Como un pájaro de mal agüero el FMI sentenció el futuro inmediato de la región latinoamericana y caribeña: “desaceleración económica y adopción de medidas “estructurales” para “promover una mayor apertura del comercio y la inversión, estimular la competitividad y abordar las regulaciones demasiado estrictas en el mercado laboral”. Es decir, un guión archiconocido que nunca ha dado resultado en los países donde se lo aplicó. No ha servido de solución a los acuciantes problemas de los más desposeídos, porque implica afectar los derechos laborales, en una región en donde la informalidad laboral es un común denominador, supone además aumentar impuestos, más privatizaciones, reducir aranceles, creando un mayor riesgo a la precaria industria y manufacturas regionales.
Según las previsiones del FMI, diversos países latinoamericanos recibirán el impacto de una desaceleración de las economías de China y los EE.UU, países de los cuales dependen varias economías latinoamericanas, mayormente expuestas a esas dos potencias mundiales. La mayoría de los países latinoamericanos verían reducido su crecimiento por efecto de la situación económica china y estadounidense, según augura el FMI. El panorama es nada alentador, más aun cuando la receta proviene del propio FMI, institución conocida por sus fracasos en países y sectores más necesitados. Para nadie es un secreto que el descontento popular, de sur a norte del continente latinoamericano, se relaciona con el rechazo a las medidas impuestas por el FMI en cada uno de nuestros países. Medidas que no hacen otra cosa que promover el modelo actual de producción capitalista en su fase más contradictoria y perniciosa, el neoliberalismo.
En el caso particular de Ecuador, luego de la visita oficial del gobierno ecuatoriano a Washington es previsible que las exigencias del FMI hacia el país andino se cumplan a rajatabla, a cambio de nuevos desembolsos de dinero en créditos de los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial BM. No es casual que el gobierno ecuatoriano haya insistido, obsesivamente, en la eliminación de los subsidios a los combustibles de forma focalizada y en medidas arancelarias y tributarias acordes con las exigencias del Fondo Monetario Internacional. El presidente Moreno no tardó en solicitar aumento del pedido de préstamo del BM al país. Al respecto, la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva, afirmó que «la reforma fiscal presentada recientemente a la Asamblea Nacional ecuatoriana ayudará a fortalecer las finanzas del Gobierno y hará que el sistema tributario sea más simple y más favorable al crecimiento”. Es decir, hay plena coincidencia y aceptación de las exigencias fondomonetaristas. La crisis económica ecuatoriana tiene una cuenta regresiva y el tiempo se agota con la latente amenaza de nuevos días convulsos, ante eventuales paquetazos económicos que no descartaría el gobierno.
Políticas obsoletas
Las recetas de esta institución financiera ya obsoleta -FMI-, sin innovaciones teóricas ni prácticas en su recetario, han sido cuestionadas durante muchas décadas por ser causa directa de mayor pobreza, mala distribución de los ingresos y reducción de políticas sociales. En forma reiterada acuden al eufemismo de “ajustes estructurales”, con medidas de supuesta austeridad, es decir, empobrecimiento. El momento en que el FMI despliega su recetario, para nadie es un misterio que está hablando de reducir el gasto social en salud y educación, eliminación del control de precios y subsidios estatales, privatización y eliminación de la inversion estatal. El FMI es el nido de roedores capitalistas extranjeros que solo les interesa sacar la tajada mayor, en perjuicio de la iniciativa nacional, un pingüe favor que supone miseria y mayor subdesarrollo.
El guión es archiconocido con recetas probadas y fracasadas que nace en el llamado Consenso de Washington que, lejos de impulsar desarrollo, sumieron a nuestros países en la miseria por endeudamiento, empobrecimiento y retraso. Solo los gobiernos serviles de burócratas pusilánimes, prestan oídos a los cantos de sirena del FMI, Banco Mundial, y otros tiburones financieros. Mientras existan los unos y los otros, el viejo guión fondomonetarista aparecerá en la mesa de las visitas oficiales como un esmirriado triunfo de los obsecuentes con los amos del capital.