A propósito de cumplirse veinte años de que Ecuador adoptara el dólar como moneda oficial, los defensores del proceso de dolarización han puesto en marcha una campaña de evocación de la medida, a nivel mediático, con intervención de personajes protagónicos, en su momento, de dicha medida. Tal es así que desempolvados voceros de la derecha política -hoy alineados con los postulados neoliberales- aparecen en las pantallas de las cadenas de televisión ecuatoriana pontificando sobre las bondades de la dolarización con una soltura singular. Se trata incluso de personajes que tuvieron, o tienen, cuentas pendientes con la ley que permanecen disfrutando del caviar del exilio como es el caso de Yamil Mahuad, ex presidente que formalizó el proceso de dolarización en su gobierno y que resultó derrocado por el repudio popular.
Durante su mandato se desató la crisis financiera en Ecuador de 1999, en medio de la cual desaparecieron una docena de bancos ecuatorianos y un número similar de instituciones del sistema financiero. Mahuad decretó un congelamiento de depósitos bancarios. A la postre, seis mil millones de dólares fue el costo del salvataje bancario para los ecuatorianos ya como inflación, devaluación, créditos del Central a los bancos, recesión, aumento del desempleo y compresión del consumo por los dineros congelados. El resultado socialmente fue desastroso con miles de familias que se volvieron más pobres, “las finanzas públicas se deterioraron y el gasto de educación, salud y desarrollo agropecuario fue dos veces y un tercio menor que el pago del servicio de las deudas interna y externa”. Mahuad adoptó el dólar estadounidense como moneda nacional el 9 de enero de 2000. Antes de la dolarización decretada por Mahuad el precio del dólar en el mercado cambiario había subido de 4.500 a más de 25.000 sucres en menos de un año.
El país con buena memoria se pregunta con qué autoridad ciertos voceros hablan hoy en las pantallas de televisión cuando se les considera corresponsables de las más nefastas medidas económicas adoptadas por gobierno alguno, durante el periodo democrático, como el llamado feriado bancario que mandó a la miseria y exilio a millones de ecuatorianos que vieron incautados sus dineros por una banca que trató de salvarse a costas de sus clientes.
Alberto Dahik es otro de los voceros que por estos días asoma dando recomendaciones sobre lo que considera debe ser el manejo económico del país. No obstante, el ex vicepresidente Alberto Dahik en su momento renunció a su cargo y huyó a Costa Rica a bordo de su avión privado, luego de que las autoridades judiciales ordenaran su captura por presuntos manejos indebidos de los gastos reservados del Estado.
Al coro de dolarizadores se suman Jaime Nebot, dirigente político conservador y ferviente defensor de los postulados neoliberales, el ex presidente Gustavo Noboa, continuador de la naciente dolarización y la dirigente empresarial Joyce Higgins de Ginatta, conocida por haber introducido la idea de la dolarización en septiembre de 1998 como mejor alternativa para la economía del país que en aquellos días estaba inmerso en una profunda crisis.
A estas alturas pocos dudan sobre las bondades de la dolarización como proceso estabilizador de la economía. Lo que resulta tramposo es que a cuenta de mantener la dolarización- que no está en peligro- se pretenda vender la idea de que la única manera de “salvar” la dolarización es aplicando todo el recetario económico neoliberal.
Desde la vice presidencia, Otto Sonnenholzner Sper sostiene que la dolarización “redujo la pobreza de 70% al 25%”, sin precisar que esa cifra data del gobierno correísta. El ex ministro de finanzas, Mauricio Pozo, acusa al régimen de Rafael Correa como un detractor de la dolarización y, consecuentemente, propone acciones que -según dice- buscan fortalecer la dolarización: “un régimen fiscal ordenado, responsable, apoyo internacional de los multilaterales ayuda en esa línea”. En otras palabras, sugiere reducción de impuestos para los que más ganan y obtención de préstamos con el FMI, políticas típicamente neoliberales. Jaime Nebot afirma que la dolarización estabilizó una economía adversa con 95% de inflación y que provocó la salida de ecuatorianos al exilio por el feriado bancario. Pablo Lucio Paredes, defensor de la dolarización, sugiere que este proceso logró solidez monetaria y consecuentemente sugiere acciones que generan “desarrollo económico”: “Un mercado laboral mejor para el desarrollo, la apertura del Ecuador al mundo, eliminar subsidios inútiles como el subsidio a la gasolina”. Es decir un recetario neoliberal.
La política es el arte de hacer que las cosas sucedan. En esa línea de acción la campaña montada por los defensores de la dolarización apunta a matar dos pájaros de un tiro: asegurar la continuidad de la dolarización e imponer la implementación de medidas económicas de corte neoliberal que, paradójicamente, apuntan en contra de la dolarización.