El enjuiciamiento al presidente norteamericano Donald Trump entra en su fase final, y a estas alturas del partido el mandatario gringo ha desplegado todos sus esfuerzos por privilegiar su campaña electoral de noviembre del 2020. Las estrategias desarrolladas por sus equipos asesores se proponen asegurar la permanencia de Trump en la Casa Blanca, y en ese sentido se enfoca la agenda presidencial con prioridades definidas, enfocadas a asegurar la reelección del presidente estadounidense por cuatro años adicionales. En esa línea, la estrategia política busca consolidar las divisiones en las clases subordinadas -trabajadores, grupos étnicos, género y otras- para garantizar que se realice el lema que “EEUU sea grande de nuevo”.
En este punto, el enfrentamiento interno entre clases y fracciones de clases sirve a su proyecto para que “EE.UU sea grande de nuevo”, en tanto distrae a las clases subordinadas que no logran identificar sus propios intereses clasistas. Esa dinámica nacionalista desde el poder tiene como cara visible el racismo y la ideología de una pretendida “supremacía blanca” pregonada por el Pentágono, que haría contener la aparición de un país “multicultural”.
Congruente con aquello, el equipo estratega recomienda a Trump modificar la correlación de fuerza a escala mundial, “atacando las políticas de globalización”, para que se haga realidad su consigna de “EE.UU primero”. En esa lógica se inscribe el enfrentamiento comercial de los EE.UU con otras potencias económicas como China, definido adversario principal. Y es por eso que el país del norte hace todo lo posible por agudizar el desequilibrio entre los Estados a nivel mundial a favor de los EE.UU, “socavando sus adversarios y debilitando sus aliados”.
El aislamiento chino previsto como medida de seguridad frente al coronavirus, camina en ese sentido. Esta acción estratégica ya se viene aplicando un tiempo atrás con maniobras proteccionistas que implican debilitar los lazos con otros países -tratados comerciales, culturales, e incluso militares- y el cierre de fronteras de países considerados indeseables. Según observadores, el muro de Trump descartó el proyecto de sus predecesores que enfatizaban la ‘globalización’, renovando el estilo abierto y agresivo de armamentismo, así como convirtiendo a China en el nuevo enemigo estratégico en el escenario mundial.
El círculo cero
En esta dinámica, el gobierno norteamericano hace esfuerzos por construir y poner en marcha un aparato político que ejerza un poderoso control sobre los principales órganos del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Un guión por demás conocido. En el interior de la Casa Blanca se tejen cosas muchas veces negras, cuyo responsable sería un “círculo cero” con los hombres del presidente que cumplen con la tarea de orientar sus objetivos. Uno de los asesores presidenciales de confianza, Stephan Miller, es el encargado de promover la consigna de hacer a “EE.UU grande nuevamente” y agitar las diferencias entre los diversos sectores de las clases subordinadas. Otro de los hombres claves del presidente, Peter Navarro, Asesor Comercial, tiene la tarea de agitar la consigna de “EE.UU primero”, acabando con los tratados y alianzas a escala internacional.
El círculo cero de confianza está integrado por la hija de Trump, Ivanka, y el yerno Jarred Jushner, quienes cubren varios frentes presidenciales. Las otras piezas claves del círculo integran el gabinete y son los ministros de Comercio y del Tesoro, Wilbur Ross y Steven Mnuchin, respectivamente. También está en la lista la consejera política, Kellyanne Conway, siempre en alerta para identificar problemas. Un segundo nivel de confianza lo integran Robert Lighthizer, comisionado de Comercio Exterior, Mike Pompeo, secretario de Estado y a Mitch McConnell, vocero del Senado, quien controla la agenda de la Cámara superior del Congreso. Otros miembros del equipo presidencial se complementan en acciones. Navarro coordina con Ross y Mnuchin.
En el campo de la comunicación social, Trump no confía en nadie más que en sí mismo, el Twitter y frecuentes mítines en estadios con sus bases políticas. Donald Trump es una suerte de su propio secretario de Estado, dirige las áreas de la Defensa, Seguridad, Tesoro y Comercio y una red de comunicaciones y a pesar de que tiene personal asesor, todo lo decide por sí mismo, bajo una fuerte influencia de su hija Ivanka. Hay un personaje cuya presencia deambula por la Casa Blanca, aun estando ausente, Henry Kissinger, quien ejerce influjo intelectual en las políticas de Trump. El viejo maestro en geopolítica del desequilibrio será siempre un referente para el gobierno de los EE.UU.