Por Hugo Guzmán
“Lunes amargo” tituló el diario La Segunda junto a una foto del Presidente, Sebastián Piñera, acongojado. Según una encuesta, apenas había llegado al 4.6% de aprobación ciudadana. Algo no visto en el país. No fue sólo un lunes amargo. Van varias semanas amargas para el mandatario con distintos sondeos que sitúan su desaprobación entre 80 y 90 por ciento. “Una caída histórica” para un Presidente, se anotó en varios medios de prensa. Junto a las magras cifras, los análisis transversales que hablan de un jefe de La Moneda en un espacio de debilidad, confuso, enrarecido, perdido, inoperante y desacreditado. Por ejemplo, el académico Carlos Peña sostuvo en una columna en El Mercurio, que “si algo quedó de manifiesto en estos días -estas semanas- feroces, ha sido la inutilidad del presidente Sebastián Piñera”, tildándolo como“un administrador, un simple mediador, un remendón de los intereses en juego”. En tanto, el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, entrevistado en El Siglo, afirmó que al mandatario “lo veo muy debilitado. Hay muchos rumores de que no tiene las manos en el timón, tiene un barco a la deriva…Lo veo debilitado y limitado al Presidente”.
2.-Las apariciones comunicacionales denotaron falencias en el perfil presidencial. Mensajes al país anunciados para un horario y varias veces retrasados, generación de expectativas que no se cumplieron, contenidos repetitivos, textos poco robustos, errático en sus argumentaciones, donde resaltó, por ejemplo, su definición de que Chile estaba en una guerra o aquella noche que se esperaba un anuncio determinante (hasta se habló de una nueva irrupción de las Fuerzas Armadas) y que terminó en una ambigüedad discursiva, provocando un desconcierto generalizado. Muchas de las apariciones de Piñera en octubre y noviembre generaron enojo, frustración, rechazo o un tibio respaldo. En su forma y fondo, en estos meses no se vio un estadista, al estilo Winston Churchillque tanto gusta citar el mandatario, sino apenas a un administrador. Inclusive con un perfil cursi, como cuando después de un discurso presidencial se abrazó a su esposa, Cecilia Morel, optando más que por una imagen de estadista, por una escena mediática simple apelando, se supone, a sentimientos muy básicos.
3.- Dos golpes tremendos para el Presidente en la coyuntura del segundo semestre fueron la desarticulación de su “círculo de hierro” y el fin de su agenda de gobierno. Ahora Piñera gobierna con un equipo de segunda línea y deberá dedicarse a sortear dos años con una anti/agenda. Sus prioridades programáticas (iniciativas tributaria, previsional, laboral; derrumbar las reformas de Michelle Bachelet; fortalecer el empleo, la inversión y la economía), su elenco de ministros (“Los halcones” y los ultra neoliberales) y su relato comunicacional (“Tiempos mejores”, “Chile en marcha”) en buen chileno, “se fueron a las pailas”, y ahora tendrá que dedicarse a administrar la crisis social, económica, política y cultural. Como tituló un reportaje de diario La Tercera, Piñera vive su “tercer gobierno”.
4.- Efectos negativos sobre la figura y la gestión presidencial, más que colaterales, son las duras críticas en materia de derechos humanos por su responsabilidad como jefe de Estado, debiendo designar abogados para que lo defiendan de querellas criminales y una acusación constitucional, algo que sólo le sucedió en las últimas décadas al dictador Augusto Pinochet (guardando ciertas proporciones). Asimismo, su palpable “falta de conducción” hacia su sector político, evidenciada en distintos episodios y registrado por los medios de comunicación, y que llevó a que se hablara del “desorden” en la derecha y las incapacidades de Sebastián Piñera. También las versiones de su debilidad y falta de autoridad ante los altos mandos de las Fuerzas Armadas y los cuestionamientos de encargados de otros poderes del Estado cuando citó al COSENA (Consejo de Seguridad Nacional) con una finalidad aun escasamente clara. El que se determinara su lejanía del “acuerdo político” de colectividades oficialistas con la ex Concertación y organizaciones del Frente Amplio para que pudiera salir un texto en relación a un plebiscito y nueva Constitución, fue un elemento negativo. Un bastión del mandatario era la economía y se le fue abajo brutalmente, viviendo el país uno de los peores momentos con alza record del dólar, aumento exorbitante de despidos y malas cifras en empleo, baja en inversión (sobre todo productiva), y crecimiento por debajo de cualquier pronóstico. Su política exterior se desbarrancó; era el espadachín contra Venezuela, quiso instalar su liderazgo en Latinoamérica, estaba feliz de ser el anfitrión de las cumbres APEC y COP25, se jactó de que en la región Chile era “un oasis”, y todo quedó en nada, el fracaso extendido.
5.- Al final de cuentas, un mandato presidencial fallido. Como decían unos comentaristas radiales, Sebastián Piñera gobernando con un 4% de respaldo, algo cuestionable, y las calles y marchas llenas de letreros con la frase “Piñera Renuncia”. Con su agenda propia destruida, comunicacionalmente devastado, su política económica en declive, responsabilizado políticamente de violaciones a los derechos humanos, debilitado regional e internacionalmente, sin gobernabilidad propia en su sector político, y con un perfil muy lejano al de un estadista. Quizá, el peor de los mundos para un Presidente.
Fuente El Siglo