nivel de sociedad” sino que “se afirmó también a nivel de Estado”, caracterizado por un hecho significativo: La imposición al Gobierno de realizar el diálogo para resolver el conflicto en público, trasmitido por la televisión al conjunto de la sociedad.
En este sentido, el rechazo generalizado del pueblo ecuatoriano a los militares a quienes se los ha excluido incluso de los desfiles nacionales, provinciales y cantonales es muy decidor de la simbólica política. Porque el Paro de Octubre 2019 no hizo sino profundizar una realidad –el carácter plurinacional o intercultural de la sociedad y, en menor grado, del Estado- que venía gestándose desde tiempo atrás.
Historia de la sublevación indígena
Moreano es lúcido en confirmar que, si bien es cierto que hasta comienzos de los 90, “el movimiento indio se movía en el horizonte de su radical afirmación étnico-cultural, es decir hacia adentro y frente al otro, definida como sociedad blanco-mestiza. Casi 30 años después, las cosas son distintas”.
¿Qué ha cambiado desde entonces? La interculturalidad nacional puesta en evidencia durante la movilización de octubre se convierte en el único proyecto de reconstruir el Ecuador por abajo, según la afirmación de Moreano. Y esta dinámica no hace más que reproducir las manifestaciones rebeldes y sublevaciones de los indígenas ecuatorianos que, históricamente, son tan antiguas como la propia opresión colonial.
En una detallada síntesis, el autor reseña dichas manifestaciones de rebeldía indígena. En 1563, -puntualiza Moreano- luego de todos los episodios de resistencia, se produjo quizá el último levantamiento de la primera fase, el de Túpac Catari I, contra la conquista y que unificó a amplias regiones y ya en el siglo XIX se dio la rebelión liderada por Fernando Daquilema en contra del Gobierno de García Moreno. Una rebelión en 1776 se desplazó de Cotacachi a Otavalo y Cayambe y reactivó lo que destaca como la Confederación Cayambe, Otavalo, Carangue. En la provincia de Chimborazo tuvo lugar la primera escena de la sublevación de Riobamba, el 7 de Marzo de 1764.
Ya en el Siglo XX, -señala Moreano- establecida la república liberal oligárquica asistimos a dos fases de la acción y resistencia de los pueblos indígenas. La primera organizada en torno a la lucha por la tierra y en contra de las formas serviles del dominio terrateniente. En esta etapa tenemos las movilizaciones de 1930-1931, la de 1963, en el período del gobierno de Arosemena, y la del 1976 para demandar la aplicación de la Ley de Reforma Agraria. En 1963, en cambio, los indígenas organizaron otra marcha nacional a Quito, influidos ya por la reforma agraria cubana. En 1976, una marcha se extendió por la ciudad de Quito para exigir al Gobierno aplicar la resolución de expropiar las haciendas que no hubieran cultivado sus tierras en un 80%.
En el periodo democrático, el primer levantamiento indígena se dio durante la presidencia de Rodrigo Borja, del 4 al 11 de junio de 1990, en siete provincias del país. En tanto, en 1992 se dio la marcha de la Organización de Pueblos Indígenas de Pastaza, OPIP, en la que recorrieron más de 500 kilómetros desde la Amazonía a Quito. En 1994, se dio un nuevo levantamiento similar al de los 90 en contra de la Ley de Desarrollo Agrario promovida por el gobierno de Durán Ballén. En Febrero de 1997, la CONAIE, parte de la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS), bloquean las rutas de acceso a las principales ciudades y a Quito, en esa oportunidad participa en la movilización de más de un millón de personas para derrocar al Presidente Abdalá Bucaram. En 2006, los indígenas bloquearon las principales vías de las provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Bolívar y Cayambe, para oponerse al Tratado de Libre Comercio (TLC), negociado por el presidente Alfredo Palacio. En 2009, ya en el gobierno de Rafael Correa, la CONAIE y las Juntas de Regantes y Agua Potable realizaron una marcha por la Defensa del Agua, la Vida y el Estado Plurinacional que recorrió gran parte de la Sierra ecuatoriana en contra de la política del Gobierno.
Moreano, en su analisis histórico, relieva un aspecto fundamental de la identidad étnica en acción: la fiesta. En efecto, una de las características más singulares del Paro de Octubre y de las movilizaciones de Chile y Colombia ha sido su carácter de verdaderas fiestas populares con cantos, danzas, música – incluida la participación no solo de cantantes, grupos musicales de diverso tipo sino de las orquestas sinfónicas-, con una especial importancia en la comida e incluso en los atavíos. No obstante, existe otro elemento simbólicamente significativo: una nueva dimensión que surgió en el Paro de Octubre en Ecuador y las movilizaciones de Chile y Colombia que fue el papel de la imagen y de la comunicación.
Crisis definitiva del neoliberalismo
Moreano aproxima algunas conclusiones en su análisis. La crisis de los regímenes neoliberales, señala el autor, tanto en su programa económico cuanto en sus instituciones políticas parece definitiva. La respuesta del viejo régimen se inclina hacia regímenes totalitarios y un creciente papel de las fuerzas militares y policiales y de los medios de comunicación, la judicatura, sectores evangélicos y de la vieja Iglesia católica. Y, por supuesto, la subordinación irrestricta a la estrategia norteamericana. Las grandes masas han rechazado esa respuesta y su resistencia se mantiene. También han cuestionado a los gobiernos llamados progresistas que mantuvieron el extractivismo, no modificaron las estructuras capitalistas, negociaron con las fuentes del poder imperial, dividieron a las fuerzas populares y se limitaron incrementar las políticas sociales y el consumismo.
En el contexto internacional, Moreano destaca tres procesos: El primero, las relaciones coloniales que comprenden la resistencia de la que ha llamado intifada migrante. El segundo, la lucha de las mujeres y de los grupos GLBTIQ contra el sistema patriarcal y el capitalismo. En tercer lugar, el despliegue de grandes huelgas en las nuevas economías desarrolladas y emergentes, dígase la India, China, Corea del Sur, y, sobre todo, la oposición dentro de cada país al neoliberalismo. Estas luchas se han librado en pos de un mejoramiento de los salarios, las jubilaciones y el acceso a educación y salud gratuitas y a la vivienda y bienestar, es decir al salario social que incluye la reproducción de la actual y de la futura fuerza de trabajo, incluyendo al ejército industrial de reserva, al campesinado y al subproletariado. En su conjunto asoman como resistencias insertas en las problemáticas de raza, género y clase.
Se trata sin duda de un fenomeno inédito que incluye la irrupción de la mujer que representa la promesa de un feminismo en contra de los nefastos poderes de la violencia estatal. Un feminismo inclusivo e interseccional, que nos convoque a todos para unirnos en la resistencia en contra del racismo, de la islamofobia, del antisemitismo, de la misoginia y de la explotación capitalista. Es decir, estamos en presencia de una intensificación de la lucha de clases. Fenómeno que, en la mirada de Moreano, reafirma que esa alianza se ha fortalecido y marca las perspectivas de las luchas futuras.
Foto El Diario