A regañadientes la prensa comercial del continente da como ganador a Evo Morales en las elecciones presidenciales de Bolivia. Esa prensa aplica la ley del silencio al triunfo electoral de Morales que, según el conteo oficial del 99,99 de los votos los resultados dan la victoria al candidato del movimiento político MAS. Al cierre de los comicios del domingo anterior, las encuestas a boca de urna proyectaron triunfador a Morales, no obstante, el candidato opositor Carlos Mesa no reconoció el triunfo y llamó a las calles a sus seguidores estimulados por la prensa internacional en el cometimiento de desmanes callejeros.
La estrategia mediática continental de silenciar los triunfos progresistas está en marcha y el próximo domingo tendría un nuevo revés, cuando el candidato peronista argentino Alberto Fernández logre una muy probable victoria electoral que se ve venir, según sondeos de opinión que lo proyectan como ganador con el 52% de la intención de voto, contra el 32% de Macri.
El continente sudamericano se debate en un decidido rechazo a los modelos neoliberales impulsados por Macri en Argentina, Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile y Moreno en Ecuador. La confrontación tiene diversas expresiones, desde elecciones democráticas hasta la movilización masiva de la ciudadanía violentamente reprimida por fuerzas militares y policiales. Esta vez el péndulo se inclina por el retorno de gobiernos “progresistas” que invocan soberanía respecto de las políticas que pretende imponer el Fondo Monetario Internacional por dictamen de una estrategia continental de corte estadounidense diseñada en el Pentágono para recuperar el terreno perdido en la década pasada. La pérdida de la hegemonía continental hace que los EE.UU, recurra a un plan político de alcance continental que adopta la forma de una cultura neoliberal con expresiones intervencionistas, violentas o mediáticas, según sea el caso, en la lucha por las conciencias y los espacios de poder en los países latinoamericanos.
El continente sudamericano ha “despertado”, como señala una pancarta en las calles chilenas, luego del evidente fracaso de las políticas económicas y sociales neoliberales aplicadas en Chile por S. Piñera, y Argentina por M. Macri, que llevó a ese país a la miseria. Argentina vive desde 2018 un repunte de sus crisis con otra devaluación del peso que derivó en un nuevo rescate del FMI; esta vez por una cifra récord: $ 57.000 millones. Ese es el negocio del organismo multilateral, empobrecernos para luego prestarnos dinero. En Chile, el presidente S. Piñera ensaya una serie de medidas “compensatorias”, tardías, frente a la crisis y que ya fueron rechazadas por los chilenos.
En Brasil, país donde el clamor popular se expresa con rechazo al gobierno de Bolsonaro, la situación se perfila por el mismo camino. Ecuador no se ha quedado al margen, luego de la masiva respuesta al gobierno de Moreno que se vio obligado a dialogar alternativas a las sugerencia del FMI y de su política prestamista de chantage.
Latinoamérica sigue el compás de espera activa, rechazando en las calles y en las urnas la funesta política neoliberal que busca regresar a décadas pasadas, con clara hegemonía norteamericana en la región. Una señal al alba en el horizonte político, demuestra en cambio que Latinoamérica estaría despertando en una nueva alborada regional