La luz como fuente de vida, dar a luz, hacer la luz, ser la luz de América. Todas esas luminosidades trasversalizan el documental de Diego Arteaga, Luz de América. Un reflexión desde lo geofísico, lo filosófico, lo místico, una búsqueda a partir de las propias vivencias del realizador. Esa condición de recibir la luz cenital de sombra inexistente y anhelada en la cima del mundo.
Las escenas primigenias del film son la alegoría del paisaje andino, rico en matices que destellan la luz incidental sobre las elevaciones de El Altar, volcán Cotopaxi, atalayas y estribaciones cordilleranas que rodean a Quito, convertido literalmente en luz de América. El largometraje discurre el influjo de la luz en el continente americano, a partir de la relación existencial que establecieron nuestras culturas ancestrales con el sol.
Con buen sentido de registro audiovisual, el filme se afirma en el testimonio y en la acción de personajes diversos que transmiten conocimientos de la realidad mística latinoamericana. Una muestra de fotografías hechas en diversas ciudades del continente sirven de marco locacional para escenas cargadas de poético simbolismo. La Teoría de los colores de Goethe, un collage de imágenes de diversas ciudades y paisajes latinoamericanos, en una reflexión poética sobre cómo la luz nos aproxima al entendimiento de nuestro hábitat. Son imágenes logradas con bellísima factura estética.
La producción de Luz de América duró siete años y se financió con 3 fondos del CNCine. El equipo principal de rodaje filmó en Quito, en Bolivia en el Salar del Uyuni, y en Chile en el faro de Valparaiso.
Paula Parrini, fotógrafa y productora general del documental Luz de América, consiguió convocar a un representativo grupo de realizadores, fotógrafos y músicos que dan forma a una película de solvente realización audiovisual. Fotoperiodistas corresponsales en Buenos Aires, Costa Rica, Nueva York, Patagonia, Caracas, Montevideo, Panamá, Brasilia, Toronto, La Habana, Cuzco y La Paz, reúnen imágenes de cada ciudad. El rodaje fue realizado en Quito, en Valparaíso y Potosí y todas las tomas fueron hechas el día del equinoccio y solsticio en América. El resultado es visualmente notable. El equipo técnico está integrado por Martín Jaramillo Serrano, Lucía Romero, Tomás Astudillo y Guillermo González Stambuk en el trabajo fotográfico y Andrés Galarza Mier, en el diseño de sonido. El documental registra bandas sonoras originales de Inti-Illimani, Ludwig Van Beethoven y la Banda Munn, Estupendo, Juan Mullo, Iñaki Oñate, Lascivio Bohemia, Eduardo Zurita, Andrea Almeida. El largometraje es ganador de los fondos del ICCA (Instituto de Cine y Creación Audiovisual del Ecuador) para Desarrollo de proyecto en el 2013 y para Producción en el 2015. Premiado como Mejor Proyecto Documental Latinoamericano en Bolivia LAB 2013, cuenta con el apoyo del Instituto Goethe (Asociación Humboldt) y el aval de la Academia de Historia del Ecuador.
Conversamos con Diego Arteaga, realizador del documental Luz de América.
¿Estamos ante un ensayo cinematográfico?
Totalmente, es como el ensayo literario donde puedes poner poesía fotografía, investigaciones, se pueden mezclar muchas cosas y eso es lo que a mí me interesa del documental, esa es su gran fuerza, puede ir mutando y ser a ratos ficción, puede tener una puesta en escena y luego puede filmar la realidad con cosas que tu armes.
Por lo demás, es un cine autoral…
Creo que la gente lo tiene que decir, es una búsqueda personal de algo que te motiva. Para hacer una película necesitas tener una motivación muy grande. La búsqueda de contar las cosas que uno observa, o que se desarrollan durante el documental, es eso. Hay cosas que pasan, se trata de crear una sensación, es como hablar del infinito, no puedes hacer una imagen de eso tienes que tratar de metaforizar en imágenes estas cosas para tratar de llegar a eso. La película fue como una búsqueda, leí cosas desde astrofísica a la Divina Comedia y empecé a establecer relaciones. Lo que es un agujero negro es la descripción que hace Dante del infierno, es la misma cosa. Se trató de entablar relaciones entre cosas que son muy lejanas, pero que tienen algo de unión.
Octavio Paz hablaba sobre la desconexión mística-sensorial del dios Sol que sufrió Latinoamérica frente a la llegada del dios abstracto-invisible católico. Tu dices tratar de palpar en nuestra “oscura actualidad” aquella ruptura que se da en lo profundo del subconsciente latinoamericano. ¿Qué descubriste en ese intento?
Esta desconexión con lo místico, este proceso de racionalización que tenemos del que habla el texto de Octavio Paz, encontré como estados de luminosidad. La teoría del espejo de Lacan: cuando eres niño, la primera vez que ves a tu madre -y le ves a los ojos- es un momento en que esa visión conecta algo en ti y te dice: tú no estás solo en el mundo. Antes de eso, los niños no saben que hay otra gente, solo son parte de su madre; al ver sus ojos de la madre ahí recién nace la identidad. En la película trato de ver esa cosa de la identidad. Para verse uno, la luz es la base, somos objeto que rebota luz. Sin eso no hay nada. En la visión ancestral hay dos relaciones de los pueblos aborígenes con el sol. Una utilitaria para periodizar las cosechas fijándose en la sombra producida por la luz del sol en el solsticio y en el equinoccio, o como una relación mística de deificación del sol en INTI. Están íntimamente relacionadas. El sol es totalmente evidente, es el que sale en las mañanas, es como lo más racional. Es el dios por antonomasia, todas las civilizaciones tienen un dios sol. Hay una relación racional, utilitaria, porque existe una relación con la supervivencia.
¿Un dios abstracto, subjetivo?
Eso de subjetivar a Dios, porque hay una relación objetiva con el sol. De ahí te topas con un dios absolutamente lejano, inexistente, invisible que es el dios católico. Es como una ruptura, como empezar a creer en algo que ya no ves, porque antes que creías era el dios que veías. La película indaga en esa relación del país con su geografía, en los hechos históricos que devienen en hechos políticos…Es una forma de penetración cultural y de colonizar el pensamiento. Hay una escena de la iglesia de la compañía que fue hecha por indígenas y los arquitectos eran jesuitas. Los jesuitas eran lo que dominaban el pensamiento en América. La peli habla de esta relación geográfica del país, porque este país es tan influenciado por la geografía que tiene un nombre de accidente geográfico. Con la llegada de los geodésicos al país se produce una revolución cultural y de visión del mundo que hace que se produzca al grito de la independencia, es decir, un hecho científico se traduce en un hecho político. Ese hecho cambia la historia del país. Vinieron un año y se quedaron ocho, era ilustrados absolutos, entonces la película habla de la sabiduría del pensamiento que está presente en los jesuitas que dominaron la escena intelectual de América que se produjo en Quito hasta cuando llegaron los geodésicos y los curas entraron a segundo plano y eso produjo un cambio de visión de la ciudad que a la larga produjo los movimientos independentistas.
Luz de América, vuelve a iluminar Quito. Estará en exhibición en varios sitios de la ciudad hasta fin del año: Ochoymedio, Casa de la Cultura, entre otros. Este sábado 19 de octubre se exhibirá en el Teatro Capitol de Quito a las 19h30, entrada gratuita.