Las protestas en Chile han tocado fondo, es decir, de los temas de reivindicaciones puntuales como el alza de pasajes del metro entre otras, se pasó a discutir el meollo de la causa de la crisis: la existencia de un modelo económico neoliberal que está santificado políticamente en la Constitución que dejó redactada la dictadura militar y que aun está vigente en el país del sur.
Y esa necesidad de cambio estructural quedó de manifiesto en los cabildos o asambleas populares que se instalaron en diversos puntos de territorio chileno durante las protestas. Más de mil cabildos donde germina un poder ciudadano debaten los problemas del país. El Partido Comunista en una declaración sostiene: “La demanda y la exigencia de convocar a plebiscito y la insistencia en plantear la necesidad imperiosa de una nueva Constitución, en el camino de cambiar este modelo, eso ha cruzado a todo Chile, al movimiento social, a las fuerzas políticas. Eso tiene que ver con tener recursos para el desarrollo del país, con tener salarios justos, pensiones justas, con una democracia fortalecida, con mecanismos de participación”.
En esa línea de acción, el papel de los cabildos como espacios de democracia participativa que se instalaron con una explosión de cantidad de gente en todo el país, es ser el lugar donde movimientos sociales, partidos políticos, la ciudadanía, intercambien criterios sobre las prioridades de los cambios que se reclaman. Eso da cuenta de que la gente percibe y sabe que eso es fundamental para atender las necesidades de Chile hoy día. También en los cabildos salió el tema de tener salarios mínimos por sobre la línea de la pobreza, otro tema transversal es una pensión básica igual al salario mínimo. A lo menos esos tres puntos están claros en Chile como demanda inmediata. El cabildo del barrio, el cabildo de la comuna como una voz autorizada obliga, por ejemplo, a que los concejales, los alcaldes, se pongan a disposición de esos cabildos y recojan las demandas. Eso es una conquista de una calidad distinta de la democracia participativa hoy en Chile.
En el país del sur subió el piso de la exigencia, de la reivindicación y del reclamo por sobre dos o tres medidas cosméticas para mejorar las apariencias, y se ha llegado al tema de fondo en Chile. Es el modelo neoliberal que repercute en políticas económicas que son de abierta desigualdad y precarización de salarios, pensiones, jornadas de trabajo, salud, vivienda. A esto se suma la demanda de calidad de la democracia y la necesidad de una nueva Constitución.
En este panorama esta por verse las evaluaciones que haga cada partido. Es evidente que alcanzada la tensión máxima de la situación social, devela quiénes están por transformar el modelo, cambiar el sistema neoliberal y poner un sistema de justicia social, y quienes están por hacer unos arreglos al modelo y no hacer nada que no esté dentro de los márgenes establecidos.
Chile, como otros países de la región enfrentará una próxima elección. Los chilenos se preguntan si los millones que salieron a las calles concurrirán a las urnas con la misma decisión de cambiarlo todo. Eso dependerá, obviamente, de la reivindicación que cada partido vaya a presentar como programa electoral. Si alguien pretende hacer un dribling a los problemas de fondo y platea que hay que bajar la tensión social, que hay que volver a la normalidad y eso lo propone en el debate electoral, va a recibir un repudio con un voto negativo o con una alta y peligrosa abstención. Hoy en Chile los partidos políticos de diversas tendencias, mas aun de la izquierda, están en la obligación de demostrar consecuencia con las demandas populares, con perseverancia y coherencia si no quieren perder la oportunidad de ser la opción identificada por el pueblo. Si eso ocurre, es decir, si los partidos chilenos progresistas logran representar el malestar ciudadano, se podrá cambiar el modelo imperante.
Para entender lo que ocurre en el país de Violeta Parra hay que comprender lo que hoy sucede. El Chile hubo una explosión social “multitudinaria que recorre todo el territorio, desde grandes ciudades hasta pequeñas comunas, que tiene una expresión de una tremenda anchura social, que representa fielmente lo que es el pueblo de Chile. Un pueblo que se pone en movimiento hastiado para terminar con el modelo imperante. Bien dice una de las afirmaciones de estos días, “no son 30 pesos” por el aumento del pasaje del Metro, sino que son 30 años en referencia a la extensión de una transición que frustró las expectativas, los legítimos derechos y demandas de un pueblo que luchó para terminar con una dictadura y conquistar un sistema democrático y equitativo. Pero lo que se instaló fue un modelo neoliberal al extremo, que excluye, que margina, que es elitista, que promueve privilegios, y limita las posibilidades de grandes sectores de la sociedad”.
Lo interesante y vital es que el movimiento social chileno sabe relacionar sus demandas con demandas políticas como una nueva Constitución y lucha por los derechos humanos. Eso es lo que se ha discutido en los cabildos estos días. La obligación de los partidos que se dicen populares es estar junto al pueblo, entender sus demandas, canalizarlas y, de ser posible, conducirlas. Ese es su principal desafío.
Chile despertó, y no podía ser de otra manera porque se trata del país más culto, políticamente hablando en todo el continente. Esa cultura política debe expresarse en lucidez teórica y consecuencia práctica de un movimiento de masas que logre conectarse con el movimiento político de los partidos. Las grandes alamedas ya se abrieron por donde pasa el hombre libre, o que quiere liberarse de un régimen nefasto, conservador de los peores privilegios en el país más desigual del mundo. Los partidos progresistas, para estar a tono, deben invocar el poema de Neruda “hay Patria cuándo, cuándo y cuándo me casaré contigo”.