La irrupción de la tecnología digital ha planteado nuevos desafíos al periodismo. Si bien ésta aporta a sofistificar la forma y los soportes electrónicos en la red, también es cierto que se colude con cierta vertiginosidad trivial en desmedro de la profundidad del contenido periodístico.
El gran mito que vende esta tendencia es la peregrina afirmación de que el libro impreso tiende a desaparecer a merced de la novedad digital, en tanto estadísticas editoriales confirman lo contrario en ausencia, muchas veces, de políticas culturales por parte del Estado en el terreno editorial.
Frente a esta realidad formal aupada por la tecnología digital, amerita ponderar el contenido periodístico resultado de investigaciones implacables de lo que se oculta detrás de las noticias. Surge así el Periodismo Narrativo que, con el rigor de la mejor investigación y la potencia de la narrativa, se sumerge en lo contemporáneo para relatar lo que no se puede contar con los formatos del periodismo clásico.
El Periodismo Narrativo, como apunta Roberto Herrscher, historia a historia en el proceso acumulativo rescata una memoria que se nutre de los descubrimientos de los otros. Nos hace recordar y nos sorprenden mucho más las historias que las teorías, los argumentos y los sermones. Porque cuando el narrador se pone sentencioso cuesta seguirlo, porque sus admoniciones resultan simples, menos flexibles, más toscas que las historias que cuenta. Se trata de ver la realidad con el poder implacable de las historias. Y en ese poder radica la capacidad de crear una narración que emocione, ilumine y plante en la mente del lector historias y personajes indelebles, con materia prima, nada más y nada menos, que la verdad.
En este género periodístico es gente de verdad la que habla y es el enfrenamiento del escritor-reportero con un mundo externo que no puede cambiar ni moldear a su antojo o según sus ideas, apunta Herrscher. De más está decir que bien practicado, el periodismo narrativo es profundamente ético.
Exponentes relevantes del periodismo narrativo son George Orwell, Gabriel García Marquez con obras periodísticas destacadas. Otros, como Oriana Fallaci, Joseph Mitchell o Alma Guillermoprieto recopilando sus propias publicaciones de prensa incurren en el periodismo narrativo con acierto. En una reunión por género diremos que excelentes entrevistadores son Fallaci, Grobel y Terkel. En tanto, perfiladores los hay buenos como Mitchell, Talese, Pla y Tomás E. Martinez. Y cronistas del talante de Kapuscinski. No se trata de preferidos, sino de quienes llevaron ciertos estilos y ciertas preguntas hasta el límite. Uno de los peores males del periodismo actual es que carecemos de la ilusión y la generosidad para expresar, abiertamente, admiración por los mejores de nuestros colegas. En Ecuador notable es el rol periodístico de Francisco Herrera Arauz, en opinión e información. Y en periodismo de “interés humano”, como él llama, destaca Rodolfo Muñoz. La hormiguita Eva Rocío Villacís es virtuosa en sus crónicas de viajes. Así como Carlos Rabascall se distingue en la entrevista fundamentada en datos investigativos.
Herrscher nos recuerda que no todo lo que se hace en Periodismo Narrativo es memorable, también hay barroquismos. Acaso, hay mucha mala literatura disfrazada de periodismo y mucha reportería descuidada y opinativa camuflada de cuento.
Sin embargo, no está por demás dejar enunciados diversos recursos básicos del Periodismo Narrativo. En las Escuelas y Facultades de Periodismo se nos inculca que en el periodismo informativo clásico, y en el que se practica en las páginas “calientes”, sensacionales de los diarios, los informativos de radios y pantallas de televisión, el periodista no existe. El yo está prohibido como punto de vista. La subjetividad no tiene cabida frente al mito de la objetividad. Pero cuando cuento una historia narrada, un relato de no ficción, lo primero que aparece es el narrador, soy yo. Porque la forma como contamos la historia nos define, recuerda Herrscher. En esta línea, tal vez, en el periodismo de no ficción quien más lejos llegó fue Ernest Hemingway, con la construcción de su propia y potente voz. Y en esa dimensión están Tom Wolfe, Norman Mailer y Truman Capote.
Pero el Periodismo Narrativo es capaz de hacer algo más que transmitir la voz y el punto de vista del narrador. Puede llevarnos a las voces, las lógicas, las sensibilidades y los puntos de vista de los otros. Con ellos, juntos, al unísono el narrador va construyendo historias memorables. Trabajando la diversidad de fuentes, entrevistando, recabando el dato inédito, la anécdota sabrosa, la opinión profunda, el parecer subjetivo del otro. Son los testimonios vitales que construyen un retrato hablado, íntegro de nuestro personaje central. Pero ese protagonista está en un ambiente, en su medio, en un escenario cotidiano viviendo una historia consuetudinaria que si no es contada, va a parar al baúl del pretérito olvido. Una reciente pieza de periodismo narrativo es el libro Sandra Correa Retrato Integro Testimonio Vital, de nuestra autoría, que inaugura el sello Editorial Lapalabrabierta.
Sin duda resulta importante en el Periodismo Narrativo el recurso literario de la descripción. Escribir es describir, aprendimos en la práctica periodística. Crear ambiente, sugerir atmósferas. En otras palabras dar histórico contexto a la historia. La descripción como fiesta del estilo y como forma de hacer concreto lo conceptual. La algarabía de la descripción con detalles reveladores en escenas diminutas que escuchamos, vemos, olemos y tocamos y que se amalgaman en la memoria y que nos hacen percibir con los sentidos cosas que pensamos y sentimos y nos cuesta expresar.
El Periodismo Narrativo privilegia lo memorable, aquello que merece ser contado, grandes temas, grandes historias que resultan útiles guardar en la memoria porque nos ayudan a seguir pensándonos y a entender el mundo.