La glamorosa concurrencia a la entrega del Oscar 2020 aún no sale de su asombró por el éxito logrado por el filme sudcoreano Parásitos, película que arrasó con 4 Oscar como la Mejor Película del certamen. Cabe notar que Parásitos venía precedida de premios como la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes, con ingredientes del más duro cine social: denuncia, actuaciones sobresalientes y humor cáustico, muchas veces provocador.
El cine coreano ha sido tan misterioso para occidente como el propio país coreano, rodeado de míticas interpretaciones acerca de su realidad socio cultural, protagonista de una guerra contra el invasor norteamericano en la década de los años 50 y luego con una división geográfica forzada de su territorio en dos países diametralmente opuestos.
Esto ha provocado que Corea haya sido -según visión del comentarista de cine Enrique Garcelán, de la revista CineAsia- “un reino cerrado y escondido, ocultado bajo la influencia de Japón primero, y luego por China”, productor de un cine en el que campean “exorcismos, monstruos, venganzas y calidad”.
Parásitos, del realizador Bong Joo-ho -ganadora de 4 Oscar- es heredera de ese cine potentemente social que mira a la realidad de frente, sin concesiones. ¿Qué hace que la Academia hoy se interese por un cine de esas características? Las mismas razones que hicieron que, desde hace algún tiempo, haya sido reconocida la virtud de un cine realista, preocupado por las minorías, étnicas, sexuales y sociales. Un cine que va más allá del espectáculo glamoroso del Oscar y de una refinada elite de productores, actores y espectadores del cine comercial. La realidad se impone por sobre la fantasía, aun en la meca del cine ficción.
Parásitos nos recuerda que en occidente no solo es posible admirar el cine japonés, y luego el chino que eclipsaron el cine coreano con filmes simbólicos, encantadores, y míticos sobre su propia cultura. Por el contrario, el cine surcoreano de Bon Joo-ho es un cine hecho en un país con realidades distintas y distantes para nosotros: una guerra de liberación, otra guerra civil norte-sur y finalmente la escisión de un país dividido en dos con la esquizofrenia política de ver enfrentados dos sistemas de vida, incluidos los regímenes totalitarios del sur coreano hasta la década de los años 80, según el analista.
Garcelán señala que los Juegos Olímpicos de Seúl, 1988, fueron la puerta que abrió el país asiático al mundo. Luego de esa apertura crecieron salas de cine, de un cine que volvió sus ojos a la realidad nacional y la enseñó al mundo. Eso sucede en los años 90, en los cuales el cine surcoreano emerge con fuerza expresiva y de gran circulación, llegando a captar millones de espectadores dentro y fuera del país.
Según el crítico de revista CineAsia, entre los mas destacados directores coreanos de cine se cuentan KimKi-duk, con el filme Hierro3. Kim Ki-duk inscribió su nombre en el concierto mundial del cine a comienzos del milenio, con La isla, pero, sobre todo, a partir de 2003, con Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera y con Hierro 3, filme que ganó el León de oro al mejor director en el Festival de Venecia. Otro exponente del cine coreano es Chan-Wook Park (1963), junto con Kim Ki-duk, el primer director coreano cuya obra se abrió al mundo este milenio, con su afamada trilogía de la venganza, compuesta por Sympathy for Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Lady Vengeance (2005). Kim Jee-woon (1964) es otro cineasta destacado, creador de filmes como Dos hermanas (2003) o el drama A Bittersweet Life (2005). El realizador Na Hong Jin (1974), también se ha consagrado entre los más importantes realizadores del país. Debutó en 2008 con The Chaser, un filme que dirigió a sus 23 años. Luego hace The Yellow Sea (2010), un thriller ambientado en Yanji. Y con El Extraño (2016), Hong Jin hace un filme policiaco de una fábula sobrenatural sobre exorcismos y enfrentamientos entre espíritus, constata Garcelán.
De modo que, Parásitos no debe sorprender ni extrañar. Este filme de Bong Joo-ho viene a ratificar que Corea del Sur también tiene “un cine más reflexivo y de autor”.