En el concierto político latinoamericano parece haber una ineludible percepción en torno al fracaso de la derecha política en el continente. Fracaso que se pone en evidencia ante un hecho indiscutible: el modelo neoliberal impulsado por la tendencia no logra retomar el crecimiento económico y, por el contrario, promueve la exclusión social, el desempleo y la miseria.
Uno de los síntomas del revés de las políticas conservadoras es que al perder el control sobre los movimientos populares, la derecha política apela a golpes de Estado y a dictaduras militares, es decir, renuncia a su proclamada “democracia formal”, convirtiéndola en un simulacro. En esa línea de acción sometió a Brasil a dos décadas de régimen de terror, que luego extendió a Uruguay, Chile y Argentina durante años pasados.
Para el resto del continente la receta ha sido clara: someter a los países a modelos neoliberales que se han farreado el patrimonio público, conculcado derechos históricos de los trabajadores y promovido la más grande exclusión social que se ha conocido en nuestro países. Chile y Ecuador son ejemplo de aquello en los tres últimos años, como una práctica repetitiva de la década de los 90 y del segundo decenio de este siglo.
Los gobernantes de la primera ola neoliberal se han vuelto repudiables en sus países, varios de ellos han sido apresados o permanecen en el exilio en EE.UU y nunca más han repetido sus gobiernos nefastos. En una segunda etapa neoliberal actual, la derecha en el gobierno ha demostrado que no tiene otra cosa que ofrecer que privatizaciones, ajustes fiscales a su favor, inseguridad laboral, exclusión social, hambre y miseria. Y en los últimos tiempos represión, persecución política y desplantes fascistoides, como es el caso de Chile y Ecuador.
México es un claro ejemplo del fracaso político de la derecha. Luego de condenar al país a tres décadas de neoliberalismo y sometimiento a los EE.UU, provocó un enorme desastre político y social con prácticas de una narcoviolencia diseminada a todos los estratos de la sociedad.
Ha fracasado la derecha en Argentina, después de repetir el modelo neoliberal que mostró sus fallas pasadas y llevó a la derrota electoral reciente al ex presidente Macri. Han fracasado en Ecuador las políticas neoliberales, al intentar que el país retroceda al modelo de antaño que había sido superado durante 10 años. En este país parece no ser viable otra receta que no sea la del endeudamiento agresivo con los organismos multilaterales capitaneados por el FMI.
En Chile el fracaso es evidente, cuyo modelo neoliberal fue un fraude en sus pretensiones de convertirse en el paradigma del éxito capitalista. Siempre se pensó que el modelo chileno de privatización de la salud, la educación, la seguridad social, el transporte, entre otros servicios, era encomiable y digno de imitar. El pueblo chileno, harto de lo mismo, “despertó” dando por caducado al modelo y exigiendo un cambio radical en una nueva constituyente.
Fracasa en Colombia el modelo frente a grandes movilizaciones populares de rechazo a las medidas neoliberales del gobierno, que no se frenan y se amplían, llevando a la derrota del gobierno uribista.
En Bolivia, la derecha apela al golpe de Estado, movilizando a las fuerzas armadas e imponiendo una presidenta a la fuerza, sin legitimidad ni legalidad. El nuevo gobierno impuesto se sostiene en base de la represión violenta de la población que protesta y de la prisión de los líderes opositores.
Fracasa en Venezuela la derecha, al no lograr imponer un gobierno “títere”, manipulado y financiado por los EE,UU. En su intento lleva al país al borde de la guerra civil, luego del fracasado último intento de golpe de Estado.
La derecha latinoamericana ha fracasado en los hechos, porque su modelo neoliberal no logra retomar el crecimiento económico, promueve la exclusión social, genera desempleo y miseria. En su fracaso, la derecha política continental ha desatado Estados de terror con persecución desembozada y manipulación de la justicia y de la prensa a favor de sus intereses políticos. Este ambiente represivo, impostor y antipopular ha generado una clara conciencia ciudadana de que no hay mal que dure cien años y cuerpo que lo resista.