Uno de los lugares comunes más frecuentemente repetidos en nuestra sociedad es aquel que evoca e invoca el “espíritu navideño” en estas fechas. La alegría y felicidad que muchas personas disfrutan en Navidades y que conocemos como espíritu navideño, no procede del corazón sino de nuestro órgano pensante, el cerebro.
El Espíritu de la Navidad fue concebido como energía que viene desde el centro de nuestro sistema estelar y cada año incita a repartir, más que cosas materiales, aquello de lo cual los seres humanos no pueden prescindir: paz, amor, armonía y alegría. Pero no se puede hablar del espíritu navideño sin entender el concepto originario de la Navidad. Dice la tradición que en el solsticio de diciembre, culturas como la romana y la celta festejaban el regreso del Sol. Este era el origen de la extensión de los días que se hacían más largos, dicho fenómeno era atribuido al triunfo del Astro Rey sobre las tinieblas. Aquello era todo un acontecimiento social que se celebraba encendiendo fogatas. Posteriormente la Iglesia Católica, en su propósito evangelizador, decide situar esta fecha del 25 de diciembre como la natividad de Jesús. La efeméride es atribuida en su sentido a un carácter simbólico de renacimiento de la esperanza y de que Dios, hecho hombre, es la luz del mundo que redime a la humanidad. A partir de entonces el espíritu navideño es asimilado como esa sensación de solidaridad y compartir que flota en el ambiente y se renueva cada diciembre por estas fechas. Cabe notar que esta tradición es exclusivamente de América.
No obstante, que la Navidad es una época de dar regalos y celebraciones familiares, no es menos cierto que su origen responde a factores históricos que se relacionan con ritos paganos en el Imperio Romano que nada tienen que ver con el nacimiento de un niño llamado Jesús, presuntamente ocurrido en Belén. Todos aceptamos, por tradición impuesta, que el 25 de diciembre se conmemora el nacimiento de Jesús, pero en rigor histórico se desconoce la fecha exacta de dicho natalicio. Por tanto el origen de la Navidad es pagano y la primera vez que oímos hablar de las Navidades celebradas el 25 de diciembre surge casi dos siglos después del nacimiento de Cristo por lo que, incluso, después de ese hecho las Navidades se seguían celebrando en torno a la figura de Saturno que los romanos implantaron.
La Saturnalia era un festival romano que representaba el solsticio de invierno y en el que honraban al dios Saturno. Rey Sol, que en ingles es “sun” y cuyo vocablo se tomó como el nacimiento del hijo de Dios que en inglés es “son”. Posteriormente al imponerse la religión cristiana en toda la extensión del Imperio Romano, el rey Justiniano declara la Navidad como fiesta civica que en la Edad Media se convierte en días para beber y dar rienda suelta a la juerga social. No deja de ser extraño que se celebre un nacimiento en épocas en que era mucho más frecuente e importante celebrar la muerte de las personas que su natalicio. Históricamente, el 25 de diciembre no fue elegido para la Navidad porque fuese el nacimiento de Cristo, idea impuesta por el catolicismo, sino que era la mejor forma de sustituir la festividad de Saturnalia, celebración pagana que debía ser exterminada.
El ritual de la Navidad fue evolucionando con los siglos, lo que festejamos hoy día es muy distante de estas primeras navidades, y responde principalmente a costumbres originarias del siglo XIX y a la influencia de la sociedad de consumo. En la sociedad capitalista es un eufemismo el llamado “espíritu navideño”, si es de que por él entendemos intercambiar regalos, desearse parabienes sin ningún fundamento y evocar una espiritualidad que está muy lejos de la práctica mercantil materialista de la fecha. Una celebración impuesta por valores foráneos a nuestras culturas originarias en esta región del mundo que impuso sus propios elementos culturales, símbolos semióticos y usos sociales.
Por ejemplo Santa Claus, o San Nicolás anteriormente, era el nombre del dios Nimrod en Asia Menor. Vistas en detalle, las Navidades, en todas sus etapas, siempre han sido protagonizadas por los niños. Durante los tiempos romanos, los regalos se daban a niños pobres; y simultáneamente los druidas sacrificaban a los niños para el dios que adoraban en estas fechas. Incluso la costumbre de dar regalos en Navidad proviene de la celebración romana de Saturnalia donde se intercambiaban objetos, y que nada tiene de carácter cristiano. Obviamente, durante estas fechas, no hacemos ofrendas a Dios, sino que nos las hacemos a nosotros mismos en forma de regalos, olvidando completamente la figura de Cristo.
Lo cierto es que la Navidad o natividad, nada tiene que ver en su sentido originario con la celebración moderna que tiene lugar en la sociedad capitalista que convirtió a la fecha en un acto mercantil. Por tanto, invocar el “espíritu navideño” para referirse a la “felicidad y alegría de una celebración espiritual”, es nada más un simulacro cultural.
No resulta extraño, además, que se evoque el espíritu navideño en un mundo corroído por la insolidaridad humana y la insensibilidad social. ¿Qué es el espíritu navideño, comprar mercancías y regalarlas para cumplir con un “uso social” de la fecha?
El “espíritu navideño”, al evocar el nacimiento de Jesús en diciembre, es una fecha propicia para hacer proselitismo religioso, pero que paradójicamente impone personajes extraños, Papá Noel, Santa Claus, Viejito Pascuero, etc. que traslapan al que debiera ser el protagonista -Jesús- implantándose una semiótica ajena a la realidad cultural de nuestra sociedad: colores, formas e imágenes impuestas por los medios de comunicación. La Navidad de este modo, se vuelve un simulacro, o una expresión de transculturización.
Rocio Villacís narraba el hecho en estos términos en un artículo anterior: “En Ecuador, las costumbres navideñas son el resultado de la influencia de Europa, Norteamérica y rituales ancestrales; por lo que estas celebraciones constituyen un mestizaje cultural. La población mestiza, desde la Colonia, conserva la costumbre de armar pesebres, arreglar árboles navideños y cantar villancicos para recordar el nacimiento de Jesús, en un país mayoritariamente católico. Entre tanto que los pueblos montubios, afro e indígenas tienen una forma particular de celebrar esta fiesta. En sus rituales hay una mezcla de la tradición judía-cristiana con componentes ancestrales. De hecho, para los pueblos originarios el 25 de diciembre no tenía ningún significado”. Acontece así lo que se entiende como un acto histórico de dominación e imposición ideológica.
Acaso el auténtico espíritu cristiano, no solo navideño, se encuentre en los versos que Gabriela Mistral dejó escritos:
Quiero la imagen de Jesús El Galileo
Que refleje su fracaso intentando un mundo nuevo
Que conmueva las consciencias y cambie los pensamientos.
Yo no la quiero encerrada en iglesias y conventos.
Ni en casa de una familia para presidir sus rezos.
No es para llevarla en andas cargada por costaleros.
Yo quiero un imagen viva de un Jesús Hombre sufriendo.
Que ilumine a quien la mire el corazón y el cerebro.
Vaya a buscarla en las calles entre la gente sin techo
En hospicios y hospitales donde haya gente muriendo
En el pueblo marginado entre los niños hambrientos
En mujeres maltratadas en personas sin empleo.
Mejor busque entre los pobres
Su imagen de carne y hueso.